Ladrón de chatarra y escultor de ideas: el «profe» de Neuquén que recicla con pedagogía de juego
Guillermo Galetti es herrero y docente de la EPET 28 de Villa La Angostura. Sus inventos revolucionan las aulas y fomentan valores. Creó una compactadora de latas que es un éxito rotundo y un brazo ortopédico, para un niño al que le cambió la vida.
No es ingeniero, no es científico: Guillermo Galetti es herrero, escultor de reciclaje y generador de ideas innovadoras. Desde Villa La Angostura, revoluciona con sus obras sustentables hechas con chatarra, con un fin profundo: educar a los más chicos desde otra perspectiva, en el seno de las aulas.
Se hizo famoso como “Ladrón de chatarra” en redes sociales. Su perfil de Instagram se llenó de seguidores en el último tiempo, luego de que cautivara la atención de programas nacionales e internacionales como el “El Hormiguero” en España.
Guillermo es un docente que tiene la capacidad de convertir lo que para todo el mundo es basura, desechos y escombros oxidados; en juegos divertidos y funcionales: transforma la materia inerte en dinámicos engranajes que cobran vida al instante.

Hace cinco años se dedica a esto y ya perdió la cuenta de cuántos inventos trajo al mundo. La “Messicleta” y varias otras de sus obras llegan a lo profundo del corazón de grandes y chicos. Su última invención es una compactadora de latas que consiste en un divertido juego. Apenas lo publicó, ya son cientos de personas en el mundo que le pidieron implementarlo en sus escuelas y plazas.
Hace dos años, fue el constructor de un brazo ortopédico hecho con plástico de balde. El destinatario era un nene que carece de una de sus extremidades. Lo que empezó como un “ensayo” terminó siendo la posibilidad de que el pequeño pueda tomar cosas con la mano.
De profesión, Guillermo es docente de Educación física, técnico en Industrias de Alimentos y artista plástico. Es neuquino por adopción. Nació en Campana (Buenos Aires) en 1983 y a los siete años se mudó a Necochea donde pasó gran parte de su infancia y adolescencia. Mucha de su inventiva, la heredó su padre que era metalúrgico. Con él manipuló herramientas y la curiosidad por los engranajes fue en ascenso. Hace 20 años se radicó en Villa la Angostura (Neuquén) y entre las montañas de la Patagonia, nació su personaje, el “Ladrón de chatarras”.
Ladrón de chatarra: vocación recicladora y docente
Su verdadera vocación está en las aulas: trabajó en escuelas primarias, secundarias, en centros de educación física como el CEF N° 7 y en su querida EPET N° 28, donde actualmente es parte de la planta funcional.
“Mi asignatura específica es la tecnología de los aceros laminados, lo que se conoce también tradicionalmente como hojalatería”, comentó. Si bien tiene una faceta deportiva, no la explotó tanto como la de educador y “chatarrero” que lleva dentro.

Guillermo recicla, no por una cuestión ética, sino por convicción: contra la “obsolescencia programada” que propone el sistema para vender cada vez más; él cree que no hay que desperdiciar, ni abandonar, que los objetos sencillamente dejen de funcionar sin intentar repararlos o darles otro uso.
Otra de sus premisas es el cuidado de la economía. “La materia prima para realizar lo que hago es más fácil y barato conseguirla como descarte que comprar los elementos nuevos”, aseguró.
Ladrón de chatarra y su compactadora de latas: un éxito rotundo
La compactadora surgió de un juego con latas de combate mecanizado que Guillermo había fabricado hace años como parte de un proyecto escolar. A eso se sumó a la motivación de fomentar el tratamiento responsable de residuos, desde lo lúdico y no como una mera “obligación”.

“Son literalmente cientos de propuestas que tengo a 48 horas de la publicación del proyecto, me invitan de todas partes del país y del mundo a que les mande los planos y la idea”.
Guillermo Galetti, ideólogo de la compactadora de latas desde Neuquén.
Algunos de los desafíos que tenía el artefacto era estar preparado para un uso intensivo, ser operado con poco esfuerzo, y cumplir con las «facultades» que se esperan de una compactadora. Y fiel a su estilo, Guillermo hizo que sea atractiva y lúdica, que invite a seguir fomentando el cuidado del ambiente.
“El factor sorpresa y la parte más creativa era esto de que fuese con un personaje, que cambia durante la mordida (de la lata), muestra los dientes, mueve los ojos, muestra cierta satisfacción a la hora de morder y aplastar», explicó.
El autor contó que la obra fue posible gracias a su amigo y vecino, Héctor Venica, quien facilitó los medios económicos para que lo iniciara. “Quiero hacerlo crecer, que progrese, que pueda estar implantado en más de una locación, en alguna plaza”, dijo.
Ladrón de chatarra: un acto de rebeldía contra la pantalla
“Mi trabajo es una especie de acto de rebeldía”, postuló Galetti. Respecto a “ciertos problemas contemporáneos como el exceso de pantalla”, opinó. “(La pantalla) está aplanando el mundo le quita los relieves”, expresó a modo de metáfora.

“La economía del esfuerzo intelectual es lo que más me molesta, es como que no se pondera el esfuerzo intelectual y hay una consiguiente atrofia de la creatividad (…) contrario a esta tendencia, a mí me gusta valorar el esfuerzo”, dijo.
El empeño que se le pone a un trabajo es lo que fortalece y lo que hace crecer. “Poner en juego todos los sentidos, no conformarse con la facilidad de la imagen y del producto terminado, y solamente elegir un menú y consumir algo que hizo otro. Me gusta crear y creo que es algo que debe ser contagiado”, planteó.

Además, habló sobre la Inteligencia Artificial (IA). “Soy bastante crítico de cómo se aplican las últimas tecnologías en el ámbito de la educación«, planteó y agregó: «Creo que hay que ser muy responsable con la inclusión de esas nuevas tecnologías y me refiero específicamente a la inteligencia artificial. No podemos ser intrusivos en etapas sensibles del desarrollo cognitivo”, dijo.
Para cerrar, reflexionó que es necesario conservar ese “rasgo de humanidad”. «Es mucho más valioso de lo que pensamos y que está subestimado«, concluyó.
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