Cuatro tips para alegrarte por tu amigo/a aunque estés un poco celoso

Aunque los celos suenan a una emoción negativa y pueden ser tóxicos en determinadas situaciones, son una experiencia completamente normal, según explican los profesionales de la salud mental. Algunos puntos como separar nuestra valía de nuestros logros, recordar que no es una competencia, la honestidad y la gratitud pueden ayudar a que la situación nos resulte menos amarga.

Experimentar envidia en las amistades no es un tema común de discusión, pero saltar de la alegría porque tu incondicional se compró un departamento puede ser difícil si estamos luchando para llegar a fin de mes.

Si no sabés cómo navegar estas situaciones, no sos el único: casi nunca hablamos de esto porque nos parece algo vergonzoso de admitir o nos hace sentir malos amigos. Pero, si trabajamos en observar y aceptar nuestros sentimientos, estas crisis de inseguridad pueden convertirse en una oportunidad para el crecimiento personal, tal como comenta la psicóloga y conductora de podcast Adia Gooden a la revista Self: «Es posible que sea una llamada de atención con respecto a ciertas expectativas que fijamos para nosotros mismos y que todavía no cumplimos, o estemos sintiendo que los logros de los demás son una amenaza para los propios». Para sortear el mal momento de forma saludable, podemos optar por algunas de estas opciones:

1. Validar la envidia

Si nos avergonzamos por nuestros sentimientos, puede que estemos perdiendo la oportunidad de hacer una valiosa introspección, explica la psicóloga de California (Estados Unidos) Vanessa Roberts. Dejar de lado ese juicio interno y la culpa puede ser el primer paso para entender cuál es el miedo que nos acecha y saber cómo superarlo.

Por ejemplo, podemos reconocer que tenemos miedo de estar estancados en nuestra carrera si nos causa amargura que hayan ascendido a nuestro amigo y evaluar cómo podemos crecer profesionalmente. En sus palabras, «castigarse no solo hace que la situación parezca todavía peor, sino que no te acerca a cumplir con tus objetivos o a la satisfacción de tus necesidades».

2. Separar nuestra valía de nuestros logros (y evitar compararse)

La idea de que los logros del resto significan que vos te estás quedando atrás no tiene mucho sentido (por muy común que sea). Por ejemplo: si tu amigo terminó sus estudios mucho más rápido que vos, no significa que vos seas lento o incapaz. Muchos factores pueden haber influido en esta situación, como la disponibilidad para estudiar sin trabajar o el apoyo familiar.

«Una forma de abandonar esta mentalidad poco saludable es basarse en los hechos y la realidad en lugar de en escenarios hipotéticos o suposiciones. Entender que es contraproducente asumir que conocés las circunstancias de otra persona —y después medirlas con las tuyas— ayuda en última instancia a evitar la trampa de la comparación», explica Gooden.

La presión para sentirnos exitosos puede ser intensa; vivimos en una sociedad bastante obsesionada con los logros y la productividad. Para ponerle un límite a esto, siempre es bueno recordar que nuestro valor no surge de cosas externas (un título, un trabajo, vestirnos increíble, un departamento que parezca sacado de Pinterest), y nuestra autoestima no debería depender de ellas. Puede ser útil pensar en qué significa y qué apariencia tiene para vos ser una persona feliz o realizada.

La psicóloga lo desarrolla con algunas preguntas: «¿Tener casa propia tiene algo que ver con el tipo de persona que uno es? ¿El talento o capacidad laboral se definen por el nivel de ingresos? Probablemente tu respuesta sea «no». Incluso si la envidia proviene del hecho de que te falta algo importante en la vida (por ejemplo, una carrera o una relación satisfactoria), este tipo de autorreflexión realista puede ser un gran catalizador para descubrirlo».

3. Ejercitar la gratitud

Asumiendo que no sos un hater que quiere que sus amigos fracasen, lo más probable es que estés atravesando un momento en el que tendés a enfocarte en lo que te falta y a considerar el lado negativo de los hechos. Hace poco te contamos en esta nota todos los efectos negativos que tiene quejarse a nivel neurológico: liberamos cortisol, dañamos una zona del cerebro y forjamos asociaciones negativas.

Si bien las quejas y tener períodos de mal humor es completamente común y saludable, cuando creas que ya es hora de romper el ciclo podes intentar cultivar la gratitud mediante ejercicios de journaling o asegurándote de incorporarla a tu rutina. Esto último se vuelve fácil si lo asociamos a una tarea diaria, por ejemplo, al pensar en algunas de las cosas que tenemos a nuestro favor mientras hacemos la cama a la mañana, premaramos el café, o nos lavamos la cara antes de dormir.

«Esto puede ayudarte a apreciar lo que tenes, en lugar de obsesionarte con lo que no», explica Gooden. Otro posible ejercicio, agrega Roberts, es escribirte a vos mismo una carta de autocompasión en la que reconocés tus sentimientos y aportás afirmaciones positivas, como si estuvieras aconsejando a otra persona en la misma situación. Un ejemplo de este tipo es: «Aunque sientas que te estás quedando atrás, tené presente que lograste muchas cosas hasta ahora y, seguramente, en el futuro vendrán más». Después, sólo queda releerla cuando necesites palabras amables que te levanten el ánimo y la confianza.

