El día que los trailers escolares fueron una excelente idea en Neuquén

Entre 1979 y 1980 comenzaron a funcionar en parajes alejados de la provincia de Neuquén, las escuelas móviles. Las aulas sobre ruedas llegaban a las verandas para darle continuidad al ciclo lectivo de miles de niños y niñas.

Entre los años 1979 y 1980 comenzaron a rodar por las tierras más alejadas de la provincia de Neuquén, las escuelas móviles. El objetivo era completar el proceso de enseñanza aprendizaje de miles de niños que junto sus familias participaban de la trashumancia y perdían meses de clases.

Algunas de las primeras en funcionar fueron la de Pampa del Litrán, Coyuco y Butra Lauquén. Hasta esos parajes inhóspitos llevaban trailers ataviados de aulas, con todos los útiles necesarios para los alumnos.
Estas escuelas móviles vinieron a atender una situación que dejaba a muchos niños y niñas con educación incompleta y hasta los obligaba a la deserción.

En un documento histórico que guarda el Centro de Documentación e Información Educativa Alicia Pifarré, se describe que durante la época estival se “verifica” un fenómeno de índole económica social que afecta a un alto número de familias de la zona: las veranadas que comenzaban en septiembre y finalizaban en noviembre.

Alrededor de unas 1.000 familias por entonces, se trasladaban desde sus lugares de asentamiento hasta los sectores de alta cordillera, donde después del deshielo abundaban los pastos ricos. El traslado duraba desde 7 días a un mes. “Los niños que anualmente se trasladan con sus familias a las zonas de veranada, interrumpen el ciclo lectivo un mes antes de su finalización e inician el siguiente con un mes o dos de atraso”, aseguran en el proyecto.

Estas escuelas no llegaron para suplantar a la escuela común, sino para apoyar su accionar diario a través de tareas específicas “que se derivan de la necesidad que plantea la demanda”.

Los profesionales docentes que participaron de este proyecto aseguraron que “la demanda esta constituida mayoritariamente por niños provenientes de familias de origen indígena o por criollos. Desarrollan una economía de subsistencia y por consiguiente presentan serias carencias de índole sociocultural, con sus correspondientes consecuencias en relación con la salud, la alimentación y la estimulación necesaria para el aprendizaje”.

Allí partían las escuelas móviles a llenar esos vacíos, a cancelar esa deuda educativa.
El centro de documentación neuquino se encargó además de recolectar y archivar testimonios de maestros y directivos de aquellas instituciones, para que nunca se pueda olvidar su enorme aporte.
Una maestra de puño y letra escribió en una hoja de cuaderno: “La matrícula de este período superó las cifras pronosticadas. A través de la ficha de preinscripción nos daban 28 niños, siendo el número actual 37 niños, cifra digna de tenerse en cuenta”.

“Nuestros niños asombrados por todo lo que conocieron, para algunos lo más maravilloso fue poder saber cómo era la televisión hasta entonces desconocida, otros jamás habían subido a un vehículo”, escribió en su libro de notas otra docente.


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