Sin inversión no habrá YPF

Análisis

Hugo Grimaldi DyN

Los círculos virtuosos son capaces de generar corrientes de acción nunca vistas. Cuando las energías se ponen al servicio de la mística, ésta se potencia y los individuos o los equipos de fútbol o las sociedades alcanzan alturas enormes. YPF, como las Malvinas, son para los argentinos infladores muy poderosos y el Gobierno las eligió como causas nacionales. A la inversa, las depresiones llevan a nuevos tropiezos que conducen a más depresión y cuesta siempre abstraerse del efecto rejilla que, como el agua que gira en tirabuzón, se lleva para abajo todo lo que se pudo haber construido y mucho más. ¿Qué pueden tener que ver estos dos contrapesos sicológicos con lo que está sucediendo con YPF, el concepto de soberanía, la política energética, el rol creciente del Estado, la probable cortina de humo sobre el caso Ciccone, el rápido olvido de la tragedia de Once y la macroeconomía? Mucho, ya que en estos momentos se asiste en la Argentina a una ardua lucha entre los dos escenarios, enmarcada en un claro cambio de paradigmas. Por un lado, aparece el fuerte impulso del Gobierno a la incentivación del fervor nacionalista, sustentado en el amplio apoyo de la gente y de sus representantes en el Congreso, un proceso que se da de frente contra la realidad de la situación económica. Por imprevisión o porque los tiempos de la política no han ayudado, lo cierto es que el kirchnerismo llega a esta profundización dogmática (al “vamos por todo”) en un mal momento. No sólo porque está agotando aceleradamente las diferentes cajas a las que acudió y acude (AFJP, Reservas del BCRA, Préstamos intraestatales, etc.) sino porque quedó parado en situación de debilidad, cerrado en materia de comercio, peleado con el mundo y sin financiamiento externo, con los dos superávits llenos de agujeros y justo cuando el ciclo económico empieza a flaquear productivamente, la inflación tiende a crecer y el tipo de cambio a quedarse atrás. En tanto, y es lo más acuciante, ni la Nación ni mucho menos las provincias tienen suficiente plata disponible para hacer las millonarias inversiones que se necesitan para consolidar la pretendida “soberanía” hidrocarburífera.


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