Un árbol de ciprés de 110 años se cayó y cobró una nueva vida: se volvió escultura en El Bolsón

Rubén Rodriguez lo talló a metros de su casa. La metamorfosis del bosque, las tres vidas del árbol y un significado muy especial en medio de los incendios.

El antiquísimo árbol de ciprés decidió terminar su ciclo de forma natural en el faldeo del cerro Piltriquitron. Se desplomó por obra del viento, una tarde mientras transcurría 1998 y quedó tendido sobre el bosque durante más de 20 años. 

Sus raíces, cansadas, ya no soportaron el peso de un tronco de 35 metros de alto por casi un metro de diámetro, repleto de más de un centenar de anillos que delataban su longevidad. 

“Sentí un gran estruendo y se veía el vacío que había dejado. Corrí a ver si había hecho algún daño y gracias a dios, no”, contó Rubén Rodriguez, escultor de El Bolsón.

Su primeros 110 años en pie fueron entre inviernos de nieve, primaveras y veranos que forjaron su belleza y carácter”, describió el hombre a Diario RIO NEGRO. Él fue vecino del árbol y testigo del paso del tiempo en su corteza. Todos los días lo contemplaba desde su taller.

Las primeras tallas con motosierra. Foto: gentileza.

Fue él mismo quien lo rescató del suelo para que no muera en el olvido y le dio una tercera vida tallando su madera en 2024. Así nació “Las tres vidas del ciprés”, una escultura que simboliza una especie de cuenco que alberga y contiene la vida: “Esa vida que corrió y transitó por sus fibras”, contó el tallista. 

Cuando cayó, el ciprés se sometió a los procesos de la naturaleza. Se fue transformando en casa de animales, territorio de hongos y bacterias. Así, volteado, adquirió una nueva vida, la segunda. La tercera empezó muchos años después, cuando el artista intervino sobre él. 

Las “tres vidas” son el paso de árbol vivo, a árbol tallado; a ser escultura. Recostado sobre el cerro, el “tiempo transformó su espíritu”, mientras que en la tercera vida, las manos del artista se encontraron con su “piel”, para vivir la transformación más abrupta.

“Intento armonizar mi deseo de forma con lo que la madera me permite y me invita”, contó Rubén. “El trabajo con madera representa una forma de contar algo y que pueda contener el bosque en cada milímetro”, expresó.  

Rubén Rodriguez con su obra: «Las tres vidas del ciprés».

No quiero que la madera sea solo un vehículo, me interesa que también cuente su historia, su tiempo vivido, sus inviernos”.

Ruben Rodriguez, escultor de El Bolsón.

La obra se presenta en sociedad en medio de los incendios de esta temporada, como una forma de homenajear al bosque nativo y sus especies, hoy brutalmente amenazadas. “Es una forma de rendirles homenaje y respeto. Sin ellos no habría vida”, resaltó el artista. 

Rubén Rodríguez tiene 65 años, nació en Capital Federal, pero vive en El Bolsón hace 30 años. Desde los 24, realiza esculturas de todo tipo. Talla escenas costumbristas en las que retrata oficios, personajes, lugares a veces reales a veces imaginarios, pero también esculpe conceptos y denuncias sociales profundas. 

La metamorfosis y las marcas que «hablan»


Durante muchos años permaneció caído. “En un momento lo trozamos en rodajas. No se había podrido del todo y mientras lo tenía en la mesa y lo trabajaba, me vino esa idea de las tres vidas, porque yo lo recordaba de pie, era hermoso, gigantesco y con una presencia importante”, recordó el autor de la escultura.  

Todo el tiempo se va modificando, reciclándose aún muerto. “Lo van atacando distintos elementos y a su vez heladas, nieves, va haciendo grietas, se va secando, va perdiendo la humedad, agua y eso genera fisuras”, contó el escultor. 

“Es allí que, en esas fisuras que el tiempo dejó, en mi trabajo, con mis manos, fui interviniendo, acompañando también entre lo que el árbol, quiere expresar, lo que el tiempo quiere decir, es como un encuentro entre la vida que tuvo él, su proceso y mi proceso interno también”, cerró. 

El ciprés es un árbol patagónico, que está solo en la región cordillerana, desde San Martín de los Andes hasta el noroeste de Chubut. 

Estos árboles, con su forma esbelta y perenne, para algunos simbolizan la eternidad y la inmortalidad. Desde tiempos antiguos, se ha asociado a los cipreses con la muerte y el duelo, pero también con la esperanza de una vida más allá de la terrenal.


El antiquísimo árbol de ciprés decidió terminar su ciclo de forma natural en el faldeo del cerro Piltriquitron. Se desplomó por obra del viento, una tarde mientras transcurría 1998 y quedó tendido sobre el bosque durante más de 20 años. 

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