La muerte de Manuel obliga a un cambio en los refugios de montaña de Bariloche

El joven murió camino al Frey para reemplazar a un compañero y fue alcanzado por una tormenta de nieve.

La muerte de Manuel Benítez cuando se dirigía a cumplir con su trabajo en el refugio Frey y fue alcanzado por una fuerte tormenta de nieve no solo cosechó expresiones múltiples de indignación y solidaridad sino que puso en entredicho el funcionamiento de esos establecimientos, que tienen larga tradición en la ciudad.

Los refugios de Bariloche pertenecen al Club Andino (con la única excepción del que funciona en el cerro López) y están asentados sobre tierras de Parques Nacionales, que tiene a su cargo la fiscalización.

Los primeros se construyeron en la década del 50, bajo el modelo de los que ya existían en los Alpes europeos, con la finalidad principal de brindar cobijo y apoyo a quienes realizan travesías invernales.

Las modalidades de uso cambiaron con el tiempo y los refugios pasaron a funcionar como hosterías rústicas de verano, gracias a la facilidad de acceso durante los meses en los que se retira la nieve. En un primer momento (a partir de los años 70) atrajeron principalmente a mochileros y montañistas con cierta experiencia. Pero en los últimos años el público se hizo más variado y se transformaron en destino casi obligado para los turistas extranjeros que visitan la ciudad y también para muchos nacionales. Fueron determinantes el creciente interés por el contacto más directo con la naturaleza y también la mayor accesibilidad de la ropa y equipo técnico.

Benítez pereció hace diez días a solo 100 metros del Frey, cuando se dirigía a cubrir un turno como refugiero, en reemplazo de un compañero que había bajado en la mañana del mismo día. Fue encontrado en medio de la nieve por las patrullas de rescate, casi 48 horas después.

El trágico episodio generó denuncias de sus padres y también del “colectivo de refugieras y refugieros”, quienes se dieron a conocer esta semana y advirtieron sobre la precarización laboral que padecen. También señalaron que hay responsabilides de Parques Nacionales y al Club Andino, además de las que le corresponden a Federico Pajarín, el titular de la concesión en Frey y empleador de Benítez.


Apoyo para caminantes


Los refugios están ubicados en la media y alta montaña y son accesibles solo a pie (o a caballo en algunos casos), luego de varias horas de travesía. Los más antiguos fueron construidos en piedra, madera y otros insumos de la zona, que fueron subidos a puro esfuerzo humano. Mientras que en las infraestructuras más recientes se empleó hormigón y chapa, y los transportes hasta los puntos de obra suelen realizarse en helicóptero.

En general los refugios tienen dormitorios colectivos (aunque los más nuevos cuentan también con habitaciones dobles y cuádruples), baños compartidos y comedores amplios, con cocinas que mucho tiempo fueron a leña, pero en el último tiempo se reconvirtieron a gas (abastecidas con garrafas) para bajar el impacto ambiental. También varios aprovechan los arroyos con pequeñas turbinas de generación hidroeléctrica.

Los refugios brindan alojamiento a precios variables (en promedio este verano costaron 2.500 pesos/día), también sirven comidas con una carta restringida y ofrecen asesoramiento para otras salidas y ascensos en su zona de influencia.

Los refugios de Bariloche (tal como ocurre en El Bolsón) están organizados en red, lo cual es promocionado como un atractivo para los amantes de la montaña. Pueden ser visitados en ascensos simples de ida y vuelta o también en travesías que vinculan a uno con otro, por medio de sendas de variada dificultad.

El más occidental (y también el más alto) de los barilochenses es el refugio Otto Meiling, en el cerro Tronador, que fue inaugurado en febrero de 1971. Se encuentra a 2.000 metros sobre el nivel del mar, entre los glaciares Alerce y Castaño Overa. El concesionario actual es Nicolás Bettinelli.