4. Expresarte con sinceridad y con cuidado

«Aunque admitir los celos o la envidia implica ciertos riesgos, lo importante es siempre la forma en que lo comunicamos», explica Roberts. Como regla general, es bueno:

  • Siempre tener esta conversación sin terceros presentes, para ahorrarles momentos incómodos.
  • Evitar hacer sentir culpable a la persona por nuestro malestar.
  • No implicar que uno merece más el éxito que su amigo/a.

Por ejemplo, si estás en duelo por una separación y un amigo anuncia su casamiento, en vez de dejar que te pique el bicho de la ironía y soltar algo como «genial, otra oportunidad para sentirse soltero y abandonado», podemos aclarar: «¡Me alegro mucho por vos! Quizás no estoy en el mejor momento y no quiero bajonearte. ¡Festejemos más adelante en la semana!».

Al dejar en claro que ellos no son culpables de nuestras emociones, nos aseguramos de no estropear sus buenas noticias. Sin embargo, Gooden advierte que lo ideal es adoptar este método sólo cuando los celos afectan seriamente la relación o son un problema recurrente, ya que uno de sus riesgos es que tu amigo sienta que ya no puede compartir sus triunfos con vos.

En fin, si sentir envidia y celos es totalmente normal, lo que cuenta y define el tipo de amigo que somos es cómo gestionamos las emociones. Por sobre todo, es importante recordar que esta situación no te convierte en mala persona, sino en un ser humano.

En 2015, un grupo de cholitas de Bolivia de origen aymara alcanzó la cima del cerro Huayna Potosí de 6.088 metros, ubicado a 25 kilómetros de La Paz. Antes de eso, trabajaban como escaladoras de apoyo o cocineras en los campamentos de montaña.

El término «chola» hace referencia a las mujeres que utilizan vestimentas tradicionales que se establecieron en el proceso de mestizaje en lo que hoy se conoce como el territorio de Bolivia. Dejaron de usar atuendos originarios y los reemplazaron por la vestimenta que usan hasta hoy: polleras largas de muchas capas con enaguas y de diversos colores, botines con taco y sombreros de ala corta. El término también se puede extender a mujeres mestizas e indígenas.

Cecilia Llusco es una cholita nacida en Chucura, una localidad en el departamento de La Paz. «A los 14 años comencé a ir al campamento alto como porteadora de los equipos de escaladores. Ahí conocí a mi esposo, Eloy, y él me propuso ser cocinera de la alta montaña. Luego, conocí a otras cholitas que subían como porteadoras y cocineras, y nos preguntamos: ‘¿Por qué no podemos ir a la cima?’«, dijo a Ladera Sur.

Lidia Huayllas, una cholita que en aquel momento tenía 50 años, fue quien motivó a sus compañeras a escalar. «Podemos escalar, vamos a ver cómo es la cima. Al comienzo las compañeras no lo creían. Nos animamos cuatro en un inicio y cuando las demás se dieron cuenta de que subimos, se sumaron», contó a Ladera Sur. De esta manera, nació el grupo Cholitas Escaladoras, muchas de ellas hoy soy guías profesionales de montaña y se dedican a dar tours y expediciones.

El grupo ya subió al cerro Acotango de 6.052 metros sobre el nivel del mar (msnm), Illimani (6.438 msnm), Parinacota (6.380 msnm), Pomerape (6.282 msnm) y Sajama (6.542 msnm). En 2019 decidieron escalar la montaña más alta de América, el Aconcagua. Así, Lidia Huayllas Estrada, Dora Magueño Machaca, Ana Lía Gonzáles Magueño, Cecilia Llusco Alaña y Elena Quispe Tincutas se dedicaron dos semanas a entrenar y aclimatarse, según El Deber

. Tras su llegada a la cima, se convirtieron en las primeras mujeres aymaras en lograrlo. Durante ese trayecto se filmó el documental Cholitas de Pablo Iraburu y Jaime Murciego.

En 2023, Dora Magueño y Ana Lía Gonzáles, madre e hija, participaron de «FéminAs», el tercer Congreso Internacional de Gastronomía, Mujeres y Medio Rural en Asturias (España). Ambas afirmaron que para ellas la montaña es un modo de vida y una forma de reivindicar sus raíces y costumbres. «La montaña nos ha vuelvo soñadoras y queremos escalar el Everest», contaron en Hola!.

A través de su página de Instagram, el grupo ofrece tours y expediciones en Bolivia. Además, se encuentran en busca de financiamiento para ir a la cima del Everest. «Tuvimos una primera reunión y tenemos la idea de invitar también a mujeres del Tíbet. En principio íbamos a hacerlo en 2023, pero por temas financieros ahora lo estamos planificando para 2024», comentó Senobia Llusco, miembro del grupo.


Este contenido fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN.


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