Relatos en primera persona de la pasión ricotera
Se reeditó “A brillar mi amor...” un libro clave para entender a Los Redondos
Libros
“A brillar, mi amor. Mitología no autorizada de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”, un libro de Jorge Boimvaser publicado en el 2000 que se convirtió en referente para los seguidores de la popular banda argentina, vuelve a las librerías en una reedición ampliada que suma testimonios de los que vivieron en carne propia los orígenes de la “misa” ricotera.
Publicado por Sudamericana, el libro no está pensado como una biografía típica de Los Redondos, sino como “una serie de relatos referidos al público seguidor de la banda más grande de la historia del rock ‘argento’”, explica su autor en la introducción de la nueva edición.
Y cuenta su experiencia: “Algún ángel misterioso y bonachón, a mediados de los ‘80, me puso en el camino a esta banda a la que siento como parte de mi vida, la cortina musical que me acompañaría desde entonces. Más de ciento cincuenta ‘misas’ sobre mi alma me hicieron partícipe de casi todo lo que ocurrió en la historia ricotera”.
Jorge Boimvaser es periodista y autor de los libros “Historia secreta de El Informador Público”, “Las manos de Perón (¿Y por qué, señor Alfonsín…?)”, “El libro negro de los Mundiales de Fútbol”, “Los sospechosos de siempre. Historia del espionaje en la Argentina” y “A brillar, mi amor”, originalmente publicado en el 2000.
Además de explorar los orígenes de la banda fundada por Carlos Alberto “Indio” Solari y Eduardo “Skay” Beilinson en La Plata en 1976 -comienzo de la dictadura cívico-militar en Argentina-, el periodista habla de los ‘90, época de los masivos recitales que pasaron a la historia tras el emblemático caso de violencia policial que terminó con la vida de Walter Bulacio.
“En aquellos años -cuenta Boimvaser-, los recitales eran cada vez más peligrosos. En la entrada de los estadios la policía tenía reacciones de violencia casi hitlerianas, reprimían bestialmente a los ricoteros. Recuerdo el día en que, en el Patinódromo de Mar del Plata, abrazado a mi hijo Ramiro -quien debutaba como espectador de la magia del pogo más grande del universo-, un caño de balas de goma nos rozó las cabezas”.
“El gobierno de (Carlos) Menem -apunta el periodista-, les había dado carta blanca para que tiraran indiscriminadamente, como si los ricoteros fuéramos un ejército que intentaba copar las ciudades y desolarlas… cuando en verdad -salvo por algunos loquitos que siempre existen- sólo íbamos a comulgar la música y el espíritu de nuestros dioses paganos”.
“Siempre me preguntan por esa idolatría hacia Los Redondos y a la figura casi mística del Indio. Y yo repito, una y otra vez, que descarten el término ‘idolatría’, que suena a ‘irracional’ y a ‘fanatismo descontrolado’. En su lugar yo hablo de ‘adoración’, que viene del amor a uno o varios dioses”, señala.
Para Boimvaser, “lo que ocurría con el viaje de Los Redondos a través del espectro sociocultural era algo fuera de lo habitual. Los chicos que habían nacido en la indigencia, que no tenían un lugar de pertenencia en la Argentina marginal, sintieron solitos que con esta banda encontraban el lugar que la sociedad no les otorgaba”.
Su propia experiencia le sirve de ejemplo: “Yo estuve casi clandestino desde 1976 hasta después de Malvinas. No sabía qué pasaba con el rock ‘argento’… Lo poco que pude percibir en tiempos de la dictadura es que estaba todo muy parado. Me preguntaba si, después de la tormenta, volveríamos a encontrar bandas como Almendra, Manal, Vox Dei, La Cofradía de la Flor Solar”.
“Me gustaban Soda, Virus, pero yo buscaba mística. Algún profeta que dibujara poesías y melodías que tuvieran un sello especial. ‘La bestia pop’, ‘Superlógico’, los siempre inéditos ‘Honolulu’ o ‘Mi genio amor’ fueron las primeras luces después de la oscuridad”, recuerda esa época agitada.
Y describe la mítica figura del Indio Solari cuando salía al escenario, “aún antes de empezar a ladrar. En mi época de militancia en el PRT-ERP no pude conocer al comandante Roby Santucho. Y, por algo casi inexplicable, el Indio me parecía la reencarnación artística de aquel jefe guerrillero”.
“Muchos años después -recuerda- mientras mirabamos cientos de fotos de Solari con una editora de Sudamericana, tuve una especie de epifanía que nunca conté públicamente: este tipo hace gestos y movimientos de primates que, cuando lo veo en un escenario, al igual que cuando escucho las letras, siento que estoy viendo mis orígenes de hace millones años”.
La nueva edición del libro, un clásico a la hora de conocer el extraordinario fenómeno cultural de la banda de rock más popular de la Argentina, se completa con una serie de testimonios de seguidores que cuentan en primera persona la experiencia de haber compartido la “misa ricotera”.
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