Cincuenta años atrás, se inauguraba uno de los principales atractivos turísticos de Bariloche

Se trata del Teleférico cerro Otto que asciende a unos 150 mil pasajeros hasta la cumbre por año.

En enero de 1974, nacía el Teleférico Cerro Otto, una de las excursiones emblemáticas de Bariloche, a solo cinco kilómetros del centro de la ciudad.

Su fundador Boris Furman nació en la ciudad de Santa Fe allá por 1916 en el seno de una familia muy humilde de inmigrantes rusos judíos. Con solo 14 años comenzó a trabajar como cadete en una sastrería y terminó siendo propietario de una de las casas más importante de Buenos Aires, Rocha Casimires.

En un viaje a Bariloche en 1968, Furman ascendió hasta la cima del cerro Otto en auto y quedó deslumbrado por la belleza del lugar. En ese momento, en la cumbre sólo había una pequeña cabaña vidriada empleada por los guardaparques que entregaban folletería del lugar. Los folletos, que no contenían fotos sino dibujos, exhibían los nombres de las montañas que rodeaban ese cerro.

El paisaje cautivó a Furman a quien se le ocurrió instalar un medio de elevación en el lugar, tal como tenía el cerro Catedral. Por eso, de regreso a Buenos Aires, inició las gestiones para obtener los permisos que le permitieran construir un complejo que tuviera una confitería giratoria en la cumbre y a la que se accediera a través de un teleférico.

«En ese momento, Furman tenía una sastrería muy grande y era muy exitoso en su actividad. En 1969, consiguió que el Ejército Argentino le vendiese los terrenos en la cumbre. A su vez, compró tierras en la base del kilómetro 5″, contó Oscar Borrelli, presidente de la Fundación Sara María Furman y gerente general del Teleférico Cerro Otto.

Tras una larga visita por diferentes embajadas, Furman acordó con la Austríaca comprar un teleférico a la empresa Rudolf Kienast.

La instalación y la obra civil demandó varios años hasta que, en enero de 1974, se inauguró el Teleférico Cerro Otto. En aquel momento, los turistas ingresaban por una rampa de acceso. Dos años después, se construyó un edificio con un salón de espera para emprender el ascenso al cerro.

«Durante un viaje a Europa vio una confitería giratoria y le gustó la idea como atractivo para la cumbre. Decidió importar el mecanismo«, explicó Borrelli.

Rápidamente, a los pocos años, logró saldar las deudas que había contraído para pagar la obra y al recuperar la inversión, constituyó la Fundación Sara María Furman con la finalidad de donar las ganancias a la cooperadora del hospital público de Bariloche y a dos instituciones de la comunidad judía de Buenos Aires. El nombre fue en honor a su madre quien solía repetirle: “Siempre hay alguien más necesitado que uno”.

Boris Furman murió en 2007, a la edad de 90 años.

Hoy es uno de los grandes atractivos turísticos de Bariloche. Foto: gentileza

«El último año, la fundación donó 400 millones de pesos. He formado parte del equipo de conducción durante 30 años y no tengo registro de que haya otra institución en el país que haga este tipo de donaciones», resaltó Borrelli. Y agregó: «Damos trabajo en Bariloche de forma directa a 77 personas y a 100 familias, entre concesionarios y demás. Estamos muy orgullosos de cumplir esta función».


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