24 de Marzo | Sus padres fueron desaparecidos: «Mi vida estuvo marcada por la ausencia y no saber qué pasó»
Rosario Puente Olivera tenía solo tres años cuando sus padres fueron secuestrados en Mendoza. Su historia, por el Día de la Memoria.
En el Día de la Memoria, que se conmemora el 24 de marzo, contamos relatos de personas de la Patagonia que sobrevivieron, que huyeron o que tuvieron que elaborar estrategias para seguir vivas durante la última dictadura militar. Hoy te contamos la historia de Rosario Puente Olivera, una médica de Bariloche:
“No tengo ningún recuerdo de mis padres. Absolutamente ninguno”. Rosario Puente Olivera tenía solo tres años cuando sus padres fueron secuestrados en Mendoza durante la última dictadura cívico militar. Creció con unos tíos que la adoptaron, pero sin saber su historia. Ella misma debió ir reconstruyendo cada pieza de su vida, de a poco, con el paso de los años.
Es médica, tiene 51 años y vive en Bariloche desde 2005. Nació en San Juan, pero sus padres, ambos sociólogos, decidieron trasladarse a Mendoza.
“Estaban en Montoneros y ya estaban clandestinos. En julio del 76, los desaparecieron. Se los llevaron. No sabemos mucho. Yo había cumplido tres y tengo mucho reconstruido, a través de dos de mis hermanas más grandes”, advirtió.

Lo que pudo saber es que, una mañana, su madre la dejó a ella y a otra de sus hermanas en el jardín de infantes y al regresar, con su niña mayor y una beba, fueron interceptadas y trasladadas a un centro de detención. Ese mismo día, una vecina vio que su padre salía de la casa en bicicleta y también fue secuestrado.
“Mi mamá nos llevó al jardín y no nos fue a buscar. Nos fuimos con las maestras que, al día siguiente, hicieron la denuncia por abandono. Judicializaron el caso. A mi hermana más grande la dejaron en la puerta del jardín con la bebé en brazos, le dijeron a la portera: ‘Cuidame la nena’ y, se fueron”, contó. “La casa -agregó- evidentemente estaba marcada”.
En ese momento, las cuatro niñas fueron trasladadas a Buenos Aires a la casa de sus abuelos. “Mi abuelo era médico general retirado. Recibe un llamado anónimo y le dicen que sus nietas estaban en Mendoza, que fuera a buscarlas. Finalmente, nos adoptan unos tíos que nos cambiaron el apellido, como para sumarnos más embrollos”, dijo Rosario con una sonrisa que denota también cierto dolor.
Desde siempre, supo que sus tíos no eran sus padres; su hermana menor, en cambio, se refería a ellos como “mamá” y “papá”. “En esa casa se decía que la gente era subversiva, que algo habrían hecho. Más de grande terminé de entender, pero crecí con esos discursos. Embebida de ese discurso. Nos criamos en un clima de silencio y negación, se hablaba por lo bajo”, lamentó.

Las cuatro hermanas terminaron por conocer la historia y el destino de sus padres recién en 2006, cuando una de ellas decidió viajar a Mendoza para reencontrarse con aquella vecina que había visto cómo se llevaban al padre. “Cuando se hizo el juicio por desaparición y muerte en Mendoza, el testimonio de esa señora fue clave. Recién a los veintipico, empecé a captar, a rearmar en mi cabeza que todo podía ser diferente”, recalcó.
El proceso de conocer, entender y procesa, reconoció, le llevó muchos años. Y mucha terapia.
«Toda mi vida estuvo marcada por la ausencia y el no saber qué pasó. Muchísimos años, yo los esperé. Siempre esperás. En un momento, me cayó la ficha de que no iban a volver. Que los habían matado», confió.
«Sentía una sensación de vacío», dice Rosario hija de desaparecidos
Cuando terminó la secundaria, Rosario se encontró con un dilema: le encantaba la biología y la anatomía, pero también el Trabajo Social. “Supongo que estaba muy influenciada por mi historia. Mi mamá iba a un barrio para alfabetizar”, acotó. Finalmente, se decidió por la carrera de Medicina en la Universidad Favaloro, gracias a una beca que recibió.
Si bien ya existía la agrupación Hijos, en ese momento, esta mujer no podía hablar del tema. “No lo podía expresar. Me costó bastante armar mi vida. Sentía una sensación de vacío, que no podía ser feliz. Estaba triste. Hasta que fui mamá: eso me dio una razón para vivir”, confió.
Consideró que radicarse en Bariloche en 2005, cuando transitaba sus 30, también fue de gran ayuda. Mas aún, conformar la agrupación Hijos en 2008, en medio de la campaña del grupo de Antropología Forense para obtener muestras de sangre. “Me ayudó mucho, fue sanador porque, a pesar de que crecí con tres hermanas que vivieron lo mismo que yo, nunca había hablado mucho. Viví en un clima de mucho silencio. Y de esta forma, pude construir lo que viví y mi historia”, relató.

¿Por qué Bariloche? Advirtió que solo quiso irse “lejos”. Muy lejos de su historia familiar y de la familia en la que creció. “No me encontraba en ningún lado. Me gustaba Bariloche y me vine con trabajo. Ya era médica especializada en nutrición. De todas forma, tuve que procesar todo”, explicó.
De a poco, fue encontrando su camino. Tiempo atrás, contó, fue invitada a un colegio donde logró poner su vida ante un grupo de chicos. Su hija, de 24 años, mencionó orgullosa, milita en Patria Grande.
A 49 años de la dictadura: el temor por la vuelta del autoritarismo
El temor de Rosario hoy día es que el país, una vez más, avance hacia el autoritarismo. “Cuando asumieron (Javier) Milei y (Victoria) Villarruel, sentí un gran temor: temor a la represión, al regreso de la violencia, que quienes pongan el cuerpo, sean víctimas. Cada vez hay más actos autoritarios. Tenía miedo de que cierren el Congreso. Uno dice: ‘No lo puede hacer’, pero está haciendo tantas cosas, que me dio temor”, reconoció.
Cuestionó que las autoridades “no ven los derechos como derechos sino como privilegios. La falta de empatía con la gente se ve desde la Salud, mi ámbito. Funcional mal desde hace rato, pero en el último año, se le niega a la gente medicamentos avalados por ley. Le sugiero a la gente que haga recursos de amparo. Desde el gobierno prima el discurso de que cada uno se arregle”.
En el Día de la Memoria, que se conmemora el 24 de marzo, contamos relatos de personas de la Patagonia que sobrevivieron, que huyeron o que tuvieron que elaborar estrategias para seguir vivas durante la última dictadura militar. Hoy te contamos la historia de Rosario Puente Olivera, una médica de Bariloche:
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