Justicia para las víctimas: Florencia y su valiente testimonio sobre el abuso sexual en Río Negro

Tiene 29 años y es de Regina. Hace dos años, un conocido abusó sexualmente de ella y lo denunció. En diciembre, lo declararon responsable del delito. En un fallo unánime los jueces destacaron que el consentimiento debe estar presente en toda la relación. Qué significa en términos jurídicos.

“Quedate tranquila”, “no pasa nada”, “sos una exagerada”, “sos una histérica”, “nosotros ya nos conocemos”, “cuando se te pase esto hablamos”. Son algunas de las frases que aún retumban en la cabeza de Flor. Hace dos años fue abusada sexualmente por un conocido en Villa Regina. Lo denunció, el caso llegó a juicio y en los últimos días del 2024 la Justicia de Río Negro lo declaró responsable del hecho en un fallo unánime. 

Florencia Wilches está en su casa y prepara el mate en una mañana de calor agobiante. Mientras responde mensajes, planifica un viaje a la playa en los próximos días. Tiene 29 años, estudia, trabaja y va al gimnasio. “Fui dando pasos de hormiga para tratar de que no me afecte, pero es difícil, te afecta. Cambié un montón, dejé de salir porque la gente me miraba y era horrible. Regina es muy chico, la gente de plata siempre tiene más poder, yo no tenía esperanzas”, dice sobre este tiempo que transcurrió entre la denuncia y el final del juicio.  

Un proceso duro para el que nunca se está preparada


El principio de esta historia comenzó un 1° de enero de 2023 después de las 12. Por entonces ella tenía 26 años y estaba por cumplir 27. Luego de recibir el año nuevo en su casa con la familia, salió a festejar con amigas “al centro” y ahí lo encontró a Facundo Plos, un joven empresario, miembro de una familia conocida de la ciudad.   

No eran amigos, pero sí se conocían desde hace tiempo, de verse en el pueblo. Hacía calor. Siempre el verano en el valle es tan caluroso. Se juntaron a charlar, eran varias personas, después fueron al boliche y luego el invitó a todos a su casa porque tenía pileta. Ya era casi de mañana. Él la invitó a quedarse, ella aceptó y el resto se fue. “Al principio estaba todo bien. Pero después dejó de estar todo bien”, adelanta. 

Durante el juicio se comprobó que la relación comenzó siendo consentida, pero dejó de serlo por la violencia que Facundo Plos ejerció en un primer momento. Ella se negó a continuar “haciéndole saber su determinación varias veces de forma verbal y también mediante la resistencia física que pudo oponer. No obstante, se vio doblegada físicamente por su opresor”, indicaron los jueces Oscar Gatti, Gastón Martín y Alejandro Pellizzón en su fallo.  

Esa misma noche Florencia, acompañada por su mamá, fue a la comisaría del barrio a hacer la denuncia. La llevaron al hospital donde le dieron atención médica, la revisó el médico policial, le sacaron sangre, le tomaron muestras, le dieron anticoncepción de emergencia y fármacos para prevenir enfermedades de transmisión sexual. No había sido fácil tomar la decisión de denunciar. “Más allá de que sabía que no era mi culpa, tenía vergüenza igual, decía cómo me pudo pasar esto a mí o para qué voy a hacerlo, no va a servir de nada”, repasa. 

Dos días después le formularon cargos a Plos por abuso sexual con acceso carnal. La fiscal Vanesa Cascallares pidió la prisión preventiva por 30 días, el juez Julio Martinez Vivot hizo lugar y quedó detenido. Una semana después le otorgaron el beneficio de la prisión domiciliaria y en esa condición llegó al juicio que se hizo a mediados de diciembre del año pasado en Roca y que terminó con el veredicto de culpabilidad de Plos. La sentencia aún no está firme y está pendiente la audiencia de cesura para definir el monto de la pena que deberá cumplir.

Cuando Plos llegó al juicio no era la primera vez que se sentaba como acusado frente a un tribunal. En noviembre del 2023 había sido condenado a tres años de prisión por haber matado a una persona en medio de un accidente de tránsito sobre la Ruta Nacional 22, en agosto del año anterior.  

