Empresas obligadas a restaurar la tierra de Vaca Muerta, el ambicioso proyecto que impulsan en Neuquén

Un partido político y un laboratorio de la Universidad del Comahue se unieron por los suelos que quedan desérticos después del uso de la industria de los hidrocarburos. Temen que el interés económico trabe la propuesta.

En Neuquén se presentó un ambicioso proyecto que obligará a las empresas a restaurar la tierra de la zona llamada Vaca Muerta cuando finalice su uso. Aunque Vaca Muerta en realidad es la formación de hidrocarburos no convencionales, la denominación se utiliza para el área de la provincia que concentra todas las ramas de la industria, sector que presenta una degradación muy visible y que se potenciará a futuro con el desarrollo que se vive actualmente.

El objetivo, ante ese panorama, es que sancione una ley de restauración ecológica de ambientes degradados en zonas áridas y semiáridas. El proyecto fue presentado por el partido Siempre de la mano de Andrés Peressini, junto a su asesor, el especialista en ambiente Luis Callejas. Contó con la participación de las expertas del Laboratorio de Investigaciones Ecológicas Norpatagónico (LIEN), de la Facultad de Ciencias del Ambiente y la Salud de la Universidad Nacional del Comahue.

La doctora en Ciencias Naturales Adela Bernardis explicó que Neuquén legisla sobre los suelos empetrolados, exigiendo una remediación y un mínimo de plantines a los dos años, pero sobre la degradación aún no hay normativa. Callejas sumó que el proyecto busca crear ese contexto legislativo, que abarque la tarea que realiza la Subsecretaría de Ambiente.

La propuesta apunta especialmente al suelo de los pozos, caminos y sectores que están en desuso. Actualmente, indicó Bernardis, solo se exige que se escarifique, lo que sería una suerte de rastrillaje para que el suelo se descompacte un poco. En esas condiciones, el agua no se filtra y las semillas no logran desarrollarse. Además, la restauración natural demora más de 30 años.

La respuesta a esta situación es la «restauración activa», o sea, con intervención humana, aseguraron los profesionales. Con esta perspectiva, Ambiente debería crear un registro provincial de áreas degradadas, que relevaría las tierras afectadas por hidrocarburos, minería y ganadería. También generaría el registro de viveros de especies nativas y un repositorio público de técnicas.

Plantines de viveros de flora autóctona, como el de Aguada San Roque, serían parte de la restauración activa. (Foto archivo Matías Subat)

En el caso de las empresas, tendrían que presentan un plan de gestión ambiental específico de rehabilitación de áreas degradadas, como anexo de su informe de monitoreo ambiental anual. Este deberá detallar sobre qué superficies trabajará, con cuáles viveros se abastecerá y qué técnicas aplicará. Según la norma, deberán restaurar, como mínimo, en el 15% de la superficie que figure en el registro de áreas degradadas. El proceso se completará con una etapa de monitoreo por parte de Ambiente.

Los impulsores consideraron que es un proyecto complejo el que presentaron en la Legislatura porque se cruza con las actividades económicas, pero valoran el impacto positivo para la región y la posibilidad de previsión que aportaría. También resaltaron que abriría un nuevo rubro de fuentes laborales que ya se desarrolla en el mundo y es el de la economía de la restauración.

Restaurar para ganarse la vida


La Organización de las Naciones Unidas (ONU) lanzó la década de la restauración con plazo hasta el 2030, fecha en la que también concluyen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La propuesta es recuperar y preservar los ecosistemas, pero lo interesante de esta iniciativa es su perspectiva económica

Según el organismo, la restauración de 350 millones de hectáreas de ecosistemas terrestres y acuáticos degradados podría generar 9 billones de dólares en materia de servicios ecosistémicos. También podría eliminar de la atmósfera de 13 a 26 gigatoneladas de gases de efecto invernadero. Los beneficios económicos de estas intervenciones exceden en diez veces el costo de la inversión, mientras que el precio de la inacción es al menos tres veces mayor que el de la restauración de los ecosistemas.

Callejas señaló que esta economía de la restauración se implementa en todo el mundo, en todo tipo de ambientes, como bosques, selvas y lagos. Su impulso genera empresas de servicios dedicadas a aplicar las técnicas, profesionales abocados a su control y proveedores de los insumos necesarios, más todos los puestos secundarios que se derivan de sostener ese sistema.


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