También en el área Tronador -en el ingreso al llamado Paso de las Nubes- está el refugio Rocca, inaugurado hace diez años por iniciativa y donación de la familia dueña de Techint. El concesionario es Mariano Sebesta. Al igual que para el Meiling, la picada de ascenso comienza en Pampa Linda y demanda unas 5 horas de marcha. El Rocca tiene capacidad para 80 personas y es el único que ofrece duchas.

Desde Pampa Linda otra senda atractiva es la que lleva a Laguna Ilón, (ubicada a 1.300 msnm y con una fantástica vista del Tronador), donde funcionan desde hace dos temporadas un par de domos con servicios similares a los de un refugio, bajo concesión de Lucas Buzzerio y Andrés Lamuniere.

A diferencia de los otros, que fueron iniciativas del Club Andino, el asentamiento en Ilón surgió a propuesta de Parques, porque se trataba de un área muy visitada, con acampes frecuentes y sin ninguna regulación.

Más cerca de Bariloche se encuentran el refugio San Martín (junto al lago Jakob), que acaba de cumplir 70 años y fue reconstruido hace poco con nuevas y mejores instalaciones tras sufrir un incendio intencional en 2017. La concesión desde hace casi cuatro décadas está a cargo de Claudio Fidani.

El refugio Frey, ubicado junto a la laguna Toncek y al pie de las torres y agujas más imponentes del cerro Catedral, fue inaugurado en 1957 y durante años funcionó como el principal punto de referencia para los escaladores en roca. El concesionario es Federico Pajarín.

Desde Colonia Suiza se puede acceder a otros dos refugios: el Manfredo Segre (o Laguna Negra) ubicado a 1.600 metros y administrado hoy por Martín Agostini, y el del cerro López, el único que se encuentra en tierras privadas y no pertenece al Club Andino. La dueña de ese predio es la empresa Olimpus y el concesionario desde hace al menos 20 años es Sergio Barbagallo.

Cash

2.500 pesos
hubo que pagar en promedio el verano pasado para tener lugar para dormir en un refugio de Bariloche.

Un montañista local que conoce en detalle el sistema de refugios admitió que “hay cosas que no están bien y seguramente la conmoción por el refugiero muerto va a generar muchos cambios”.

Según la fuente, los refugios “manejan mucho dinero, todo en negro, porque en general no emiten facturas” y la imposibilidad de contar con tecnología para cobro electrónico les genera importante acumulación de efectivo. “Bajar de la montaña con millones de pesos es incómodo y riesgoso”, observó la fuente.

En parte eso empezó a cambiar porque algunas reservas se pagan por anticipado, con transferencia bancaria.

El Club Andino les impone a los concesionarios llevar una contabilidad prolija y el registro de la actividad comercial, pero en los hechos nadio lo controla. “Es algo que no depende del club sino de la Afip y si alguna vez subieran a hacer un ‘punto fijo’, se llevarían muchas sorpresas”, consideró el especialista.

Sobre el empleo dijo que “hay refugios como Jakob, Rocca y Otto Meiling que tienen a su personal en blanco, o la mayoría, pero no pasa en los otros”. Explicó que los refugieros cobran un monto preacordado por jornada, en general tienen muy baja experiencia en montaña y los concesionarios los dejan a cargo. “Los titulares no están presentes en los refugios y es algo que el Club Andino siempre exigió. Si comprueban que no es así es motivo para no renovar la concesión”, agregó.


Empleo


El trabajo de refugiero es muy demandante, con jornadas de 15 ó 17 horas sin pausa, y por eso suelen tener regímenes de francos periódicos (cada dos o tres días), en los que deben bajar “al pueblo”, porque si el refugio trabaja al 100%, como ocurrió este verano, no hay lugar para alojarlos.

Según la demanda, un refugio puede necesitar entre cuatro y siete refugieros. Y a veces trabajan dos o más por turno, en forma simultánea.

Además de la atención a los usuarios, otro trabajo indispensable para mantener los refugios en funcionamiento es el de los “porteadores”, que cobran una suma preacordada por viaje de 20 kilos, y que pueden mejorar sus ingresos si cargan mayor peso.

