A una semana del inicio del incendio en El Bolsón, emoción y sueños de reconstrucción

Diario RÍO NEGRO estuvo en la zona de la "mayor catástrofe de la historia" de El Bolsón. La mirada de los pobladores que lo perdieron todo mientras el fuego sigue activo.

El abrazo apretado entre Natalia y Kevin estremeció la tarde en la zona del camino del río Azul, en Mallín Ahogado, mientras las columnas de humo en las montañas detrás, en el área natural protegida Río Azul- Lago Escondido (Anprale), crecían cada vez más y alrededor la postal era desoladora: esqueletos de árboles calcinados, estructuras de viviendas destruidas y el suelo aún caliente.

Ayer a las 16:20 se cumplió una semana del devastador incendio, que sigue activo y que ayer se reavivó en la montaña, en dos zonas distintas, una hacia el lago Natación, la más importante en magnitud, y la otra hacia el refugio Dedo Gordo. Y el riesgo sigue latente porque llegan tres días de viento que podrían complicar la situación y hay temor de que el efecto del viento rote en forma de “guadaña” el fuego y baje por el Cañadón de Teno para luego avanzar hacia otra zona poblada, en la costa del río Azul, más próximo a la urbanización.

Natalia y Kevin son conocidos, ambos viven en la zona de la “peor catástrofe de la historia” de El Bolsón, según definió el intendente Bruno Pogliano, que ya arrasó con más de 3.500 hectáreas de vegetación y todo lo que el fuego encontró a su paso.

El fuego sigue activo en la montaña de El Bolsón y hay malas perspectivas por el viento este fin de semana. Foto: Chino Leiva

Vine a hacer el duelo, a abrazar a mis vecinos”, contó verborrágica Natalia, que de inmediato — limpiándose las lágrimas de los ojos— dijo a modo de presentación: “Yo perdí mi casa, perdí is gallinas, mis animales, mi huerta, perdí todo. A mis amigos, a mis vecinos se nos quemó todo”.

Kevin Pérez, con pala en mano y una tranquilidad admirable en un contexto de desolación, ayer había empezado las tareas de reconstrucción, como muchos en Mallín Ahogado, y dejó un mensaje de superación: “Es bueno acompañarse para volver a resurgir. Hay que seguir como sea”, dijo este hombre que vivía y administraba el complejo Aquarel, que tenía siete cabañas de las que hoy no quedan rastros rodeadas de frutales, también perdidos por el fuego.

Los abrazos entre vecinos eran una constante ayer. Muchos recién vuelven al barrio a ver cómo quedó todo. Foto: Chino Leiva

El jueves pasado — recordó— a las 16 estaba en la costa del río observando el arranque del fuego por un aviso en el grupo de whatsapp de los vecinos. “Fui a ayudar a contener en la Confluencia y cuando vi que avanzaba tan rápido me vine para acá a sacar a los animales, lo único que pude sacar, en cuestión de minutos se fue todo”, rememoró.

En el caso de Natalia, la situación fue distinta. Se autoevacuó con sus tres hijos menores y su pareja el día del incendio, pero creyendo que a su casa no iba a llegar el fuego, porque estaba ubicada hacia el otro lado de Wharton, el punto de inicio del sendero de montaña para los refugios del camino troncal del Cajón del Azul. “Me fui porque no podía estar con los chicos ahí y el sábado me enteré que se había quemado mi casa por completo, el fuego cruzó el río, cruzó un arroyo y terminó con todo”.

Ayer regresó a ver cómo había quedado su casa y se encontró con una “isla” sin quemar en la zona de un gallinero y las plantaciones de zucchini intactas. También la alfombra de ingreso a su casa con la palabra “bienvenidos” paradógicamente estaba sin daños. “Me puse a regar, coseché los zucchini y salí para reencontrarme con mis vecinos”, relató a RÍO NEGRO la mujer que anheló poder regresar con algo en pie para el próximo verano.

En otro sector, a la vera de la Ruta Provincial 86, donde un bosque de pinos quedó en ruinas, una mujer arrojaba agua con un bidón a una raíz totalmente calcinada. “Había fuego abajo, sigue caliente el suelo y se prende en las raíces de los árboles”, explicó. El gesto, minúsculo para ella, conmovía. La mujer — que no quiso decir su nombre— vive del otro lado del asfalto y su casa y la de sus padres de milagro se salvaron, quedaron intactas pero con toda la vegetación que las rodeaba chamuscada por el fuego.

