«Rompecabezas»: la carta desde Tailandia del psicólogo de Chubut varado hace 40 días con su familia

La familia Bogni de Esquel (Chubut) llegó al sudeste asiático el 26 de febrero, cuando no había restricciones para salir de la Argentina, con pasajes para volver el 25 de marzo. Lleva más de 40 días varada en Bangkok. Esta es la carta que envió Juan Cruz Bogni (viajó con su mujer, sus dos hijos y sus padres) desde la capital de Tailandia. La tituló Rompecabezas.

En nuestro caso, la incertidumbre comenzó el 13 de Marzo; cuando las noticias desde Argentina y el mundo, comenzaron a empeorar. Lo primero que hicimos fue contactarnos con la embajada Argentina en Tailandia a fin de conocer cuál era la información oficia. La respuesta fue corta “no tenemos ninguna novedad”. A los pocos días recibimos un mail de nuestra compañía American Airlines, informando que nuestro vuelo, más precisamente un tramo del mismo, había sido cancelado.

Desde ese momento empezaron con mucha mayor intensidad las
sensaciones de angustia e incertidumbre, cuando fallaban todos los intentos de reprogramar otra manera de volver a Argentina.

Intentamos comprar nuevos tickets de avión, pero nos frustramos al no poder hacerlo por internet, ya que ninguna de las tarjetas de crédito eran aceptadas.

Luego, con la ayuda de nuestros familiares en Argentina, logramos reprogramar nuestros pasajes originales por la línea aérea Qatar Airways para el día 25 de Marzo, eso nos trajo alegría y tranquilidad; al menos por unos pocos días, ya que una mañana, como todas, ingresamos nuestros nuevos códigos de reserva en la app de Qatar, y nos salió un aviso que nos informaba que nuestra reserva era inexistente.

Nuevamente la incertidumbre, los mails a cancillería, a la embajada, a las línea aéreas pero ninguna respuesta. Por parte de los organismos oficiales la respuesta era que intentáramos volver lo antes posible, para lo cual nos deberíamos comunicar con nuestra línea aérea. A su vez, las líneas aéreas no respondían; solo un mensaje general, que decía que todos sus teléfonos se encontraban colapsados por la gran cantidad de llamadas que estaban recibiendo.

La polémica entre Ethiopian Airlines y la cancillería fue replicada en los grupos de WhattsApp de los varados. Muchos compraron un segundo pasaje en esta aerolínea por recomendación de la embajada.

Bronca, miedo e incertidumbre, eran nuestros desayunos en familia; cada uno compartía las distintas noticias que había leído, una peor que la otra. Desazón, desilusión, insultos recibidos por las redes sociales que, sin saber porque, nos acusaban de irresponsables, de egoístas o de infectados, y que no querían que volvamos a nuestras casas, que nos jodiéramos.

Circulaba información falsa sobre nuestro viaje que algunos divulgaban por las redes, instando a nuestros vecinos a impedir nuestra vuelta a casa. Las lágrimas de nuestros hijos y la salud de nuestros padres empezaban a ser los focos permanentes de nuestros pensamientos. Mientras tanto, nuestro gobierno nos daba la espalda, no respondía nuestros mensajes, los discursos del presidente daban a entender que nosotros éramos los culpables de llevar el virus a Argentina.

Ya el 21 de marzo estábamos en la capital de Tailandia, Bangkok, y lo primero que hicimos fue dirigirnos hasta a la oficina de nuestra compañía aérea, a buscar una nueva opción para volver a nuestro país. Tras tres horas sentados frente a quien atendía, con buena disposición, sumada la dificultad para hacernos entender en un inglés medio pelo que manejamos nosotros, nos informó para que no había ninguna opción de vuelo.

A la mañana siguiente mis padres fueron a la embajada, en donde el cónsul les recomendó sacar nuevos pasajes de vuelta, por la compañía Ethiopian Airlines, asegurándoles que si estaba volando. Esa misma tarde, con todas las tarjetas de crédito y de débito, y los pocos dólares que nos quedaban, fuimos con mi padre a sacar los nuevos tickets para los 6. Volvimos contentos, con una nueva esperanza de volver a casa, esta vez el 30 de Marzo. Sin embargo, esta luz duró un par de días nomás. Los anuncios de nuestro presidente eran cada vez peores: Argentina cerraba sus fronteras, inclusive a su propios ciudadanos. No se permitiría el aterrizaje de ningún vuelo. Una nueva y más dura frustración, y nuevas lágrimas se volvían a derramar por las mejillas de mi hija. Un nuevo despertar con angustia e incertidumbre.

La polémica entre Ethiopian Airlines y la cancillería fue replicada en los grupos de WhattsApp de los varados. Muchos compraron un segundo pasaje en esta aerolínea por recomendación de la embajada.


Luego de realizar una cola interminable junto a otros compatriotas en las oficinas de Ethiopian Airlines, y después de estar desde las 9 a.m. hasta las 6 p.m., conseguimos que modifiquen nuestro destino original Buenos Aires hacia San Pablo, Brasil. Una nueva esperanza, esta vez no de volver a casa, pero de acercarnos bastante. El día anterior al viaje, pudimos hacer los check in; saltos de alegría e información por mail de que se confirmaba el vuelo. Pero un rumor empezó a correr desde las noticias, Brasil no permitiría la entrada de Argentinos, dado que Argentina había cerrados sus propias fronteras también a Brasil. Nuevos mensajes a la aerolínea y nuevas esperanzas al recibir la respuesta de que el vuelo se hacía e íbamos a poder embarcar.

