River, Boca y la diferencia entre un ciclo establecido y otro que recién comienza

Las intenciones de Battaglia de fortalecer su invicto como DT de Boca en el Monumental, chocaron con la madurez del equipo de Gallardo, más allá del imponderable que significó la temprana expulsión de Marcos Rojo.

El Superclásico y la vuelta del grito popular en las tribunas, silenciado por más de un año y medio por la pandemia cruel. El dulce sonido ambiente del fútbol en vivo, y el fin del montaje de un aliento ficticio robado de otras tardes para aquel que lo mira por tevé. Con los hinchas de cara al sol, el espectáculo recuperó la pieza que faltaba y justo en un River – Boca, que se enfrentaban por quinta vez en el año.


El Millo de Marcelo Gallardo, orgulloso equipo con estratos definidos que sólo lo dan proyectos como el que lleva el entrenador en Núñez hace siete años, enfoca como nunca antes el título local, algo que nunca consiguió con el Muñeco, que ahora no tiene la Libertadores como irresistible tentación. Ayer dio un paso clave para saldar esa deuda, al vencer a Boca por 2-1 por la fecha 14 de la Liga Profesional.


River ponía a prueba el novel pero ascendente ciclo de Sebastián Battaglia en el Xeneize, que en el Monumental buscaba ponerse el rótulo de favorito después de un comienzo de torneo gris y sin rumbo en los últimos días de Miguel Ángel Russo en La Ribera.

Pero el horizonte de Boca en un partido que le servía para fortalecer el invicto de Battaglia (cinco triunfos y tres empates), se resquebrajó de repente cuando el árbitro Fernando Rapallini, ávido de protagonismo y algo desacostumbrado al reclamo popular, se apresuró al expulsar a Marcos Rojo a los 15 minutos, o al menos a mostrarle la primera amarilla a los 13’ al defensor xeneize.

Battaglia, obligado, tuvo que sacrificar a Edwin Cardona para mandar a la cancha a Carlos Zambrano a la zaga y de manera temprana comenzaba otro partido para Boca. El DT eligió al colombiano, no a otro, y a partir de ahí ya se sienta una postura.

River lo empezaba a ganar desde la superioridad numérica y lo ratificó minutos después con un enorme Julián Álvarez, que en la particular tarde del Monumental, con todo ese entorno recuperado, estampó su nombre para siempre en el espíritu del hincha del Millo al marcar un doblete en 20 minutos del primer tiempo que quedará para historia. Hacía 30 años que un jugador de River no le metía dos goles a Boca en la etapa inicial. El último había sido Juanjo Borrelli en el ’91.

Julián Álvarez, el hombre del Superclásico jugado en el Monumental.

Después de más de 500 días sin gente, el Monumental era un hervidero a pesar del 50% de aforo que está claro no se respetó: había en el estadio más de los 36 mil espectadores permitidos.

Estaba claro que al Superclásico ya le sobraba un tiempo, pero a la certeza plena le faltaba la posibilidad de reacción de Boca en el complemento, sustentado en un par de cambios que ensayó Battaglia, que no resultaron claro está.
Fue un floreo de River, sin más goles para el bien del ya maltrecho espíritu de su rival, que nunca se pudo recuperar tras la expulsión de Rojo.

Boca llegó sólo una vez de manera clara y fue en el minuto final cuando Zambrano metió un cabezazo goleador que Armani, hasta allí un espectador más, no pudo retener. Un descuento que le llegaba demasiado tarde como para intentar la heroica

River viene con un ritmo sostenido en el torneo, que lo hizo conquistar 19 de los últimos 21 puntos. El resultado no es definitivo ni mucho menos. Faltan aún 11 partidos para el cierre del torneo aunque el empuje que da este tipo de victorias son las que se necesitan para crear esa pócima especial que ayuden a conseguir los propósitos.

Gallardo terminó con el invicto que ostentaba Battaglia desde que es técnico de Boca.

En la vuelta al Monumental con gente en las tribunas, el Muñeco evocó a Ángel Labruna al salir a la cancha con traje negro y con la banda roja cruzada en la corbata, tal como lo hacía el icono millonario en su etapa como DT.
No le hizo falta a River invocar a los próceres de pasado para ganar. Este River de Gallardo escribe la gloria también en tiempos modernos y va decidido a ganar el único título que le falta a su brillante ciclo.


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