Sobre las causas de la violencia y el discurso de Laserna

opinión

El jefe de la policía neuquina, Raúl Laserna, dijo en una entrevista de este diario que “los delincuentes andan como Pancho por su casa”, con el propósito de “hacer un profundo análisis del sistema legal” del país y la provincia que –sería imprudente desecharlo– podría alcanzar a la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Su blanco principal fueron los menores y, si bien no fue tan explícito, dejó la sugerencia de que se los haga penalmente imputables desde una edad más temprana que la de 18 años. La metáfora es similar a otra que hoy, de tanto uso, pertenece al habla popular. Es la que dice que los delincuentes “entran por una puerta –del juzgado penal donde los deja la Policía– y salen por la otra”. No por la misma, bien porque otra no hay o bien para que no se note que el juez los ha dejado en libertad. Imitando a Pancho, Laserna se despachó con toda libertad sin preocuparse de que sus dichos pudieran molestar “a jueces y legisladores”, y convencido, al parecer, de que a su jefe, el gobernador Sapag, no le molesta (es posible, incluso, que le agrade). O sea que, él también, embiste “a piacere” contra dos de los tres poderes del Estado “como Pancho por su casa”. Después de apoyarse en una tercera metáfora, una que habla de que “estamos preocupados porque están entrando hormiguitas por la ventana y no vemos el elefante que está caminando por el living”, Laserna se lanzó sobre un menor, Kikín el terrible. El elefante es Kikín “No se está haciendo foco en el verdadero problema”, sentencia el jefe. Y en abono de lo que afirma da el caso de un menor al que llama Kikín, de 17 años. El muchacho es un monstruo: tiene en su prontuario tres homicidios y nueve robos calificados “y anda caminando como si nada”. Naturalmente, no se trata de desentenderse del caso, pero da la impresión de que las intenciones de Laserna son algo agresivas. No es que lo odie. No lo es porque para el funcionario “está bueno que (el menor) merezca una vida distinta”. Pero previene que “la realidad nos está indicando otra cosa”. Aclara que no puede decir qué “otra cosa” es esa. Sí puede señalar que “el diagnóstico está sobre la mesa” y que “la cosa es encararlo”. Bien. ¿Será una insensatez suponer que al jefe le gustaría que el piso de imputabilidad de los menores baje a 16 años –o tal vez a 15, o a 14 ya que estamos– como para que tipos como Kikín no salgan por la otra? No es un motivo de preocupación para Laserna que todos los chicos como Kikín sean pobres, hijos de familias pobres que viven en casas pobres de barrios pobres. Lo es la ley provincial 2302, sancionada para proteger al menor, que “es de Finlandia, claro, pero en Finlandia no está el Kikín, acá hay 45 Kikines”. Esa devoción por Finlandia, donde hay bajos índices de criminalidad, se debe a que la ley en cuestión fue aprobada cuando “estuvo de moda ser progresista y copiar a los países avanzados”. Es preciso entender que hoy esa “moda” pertenece al pasado. Faltaría en el discurso oficial dejar claro cuál es la moda ahora. Hay, al respecto, una pista: en el día de la policía, el gobernador, como es habitual, habló en el acto dedicado al aniversario en la escuela Adalberto Staub, jefe de la matanza, en mayo de 1916, de unos presos evadidos de la cárcel de Neuquén que se habían entregado en el paraje Zainuco. Para el MPN, y no solo, Staub es un prócer provincial. Eso significaría que no se cuestionan sus métodos. Tampoco se cuestiona, desde los poderes de la Constitución, el discurso de Laserna, que responsabiliza a jueces y legisladores de, por ejemplo, el incremento de la tasa de homicidios. Eso fue publicado el 7 de abril, y a pesar de que ya ha pasado el tiempo suficiente como para que alguien diga algo, ninguno de los acusados habló. Nadie dijo nada. Nadie.

JORGE GADANO jgadano@yahoo.com.ar


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