Ya en el aeropuerto, todos nos encontramos en la cola para despachar las valijas. Luego de una hora y media, un empleado de la aerolínea nos solicita a los Argentinos y Uruguayos formar una fila aparte. Mientras los ciudadanos Brasileros, Chilenos y Colombianos seguían despachando sus valijas.

La polémica entre Ethiopian Airlines y la cancillería fue replicada en los grupos de WhattsApp de los varados. Muchos compraron un segundo pasaje en esta aerolínea por recomendación de la embajada.

Horas de espera, acumulación de gente, la policía del aeropuerto
comenzaba a rodearnos, hasta que se confirmó nuestra pesadilla: no íbamos a poder embarcar el vuelo; Brasil no permitía nuestra entrada al país. Más horas esperando un milagro que no llegó, los empleados de la línea aérea en un inglés bastante difícil de entender, nos comunican que sólo si teníamos pasajes de avión, San Pablo – Ezeiza íbamos a poder subir al avión. Como las fronteras aéreas de Argentina estaban cerradas eso resultaba imposible.

Una nueva y tremenda desilusión… más lágrimas, compatriotas que pasarían esa noche en la calle porque ya habían dejado su hotel, y con la mirada al suelo, fuimos a buscar unos taxis para volver a nuestro hotel. Ya era la madrugada del 30 de marzo. Silencio durante todo el viaje, dolor en el pecho y la saliva que costaba tragar.

A la mañana siguiente, todos nos encontramos en la embajada. Esperamos más de cinco horas por una respuesta certera que nunca llegó; pero los que sí llegaron fueron tres policías Tai primero, luego seis, iez y más que comenzaban a rodearnos. Tras esto, tomamos la decisión de
irnos, sin respuesta y con la misma angustia con la que habíamos llegado a la mañana.

Todo el mes de abril y lo que va de mayo fue una seguidilla de información cruzada: vuelos cancelados, reprogramaciones, más
cancelaciones, insultos por las redes, preocupaciones económicas y nuestro intento de cuidarnos, de permanecer de pie, armándonos
rutinas para que los días pasaran más rápido.

Muchos de los varados aguardan precisiones del vuelo de Latam.

Mientras tanto el gobierno se pasaba la bola, primero entre ellos, que era responsabilidad de Cancillería, que era de ANAC, que todo dependía
del ministerio de Salud, que era muy difícil la coordinación interministerial. Luego, la pelea entre el gobierno y la líneas aéreas. Mientras tanto nosotros tratando de entender lo inentendible, construyendo esperanzas de la nada, para poder resistir.

La continua desinformación a la que estamos sometidos los Argentinos abandonados en el exterior, por la incapacidad del gobierno, funciona como un real y concreto Rompecabezas que literalmente está partiendo nuestras cabezas.

Desde el primer momento que esta crisis se empezó a desatar, empezaron los mensajes contradictorios, inciertos, y alarmantes provenientes de las aerolíneas, del gobierno, de los medios y nada resultaba ser claro y contundente para saber que debíamos hacer para cuidarnos.

La sensación de estar en riesgo permanente y a su vez siendo acusados por algunos compatriotas de haber cometido un acto irresponsable y egoísta, que nos había llevado a la situación en la que nos encontramos, fue marcando el inicio en nuestra nueva identidad “Argentinos Varados en el Exterior».

La respuesta natural de nuestro cerebro ante la incertidumbre es la ansiedad. Cuando estamos sometidos a una situación crónica y sostenida de desinformación, en circunstancias donde sentimos amenazada nuestra integridad psicoemocional, posiblemente experimentemos un estado de estrés crónico que debilitará nuestra salud mental y física, volviéndonos más vulnerables o enfermarnos.

Aún no se sabe cuál será el valor del pasaje en el vuelo de Latam, aún con fecha a confirmar.

Es sabido por la psicología actual que nuestra realidad es
psiconeuroinmunoendocrinológica, cuatro sistemas que se interrelacionan para adaptarnos al medio que nos rodea. Cuando un estado de alerta permanente pone en jaque nuestra existencia, podemos experimentar una depresión general de estos cuatro sistemas, ósea depresión psicológica, neuronal, endocrinológica e inmunológica,
dejándonos indefensos frente al ataque de virus y bacterias. Además de esto, vamos a observar trastornos del sueño, de la conducta alimentaria,
de nuestros estados de ánimos, que van a afectar nuestras relaciones sociales, nuestra capacidad de hacer frente a las adversidades que este contexto de pandemia representa.

El gobierno Argentino se ocupó sistemáticamente de demonizar la figura de los que viajamos, alimentando la xenofobia, creando una nueva raza de argentinos que no estábamos incluidos en el slogan “nos cuidamos entre todos». A la desinformación sistemática, el abandono moral, económico y social, se sumaba la mentira descarada que le contaban al pueblo Argentino sobre nuestra situación: “reciben asistencia económica en alojamiento, comida y medicamentos». Algo totalmente falso, solos unos pocos la recibieron, y después de tener que demostrar su estado de indigencia.

La información que aportó el 7 de mayo la embajada en la India

Llamar vuelos de repatriación, a vuelos que cobraban muy por encima del valor del mercado, seguir cobrándonos el 30% de impuesto PAIS, sobre los gastos que ellos decían que nos cubrían, realmente resulta nefasto y de una alevosía que realmente es incomprensible.

Entendieron el sufrimiento nuestro, provocado por ellos, como un ataque a su gestión de gobierno, cuando a la mayoría de los que estamos abandonados por el mundo lo único que nos interesa es volver a cuidarnos en casa.


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