El refugio Otto Meiling está en el cerro Tronador (Foto: Archivo)

La regla más visible hoy en el uso de los refugios es la masividad, al punto de que quedó instalada la obligación de reserva previa, algo que era impensable hasta hace un par de años, cuando reinaba el criterio de que “siempre hay lugar para todos”, aunque algunos tuvieran que dormir sobre las mesas y bancos.

Pese a la recomendación, no todos los huéspedes cumplen con la reserva previa y a veces se generan ciertos problemas, porque si un caminante sube tarde y sin aviso previo no puede ser enviado de vuelta. En esos casos, sí o sí, rige algo de la vieja cultura de montaña y se le brinda alojamiento igual, lo cual ha generado quejas quienes sí tomaron la previsión. Otro cambio tiene que ver con el uso de la cocina, ya que antes solían estar abiertas, y por turnos, a los usuarios de los refugios, como un hostel. Ahora ese servicio se suprimió (una herencia de la pandemia) y la única opción es comprar platos elaborados por el propio refugio. O consumir viandas frías.


El Club Andino pide no tener exposición en la prensa


El presidente del Club Andino Bariloche, Martín Enevoldsen, se abstuvo de realizar comentarios sobre los pormenores de la muerte de Benítez y la ola de interrogantes y reproches que generó. Sobre la información que le pidió el cronista para esta nota propuso consultar al gerente de la entidad, Jorge Mroz.

Pero el llamado a Mroz no fue más productivo.

-Por respeto a la familia preferimos evitar exposición en la prensa. También por eso decidimos desde el primer momento ponernos a disposición de la Justicia e informamos que el refugio Frey está no operativo- dijo el gerente.

-Nos interesa conocer cómo funciona el sistema de refugios y la relación con los concesionarios.

-Todo eso es motivo de análisis en la fiscalía y en el ministerio de Trabajo. Estamos aportando las explicaciones que nos requieren. En breve vamos a hacer un informe público.

-¿Hay procesos de licitación en marcha?

-Sí, el Frey está en licitación y las ofertas se abren en los próximos días.

-¿Los concesionarios están obligados a tener su personal en blanco y con seguros?

-Eso es tema de análisis judicial y no quiero comentar nada al respecto.

-¿Pero esa exigencia figura en los contratos?

-Desde luego. La intención no es negarles una nota pero por ahora no vamos a decir nada más.


Los porteadores


Un oficio muy específico que nació y creció con la evolución de los refugios es el de los porteos, al que se dedican en general jóvenes con suficiente capacidad física y rapidez para moverse en la montaña. El precio del trabajo se pacta de antemano y en esta temporada unos 4.000 pesos estuvo considerado como “una buena paga”.

Un porteador que reservó su nombre contó que el concesionario debe entregar la mercadería o materiales a subir al pie de la picada y el porteador cobra en el refugio, antes de bajar. Dijo que la exigencia es subir con 20 kilos y “cada uno lo acomoda en la mochila como quiere”. En general suelen ser botellas, latas de bebidas, harina, fiambres y “otras compras de supermercado”.

Si un porteador se atreve a subir más kilos “cobra más”. Claro que todo es informal, no hay facturación por el servicio, seguros, monotributo ni nada parecido. Para que el trabajo le rinda, tanto al porteador como al responsable del refugio, se deben respetar los tiempos. Una subida al Jakob con 20 kilos en la espalda no les demanda a los especialistas más de 3 horas y media. Y a Frey suben en 2 horas. Bastante menos que el tiempo empleado por un turista promedio.

El esfuerzo no es poco. “Algunos refugios se manejan solo con los refugieros, otros contratan porteadores. En Pampa Linda suben las cosas a caballo. Depende de la época y de la cantidad de gente que recibe el refugio. Pero en general si trabajás bien te llaman mucho. Igual hay que cuidarse. Uno puede subir no más de dos o tres veces por semana, para no lastimarse”, aseguró el informante.


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