Los monumentos de la Conquista del Desierto que nadie cuestiona en Neuquén

El de Olascoaga y las 32 banderas que estaban en la barda se inauguraron el día en que se conmemora la “gesta” de Julio A. Roca. Fue durante la dictadura cívico militar.

Los monumentos fueron siempre considerados un homenaje merecido a los héroes de la historia y se levantan en la ciudad donde pueden ser significativos para la ciudadanía y representativo de un momento histórico.

Desde hace unos años, se comenzó a repensar la colocación de monumentos, empezando a discutir si son merecidos o no o pertinentes a una comunidad. Y llevó a decidir retirar estatuas de personajes cuestionados, tal es el caso por ejemplo, del monumento del expresidente de la Nación, Julio A. Roca, emplazado en el Centro Cívico de Bariloche.

Pero este movimiento “antimonumentos” aún no llegó a algunas localidades, como es el caso de la ciudad de Neuquén.

En 1983, durante los últimos meses de la dictadura cívico militar, con las gestiones del exintendente Rubén Rousillón y del exgobernador Domingo Trimarco, se construyó el mausoleo de Manuel Olascoaga en avenida Argentina, mirando a la plaza de las Banderas.

Olascoaga era mendocino, militar e ingeniero. Siendo, Julio Argentino Roca ministro de Guerra, el militar fue designado para emprender lo que se denominó “Conquista del desierto” hacia la Patagonia, en 1879. El plan era desplazar a las comunidades indígenas que en esta zona habitaban y despojarlos de sus tierras, misión que Olascoaga ejecutó con efectividad y destacada participación.

Esto le valió ser recompensado con el cargo de primer gobernador del Territorio del Neuquén. En ese puesto, se encargó de instalar y fundar la primera capital en Chos Malal.

Murales que recuerdan el paso del coronel por estas tierras.

Por estas razones es que se consideró en su momento que merecía un sentido homenaje, pero las autoridades de la dictadura fueron por más. Resolvieron trasladar los restos del exgobernador y de su mujer, Delfina Urtubey, desde su Mendoza natal para que descansaran por toda la eternidad en la capital de Neuquén.

Así fue que el 11 de junio de 1983, un día gris y lluvioso, con la participación de las fuerzas armadas, autoridades gubernamentales, vecinos destacados y niños y docentes de las escuelas capitalinas se realizó el acto de inauguración y el depósito de los restos mortales del coronel y su esposa.

Ese día no hubo clases, se adornó la avenida Argentina para acompañar el cortejo que subió desde la Casa de Gobierno hacia las bardas.

A los alumnos de las escuelas invitadas se los “acomodó” en fila a lo largo de los cordones de las veredas, para aplaudir y “festejar” con banderas argentinas, la llegada de los restos del coronel. Días anteriores, hubo charlas en los colegios sobre quién había sido ese militar que a partir de ese momento iba a tener un monumento. Pero nadie, nunca en esa época, les contó un dato relevante, que al menos podría cuestionar la presencia de Olascoaga en la ciudad de Neuquén. El entonces gobernador de Neuquén siempre se opuso a que se traslade la capital desde Chos Malal hasta esta localidad.

Sostenía que el paraje Confluencia era un lugar inhóspito y sin ninguna posibilidad de desarrollo a futuro. De hecho defendió con uñas y dientes la capitalidad de Chos Malal, por su cercanía con Chile y el potencial comercial que eso significaba.

En su momento, cuando Bouquet Roldán le comentó sus intenciones, Olascoaga le envió una misiva que decía al respecto: “no cometa usted uno de los errores más grandes que podrá escribirse en la historia de esos territorios”.

Por supuesto, Bouquet Roldán decidió no escuchar la recomendación y continuó con sus planes. Él, que fue quien concretó el traslado de la capital a Neuquén, no tiene un monumento esta ciudad.

El día del acto inaugural del mausoleo de Olascoaga, el entonces gobernador Trimarco dijo en su discurso, “noventa y dos años han transcurrido y el coronel Olascoaga regresa al epicentro de sus glorias”.
Si la frase hizo ruido en ese momento, nadie dijo nada. Hoy, debería servir para empezar a debatir la existencia de algunos homenajes en piedra y su significación para este pueblo.

Estamos homenajeando a un personaje que se opuso siempre a que la capital esté en esta ciudad.


Las 32 banderas con las bardas de fondo que inauguró Jorge Rafael Videla


Otro resabio de lo que fue la instalación de monumentos durante la dictadura cívico militar, fue la vieja plaza de las Banderas. Un homenaje a la invasión a los pueblos originarios. Pero la historia que se escribió en aquel entonces fue otra, por supuesto.

El 11 de junio de 1979 se cumplieron cien años de la “Conquista del Desierto”, encabezada por Julio Argentino Roca y ejecutada en la Patagonia por Manuel Olascoaga, que a posterior fue el primer gobernador del Territorio del Neuquén.

En Neuquén la gobernación estaba a cargo de Domingo Trimarco y Rodolfo de la Fuente era el intendente de Neuquén.

Ese día se realizó un multitudinario acto para inaugurar la plaza de las Banderas que contó con la presencia de quien era presidente de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla.

El monumento que se levantó tenía 32 mástiles con banderas argentinas. Una representaba al pabellón nacional, las otras restantes a cada una de las fuerzas que participaron de la “Campaña del Desierto”.


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