La Escuela 165 de Cipolletti bautizó su patio con el nombre de María Laura, la profesora que enseñó con alegría durante 35 años
La institución decidió inmortalizar a María Laura Abita nombrando su patio como tributo a su vocación, su innovación constante y el cariño de estudiantes y colegas.
La Escuela 165 de Cipolletti vivió una jornada cargada de emoción: el patio donde generaciones de estudiantes aprendieron, jugaron y crecieron lleva desde hoy el nombre de María Laura Abita, la profesora de educación física recientemente jubilada que dedicó 35 años de su vida a la institución con una entrega que sus colegas describen como “poco habitual” y que su comunidad reconoce como inolvidable.
El director, Eduardo Quinteros, destacó que cuando llegó al cargo, en 2012, Laura ya era un pilar de la institución. “Era una identidad de la escuela”, dijo. No solo por sus años 35 de labor, sino por su iniciativa constante.
Cada mes, llegaba con una propuesta distinta. «Había una actividad física diferente. No solo eso, un mes era conservas, otro enseñarle a hacer pizzas a los chicos, ensaladas de fruta… siempre hacía cosas diferentes, no tan comunes. Trabajaba de otra manera, con una creatividad enorme”, recordó el director.
El cariño de docentes, estudiantes y familias terminó cristalizándose en el homenaje que hoy la escuela decidió darle: “El patio en el que enseñó tantos años, desde ahora, llevará su nombre: María Laura Abita”, dijo Quinteros.
El espacio fue renovado con mosaiquismo en conjunto con Laura, sus compañeras y estudiantes de 6.º y 7.º grado, como un modo de celebrar su impronta de trabajo en equipo.
El último realizado viste la entrada de la escuela y fue inaugurado este mismo día. Durante el acto, Laura devolvió el reconocimiento a la comunidad que la acompañó durante más de tres décadas. “Esto solo no se hace. Uno puede proponer, pero en realidad es el aporte de todos”, afirmó.
Destacó la calidez que caracteriza a la escuela: porteros, maestras, familias, directivos y estudiantes. “Acá vos llegás y alguien te recibe, te pregunta qué necesitás. Eso no se perdió. También recordó que en esa escuela pasó gran parte de su vida personal: “Acá pasé 35 años: acá nacieron mis hijos, acá me casé”.
La docente volvió a poner en valor el trabajo colectivo que siempre defendió: “No soy yo sola. Yo puedo tener la idea, pero si el director no te deja, si las maestras no te ayudan, si los chicos no te acompañan… mis compañeras son incondicionales”. Antes de cerrar, resumió lo que define a la institución que hoy la honra: “Es una escuela muy, muy especial”.
Comentarios