Fue rescatado de la calle y hoy alegra los días de pacientes pediátricos en Neuquén: la historia de Burlete
Burlete es uno de los dos perros que cada 15 días visita pacientes en el hospital Regional. Fue rescatado por la municipalidad cuando deambulaba en las calles de Neuquén con un gran tumor. Hoy su vida es distinta y alegra a todos a su alrededor.
Hace no tanto tiempo, Burlete caminaba solo por las calles de Neuquén. Estaba enfermo. Un cáncer le debilitaba día a día su cuerpo. Sin embargo, fue rescatado cuando parecía no haber esperanza. Tras meses de tratamiento tuvo una recuperación fabulosa y después del alta encontró un nuevo sentido para su vida. Hoy, ese mismo perro que fue abandonado enfermo se convirtió en un visitante que recorre los pasillos del Hospital Provincial Neuquén llevando alegría, calma y ternura a los pacientes pediátricos.
Burlete forma parte del Programa de cuidados humanizados que impulsa el hospital junto con la Municipalidad de Neuquén, y que tiene tres ejes fundamentales: asistencia emocional, rehabilitación y cuidado de fin de vida.
“Este es el segundo año que llevamos adelante el programa conjuntamente con la Municipalidad de Neuquén”, explicó Mónica Pérez, jefa del Departamento de Comunicación del HPN. “Continuamos con la asistencia emocional con animales, en el marco de los cuidados humanizados que promovemos desde hace varios años”.

El encargado de preparar a los animales para esta misión es Lucas Grego, Director de Sociabilización y entrenador del equipo de búsqueda. “Primero se les hace una selección tanto de temperamento como de carácter, porque deben cumplir con ciertos requisitos. Por ejemplo, no deben reaccionar ante estímulos inesperados para poder estar con chicos”, explicó.
Burlete pasó todas las pruebas con honores. “Con él fue sumamente fácil. Tenía todas las condiciones. Es un perro que viene y te acaricia, tiene una delicadeza especial”, contó Grego. Su entrenamiento incluyó sesiones específicas para que aprenda a retirarse si algo le incomoda, en lugar de reaccionar agresivamente. “Lo que les enseñamos es que, si algo no les gusta, se levantan y se van”.

Burlete no está solo en esta tarea. Cada quince días, él y otros perros entrenados por el equipo municipal, como Andy, visitan las salas de espera, el hospital de día y el área de salud mental, compartiendo un rato de juegos y caricias con niños y niñas que atraviesan distintos tratamientos médicos.
Durante las visitas, los perros comparten una hora de actividades lúdicas con los chicos. El espacio se adapta para ellos: se colocan colchonetas, juguetes, vallas para saltar y aros. Los perros se acuestan junto a los pacientes, los animan a moverse, a sonreír, a olvidarse aunque sea un ratito del dolor o el miedo.
Y ellos, los perros, también se benefician: encuentran en el vínculo humano un refugio y una confianza que parecía haberse perdido, pero que hoy está más latente que nunca.
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