La capilla Virgen de las Nieves, en Mallín Ahogado, destruida pero con la cruz de madera intacta. Foto: Chino Leiva

La zona de la catástrofe


Diario RÍO NEGRO recorrió la zona a una semana del inicio del fuego que para el intendente no hay dudas que se trata de un evento “organizado” e “intencional” (ver aparte). Natalia, la pobladora que perdió todo, también cree que “prendieron el fuego”.

La investigación está en manos del fiscal Francisco Arrien y ayer fueron liberadas, sin cargos, dos de las tres personas que habían sido detenidas el miércoles. Mientras que un nuevo allanamiento ayer en el camping El Rústico, en la costa del río Quemquentreu a unos 15 kilómetros de los incendios, dejó a una persona demorada por “averiguación de antecedentes”. Por la tarde se informó de dos mujeres más detenidas en El Hoyo.

Un demorado tras un allanamiento en el camping El Rústico, en El Bolsón. Foto: Chino Leiva

Mientras la investigación sigue su curso, con hermetismo, en Mallín Ahogado ayer muchos pobladores humedecían el suelo, cortaban vegetación, comenzaban a retirar escombros o buscaban dónde perforar para tener agua. El sonido de motosierras, generadores eléctricos y otras maquinarias se mezclaba con el paso constante de helicópteros y aviones hidrantes que durante todo el día arrojaron agua en las columnas de humo, donde el fuego estaba activo y que colmó de humo toda la región con el paso de las horas.

Algunos pobladores se mostraron molestos y reacios a hablar. Encuentran que la zona es “tierra de nadie” cuando cae la noche y los robos y hechos de vandalismo se repiten. Muchos piden carpas para poder estar en sus predios mientras llega la ayuda para reconstruir viviendas, una situación que esperan no se prolongue demasiado porque el invierno es cruel.

Los medios aéreos todo el día trabajaron en la zona del incendio activo en El Bolsón. Foto: Chino Leiva

El paisaje demuestra que el fuego no fue lineal en su avanzada en 9 kilómetros en solo tres horas. Hay casas intactas en medio de bosques destruidos, vegetación reluciente de verde en algunos sectores, frutales en pie, pero prima la destrucción total que llegó incluso a la capilla Virgen de las Nieves, donde solo quedó una escalinata de hormigón y una cruz de madera en pie.

Hasta el miércoles se habían registrado 153 familias con daños en sus propiedades (parcial o total), en un relevamiento que el municipio y la provincia realizan, a modo de declaración jurada, para luego direccionar la ayuda. Ayer el gobernador Alberto Weretilneck realizó gestiones en Buenos Aires y anunció un aporte del Consejo Federal de Inversiones por 1.000 millones de pesos para atender la emergencia y espera algún compromiso del gobierno nacional.

La familia Acevedo y colaboradores, entregan agua, viandas y ofrecen wifi gratis a los voluntarios del incendio en El Bolsón. Foto: Chino Leiva

En el medio, también hay mucha solidaridad. Hay voluntarios en diversas tareas, algunos coordinados por la municipalidad y otros por iniciativa propia, como la familia Acevedo que vive en el kilómetro 6.200 de la Ruta 86 y que desde el día después del inicio de los incendios, montó en la banquina un puesto para entregar agua y viandas a los brigadistas y los que ayudan en las tareas de combate del fuego.

«Empezamos ese día con una pizarra anunciando que tenemos wifi libre para el que necesite porque mucha gente necesitaba contactarse con su familia, decirles que estaban bien y acá la mayoría se quedó sin luz porque se quemaron las líneas”, señaló uno de los voluntarios, que todo lo que ofrecen es producto de donaciones.


El abrazo apretado entre Natalia y Kevin estremeció la tarde en la zona del camino del río Azul, en Mallín Ahogado, mientras las columnas de humo en las montañas detrás, en el área natural protegida Río Azul- Lago Escondido (Anprale), crecían cada vez más y alrededor la postal era desoladora: esqueletos de árboles calcinados, estructuras de viviendas destruidas y el suelo aún caliente.

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