Para Flor no fue fácil la espera hasta el juicio. Por un lado se sentía juzgada y observada todo el tiempo, no toleraba el contacto físico ni de su papá, no salía a ningún lado. Asegura que hubo varios intentos –inclusive a través de terceros- para que desistiera del proceso y que hasta en los días previos al inicio del juicio existió un ofrecimiento de acuerdo monetario.  

El juicio comenzó un miércoles y terminó un viernes. Flor fue un solo día a declarar y Plos estuvo presente. Sólo lo miró una vez, él no la miró pero tuvo que escucharla. «Yo no confiaba en la Justicia, pero por suerte me equivoqué porque falló a mi favor”, sostiene.  

De alguna manera siente alivio y que “algo repara”. Reconoce la importancia de que “la declaración de culpable ya la tiene”, más allá de que sabe que la otra parte puede apelar.  “Después de contar todo dije ante los jueces: quiero que quede algo claro. Que no es no”, repite, “no importa quien sea, si estuviste 5 minutos antes, si fue tu novio, si no es tu novio, si fue tu marido, no importa. No es no. No podés hacer lo que quieras con la otra persona, no podés pasar su propio límite”. 

Consentimiento y cultura de la violación 


Desde el punto de vista jurídico, el consentimiento es “la capacidad que tienen las personas de indicar su voluntad de participar en un acto sexual. Debe ser voluntario, inequívoco y expreso. No existe el consentimiento tácito. Una de las características es que debe ser libre, sin ningún tipo de presión, y puede ser reversible. Si en determinado momento la persona deja de sentirse cómoda en el acto sexual puede decir hasta acá, no quiero más, y tiene que ser respetada”, explicó la abogada Celina Fernández.

Para los organismos internacionales de protección a mujeres, niños niñas y adolescentes -el sector de la población estadísticamente más vulnerable a ser víctimas de violencia sexual- es muy importante tener en claro el término porque «muchas veces se utiliza como un mecanismo de exculpación de las personas imputadas y para estigmatizar a las víctimas”, indicó.  

La llamada “cultura de la violación” normaliza la violencia sexual en una sociedad determinada que permite aceptarla como un hecho cotidiano. Parte de ella viene acompañada con culpar y perpetuar la culpa de las víctimas, con frases como “ellas se lo buscaron». Por otra parte, la forma en que las autoridades del Estado ven la violencia sexual también fomenta esta cultura de la violación”, opinó Fernández.  

Para la abogada Angélica Acosta Meza, “el consentimiento juega un rol importante en la determinación y diferenciación entre una conducta violenta y un acto sexual consensuado” y por eso es crucial crear “una cultura del consentimiento dado libremente en todo momento” y cuestionar “los mandatos de la masculinidad imperantes que no valoran las opiniones, mensajes y manifestaciones de los cuerpos feminizados».  

«La cultura de la violación es omnipresente en este sistema patriarcal«, señaló, «y forma parte del entramado de limitaciones y complicidades institucionales que enfrentan las mujeres para poder acceder a la justicia y los bloqueos sociales a los que deben enfrentarse para poder ejercer su derecho humano a vivir libres de violencia».

«Es un problema que afecta los derechos humanos y las libertades fundamentales de las mujeres y que, como tal, requiere soluciones integrales para poner fin a los estigmas, imaginarios y percepciones que normalizan y justifican tanto las expresiones de la violencia como las desigualdades de género», concluyó.

Qué es la violencia sexual contra las mujeres


La ley 26.485, de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres define la violencia sexual contra las mujeres como cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.

Este precepto que «pone el acento en el consentimiento como expresión de la voluntad de la mujer en la toma de decisiones sobre su vida sexual, componente esencial para distinguir una conducta sexual libremente realizada de un acto sexual forzado», resaltó Acosta Meza.


“Quedate tranquila”, “no pasa nada”, “sos una exagerada”, “sos una histérica”, “nosotros ya nos conocemos”, “cuando se te pase esto hablamos”. Son algunas de las frases que aún retumban en la cabeza de Flor. Hace dos años fue abusada sexualmente por un conocido en Villa Regina. Lo denunció, el caso llegó a juicio y en los últimos días del 2024 la Justicia de Río Negro lo declaró responsable del hecho en un fallo unánime. 

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