Repensar la pandemia

LUIS CESARINI *


Ya no será el “amo del mundo” quien tenga más armas, o más soldados, sino quien esté en mejores condiciones de enfrentar una pandemia como la que estamos pasando.


Durante muchos días me pregunté por qué la OMS no declaraba la expansión del virus Covid-19 como pandemia. El virus se desplazaba por los continentes a grandes pasos, afectando a importantes masas humanas y, aun así, no se la declaraba pandemia.

Finalmente el día 11 de marzo la OMS declaró la pandemia. Esta declaración no es la única en su tipo, sino que existió otra en 2009, producto del influenzavirus A. Sin embargo, la pandemia Covid-19 se presenta de forma más virulenta, es la que más muertes se está cobrando; cuenta con una propagación casi imparable y el virus sufre mutaciones increíbles.

Pero esto no es todo, sino que, como una galera de mago, esta pandemia seguirá sacando a la luz cuestiones colaterales. Cuando uno analiza los orígenes de esta pandemia observa que es el fruto típico de un mundo globalizado.

Sabido es, y vaya para quien no lo sepa, que en la globalización han acontecido dos revoluciones: una es la del transporte y la otra la de las comunicaciones. La primera de estas revoluciones se evidencia en la facilidad con que el virus se ha desplazado rápidamente de un continente a otro. La facilidad del transporte ha propiciado esto. Por otro lado, las comunicaciones han permitido que los datos del virus se conozcan rápidamente, con lo cual esto permitió que países no afectados tomaran al menos algunos recaudos o al menos se conocieran cifras de los afectados y las muertes.

Tan solo pensar que la peste negra de 1346 produjo la muerte de 25 millones de personas, las cuales eran sorprendidas porque las comunicaciones y la información eran insuficientes para aquella época.

Hoy la circulación de información es inmediata, sin dilación alguna; esto le debemos a la revolución de las comunicaciones. Tampoco nadie pone en duda que gracias a la facilidad del transporte las masas humanas se desplazan desde un punto de los continentes al otro.

La pandemia demuestra que ninguno de los dos países que se disputan el liderazgo está lo suficientemente “armado sanitariamente ni estratégicamente” para enfrentarla

Lo cierto es que tarde o temprano esta pandemia pasará; lamentablemente se contarán las muertes pero el mundo seguirá, aunque no será el mismo, eso nadie lo duda.

Será en ese momento en el cual la humanidad en su conjunto, encabezada por los líderes políticos, deberá realizarse serios planteos, entre ellos los principios que asumirá como rectores de los rumbos a seguir.

El dinero, fuente común de movimiento del mundo, como el poderío armamentista, pasará a segundo plano. Un claro ejemplo de ello es nuestro país, el cual previo al Covid-19 estaba a punto de caer en default, sin embargo ahora nadie menciona el tema. Solo se habla de reordenar las finanzas para enfrentar a la pandemia, la cual insumirá importantes cantidades de dinero y recursos humanos para sopesar la misma.

Será un esfuerzo, tal como lo es la permanencia en cuarentena. Pero conviene preguntarse: ¿qué pasará a nivel mundial? Vemos que en momentos previos a esta pandemia el liderazgo estaba entre dos países centrales: China y Estados Unidos. Éste, que mantenía incólume el liderazgo desde finales de la Segunda Guerra Mundial, comenzó a serle disputado por China a partir de la década del 90, cuando comenzó a hablarse del gigante asiático.

Sin embargo, la pandemia demuestra que ninguno de los dos países que se disputan el liderazgo está lo suficientemente “armado sanitariamente ni estratégicamente” para enfrentar una pandemia, con lo cual deberemos decir que se aproxima un nuevo orden mundial donde ya no serán necesarias solo las armas nucleares para liderar el mundo sino que también el alcohol, los antivirales, los respiradores artificiales, los médicos y hasta las funerarias deberán ser consideradas como armas de guerra médica.

El combate de este virus a nivel mundial se ha transformado en una verdadera guerra, los presidentes Trump y Macron así lo han llamado. Lo cierto es que en este momento varias economías mundiales se encuentran seriamente afectadas, o se encontrarán en lo próximo.

Poco se habla de los efectos devastadores de esta pandemia, los cuales serán similares o peores que los de las crisis del 30. No en vano Trump resiste a parar la economía norteamericana por el avance del virus, a pesar de que el mercado se está frenando por razones obvias, ya que la falencia del humano enfermo prima sobre cualquier cuestión que pretenda hacerse valer.

Entonces, resumamos un poco todo lo expuesto.

Un virus propagado por el mundo pone en jaque economías mundiales, se la considera como una guerra silenciosa contra un enemigo invisible, que se cobra miles de vidas y que pone en debate cuáles serán las condiciones que se requerirán para ostentar el predominio mundial.

Esto permite concluir que ya no será el “amo del mundo” quien tenga más armas, o más soldados, sino quien esté en mejores condiciones de enfrentar una pandemia como la que estamos pasando. La Revolución Francesa de 1789 tuvo tres ideales: libertad, igualdad y fraternidad; quizás sea el momento de desarrollar plenamente este último ideal, puesto que nadie duda de que la humanidad ha postergado el desarrollo de este principio.

*Abogado, doctor en Derecho, profesor universitario


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