El barbero solidario de Río Negro que llegó desde La Matanza y hace felices a los más chicos
Adriano Arenas tiene 24 años y encontró su sustento a partir de aprender un oficio que le cambió la vida. En Bariloche, plantó una semilla de generosidad con cortes de pelo gratis en los barrios y ahora ayuda a los niños que lo necesitan en Roca.
«Con un tal de hacerse un degradé y unas líneas, un nene se va re contento a su casa y no le importa más nada que eso. Eso se disfruta porque sentís felicidad», cuenta Adriano Arenas, un barbero y peluquero de oficio que con 24 años emprendió un camino de trabajo, servicio y solidaridad.
La vida lo llevó a transcurrir en múltiples escenarios, geografías y mostradores. También sus vivencias lo llevaron a conocer muchas realidades y a contar su propia historia, como caso testigo de que la superación personal no llega por arte de magia.
Ahora vive en Roca, pero nació en el partido de La Matanza, en el convulsionado Gran Buenos Aires de 2001. Es el menor de tres hermanos, cursó la mitad del colegio secundario en el Conurbano Bonaerense y a los 14 años se mudó con sus padres a Bariloche, donde logró terminar sus estudios.
Llegaron con lo puesto. Su papá estaba desempleado y viajó primero a Río Negro a probar suerte y buscar un porvenir para su esposa e hijo más chico. No solo necesitaban sustento económico sino cambiar de contexto. «La Matanza es peligroso y ya no podés disfrutar de la vida. No podés ni salir a jugar a la calle por todo lo que conlleva el peligro, los robos, la violencia», admite.
Adriano atravesó la última etapa de su adolescencia e inicios de su juventud en la ciudad andina, con mucha incertidumbre. «Me puse a laburar de de lo que había, ya que Bariloche es muy complicado conseguir trabajo fijo y es todo por temporada», cuenta.
Él fue «todoterreno» con tal de ganarse la vida: fiambrero, mozo, chocolatero, bartender, vendedor de chocolates, comerciante de una empresa de telefonía, aprendió de todo. Trabajó en despensas, restaurantes, depósitos, la inestabilidad era moneda corriente.
A los 20 años sucedió algo que cambió su vida y le dio herramientas para empezar a construir su futuro. Decidió hacerle caso a su hermano mayor, quien lo incentivó a inscribirse al curso de barbería inicial. «Ahí es donde toda mi vida empezó a mejorar», balancea Adriano.
En noviembre de 2022 terminó el curso de tres meses en Bariloche. Tenía 21 años y aún sin poder encontrar plena estabilidad laboral decidió dar otro giro en su vida. Apostó a la música que es otra de sus pasiones. En 2023 migró temporariamente a Uruguay, donde tuvo sus primeras experiencias en el oficio.
«Pasé por tres barberías y en la última conocí a una barbera que fue la que mejoró todo lo que era mi estilo y las técnicas», comenta Adriano. Andrea Álvarez era la mejor barbera de Montevideo en aquel momento. «Había ganado un premio y me perfeccionó», agrega.
Vivió seis meses en el país oriental. Cuando regresó a Bariloche, consiguió un trabajo fijo en la barbería donde había sido cliente durante toda su adolescencia. «Tenía muchos clientes», cuenta. Esa fue la llave para poder empezar a establecerse económicamente. Es un oficio que le permite autosostenerse todo el año. «Te deja buena ganancia y podés mejorar tu estilo de vida, ya que manejás tu tiempo», aclara.
En marzo de este año se mudó a Roca con su pareja y alquila un espacio en la reconocida barbería ubicada en San Juan y Mitre. En pocos meses, Adriano se armó de una clientela de unas 60 personas por mes. «Me está yendo muy bien y estoy muy contento con la ciudad», asegura.
«Yo no tenía ningún oficio ni nada y estudiar barbería resultó ser la salvación para mi vida cotidiana».
Adriano Arenas (24) barbero y peluquero en Roca.
Durante los últimos dos años, descubrió que su marca personal es la búsqueda por agradar al cliente, desde el corte, el estilo y también desde la escucha activa. «Es un trabajo que me encanta, me encanta la atención al público, y más, dejarlos bien», dice. Como todo barbero, a futuro le gustaría tener su propio espacio.
Cortes solidarios: una idea que nació en Bariloche
Junto a Juan Carlos, uno de los barberos del atelier donde trabajaba en la ciudad andina, empezó a dar cursos para jóvenes. Con él, surgió la idea de los cortes solidarios. Empezaron a ir a los merenderos comunitarios de Bariloche con dos objetivos: perfeccionarse en la práctica y brindar una ayuda a la sociedad.
Llegar a los barrios con cortes de pelo solidarios es una semilla que hoy también germina en Roca, junto a su compañero Bruno Velázquez, un barbero con diez años de trayectoria en la ciudad.
Adriano se enfoca especialmente en los más chicos ya que para el son los más expuestos a las situaciones sociales complejas. «Al no poder comer o al no poder cortarse el pelo como sus compañeros de escuela todos los meses», explica.
En los barrios de Río Negro, Adriano no escapa a las situaciones que vivió y vio en su propia infancia en Buenos Aires. «Escuchás muchas historias de los más chicos. Padres que no están presentes, chicos que viven con los abuelos. Donde hay muchos hermanos y no alcanza para todos. Son muchas historias difíciles», comenta.
Con barro construyeron su peluquería en Allen
Cortes de pelo solidarios en Roca: 16 chicos en dos horas
La última iniciativa fue en la Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAAC) Ruka Piuke en Rosario de Santa Fe 4323 de barrio Nuevo donde -en dos horas- cortaron el cabello a más de 16 chicos, chicas y adolescentes de Roca que asisten al merendero, antes de las fiestas de fin de año.
«Los chicos quieren tener sus líneas, sus rayos, degradé, se ponen muy contentos con los cortes clásicos. Yo creo que es algo muy importante dar una mano con lo que puedas», sentencia el barbero.
La solidaridad no tiene techo. Adriano también llevó la esencia servicial a la región sur de Río Negro, puntualmente a la localidad de Comallo de donde es oriunda su pareja. Allí realizaron cortes de pelo solidarios en febrero de este año antes del inicio de clases y le sumaron una colecta de útiles.
Mediante estas acciones, el peluquero busca ayudar sin esperar nada a cambio. «Con lo que podemos y sabemos hacer que es cortar el pelo, no nos cuesta nada. Para mi, no es tiempo perdido, es ganado, ya que cuando una persona hace cosas buenas, siempre le vuelven cosas buenas», asegura el joven que sueña con crecer y ser reconocido en el rubro.
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