Río Negro tiene 97 flamantes médicos: «Si no fuera por la universidad pública, hoy no me estaría recibiendo»
Egresaron este miércoles de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Comahue, en Cipolletti. Se trata del número más alto de egresados de una carrera de grado en la historia de esta universidad pública.
«Si no fuera por la universidad pública, hoy no me podría estar recibiendo de médica«, aseguró emocionada Sabrina Arregui Echeguren, de 29 años oriunda de Allen. Es tan sola una de los 97 médicos que egresaron este miércoles de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Comahue, en Cipolletti. Se trata del número más alto de egresados de una carrera de grado en la historia de esta universidad pública.
Sabrina ingresó a la carrera de Medicina en 2014: «Creo que es algo que quise toda la vida. Nunca hubo un plan b y nunca se me ocurrió estudiar otra cosa«.
Tras el egreso, ya tiene decidido su próximo paso: se tomará un año para ejercer con su flamante título y luego, se abocará a la especialidad de cirugía infantil. «Cuando empecé las prácticas me di cuenta que quería pasar mis días en los quirófanos. Pero nunca pensé en pediatría porque no sabía si lo iba a poder afrontar emocionalmente. No pasa por feeling: me encantan los nenes», contó.
Cuando le tocó participar de la campaña de vacunación contra el Covid-19 en Neuquén, se percató que cuando le tocaba el grupo de niños era «el momento más feliz»: «Me sentía cómoda, contenta y pensé que quizás iba por ahí. Al año siguiente, sintió lo mismo, al cursar pediatría«.

Sabrina ya ingresó a trabajar en el área de certificados únicos del Plan de Control de Discapacidad de Nación. Más adelante, evaluará otras opciones a fin de ingresar a alguna guardia o internación domiciliaria. «Me tomo esta año para estabilizar un poco y por situaciones familiares, con la idea de arrancar luego con la residencia a full. Aprendí con la carrera que nadie me corre. Uno lleva sus tiempos. Hay que permitirse vivir desde ese lugar», señaló.
Sabrina insistió en que, sin la universidad pública, no hubiera podido estudiar. Ni ella, ni sus hermanos. Uno de ellos también acaba de recibirse de contador. «Somos tres. Más allá de que la universidad es pública, uno debe aportar desde lo económico para el transporte, los libros. No es nada sencillo. En una universidad privada, esto hubiera sido imposible», advirtió.

Su último final correspondió a la materia Ginecología y Obstetricia. Acostumbrada a rendir entre los primeros por la letra de su apellido, en este caso le tocó en el puesto 42 en función del orden de inscripción. «Había citado a mi familia a las 17 y salí pasadas las 20. Se me hizo eterno, pero fue inolvidable. Hoy cierro los ojos y vuelvo hacia ese momento, especialmente cuando uno anda medio medio«, reconoció.

Un carrera con 27 años de historia
«Estamos felices con este egreso y a fin de año, egresarán otros 50 médicos. Es una respuesta a tantos años de trabajo y permanencia de la facultad en la región y al apoyo de la comunidad. Las familias confían en la calidad de la enseñanza y envían a sus hijos -tanto quienes tienen la posibilidad económica como los que no-«, indicó Silvia Ávila, decana de la Facultad de Ciencias Médicas de la Unco que abrió sus puertas en 1998.
Un 4 de abril, la profesora de Bioquímica Ana Pechén dictaba la primera clase en el Colegio Médico de Cipolletti ya que todavía no existía la sede de la facultad.

El primer acto de colación fue en 2004, hace 21 años. «En ese momento, estaba la necesidad de médicos con un perfil más humanista, orientado a la medicina general. Un perfil holístico, con acento en el cuidado de la salud, en la prevención y no solo en el tratamiento. Era un programa innovador«, comentó Ávila.
En un primer momento, la localización de la carrera estuvo disputada entre Roca, Neuquén y Cipolletti, pero ganó esta última. «Fue una decisión territorial muy positiva -consideró la decana- porque cuando uno establece una casa de altos estudios origina todo un movimiento en la región, sea comercial y de alquileres».

Poco después de la puesta en marcha de esta facultad, se creó la carrera en la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca y tiempo después, en Bariloche, a cargo de la Universidad Nacional de Río Negro.
En Cipolletti, la Facultad de Medicina comenzó a funcionar con un examen que habilitaba el ingreso a unos 100 estudiantes. Tiempo después, se dispuso que el acceso fuera irrestricto -ya que el estatuto de la Universidad Nacional del Comahue prohibía los exámenes de ingreso y eso generaba una cierta tensión-.
«De modo que el estudiante que ingresa a la facultad es, desde el primer día, estudiante universitario. Se inscriben alrededor de 700 estudiantes, pero hay 400 ingresantes reales«, dijo.

Ávila destacó que más allá de que muchas familias no podrían enviar a sus hijos a estudiar a otros grandes centros urbanos, muchos jóvenes prefieren permanecer en la región y sostener sus grupos de pertenencia. «Tener una universidad de proximidad allana mucho la posibilidad de estudios», evaluó.
Si bien la carrera estipula 7 años curriculares, el promedio de permanencia ronda los 8 a 9 años. «Es más prolongada porque ha desaparecido el estudiante con dedicación exclusiva. Hoy todos trabajan. Y aquel que tiene trabajo formal, cada año de la carrera lo hace en dos. De hecho, muchos asistieron al acto con sus parejas e hijos. Es todo un esfuerzo de la sociedad sostener la universidad pública», indicó.
Ávila consideró que ahora, tras el egreso, el esfuerzo radica en sostener esos recursos humanos para que permanezcan en la región.
El hecho de transcurrir por la universidad le cambia la mirada de la gente. Cambia el rumbo que tenía su existencia. Los países que se desarrollan son aquellos que apuestan a la educación, la ciencia y la tecnología. De ahí sale todo: la salud, el desarrollo provecho industrial»,
Silvia Ávila, decana Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Comahue.

Rumbo a la terapia intensiva
Juan Nardini, de Villa Regina, se recibió de médico con 28 años. ¿Por qué Medicina? «Siempre intenté tener una respuesta coherente a esa pregunta, pero lo cierto es que no la tengo. Desde chico, supe que era medicina. Nunca hubo una segunda opción», reconoció.
El camino de Juan continúa ahora con una residencia en Terapia Intensiva en el Hospital Austral, en Pilar, en Buenos Aires, durante 5 años. Juan es un apasionado de la emergencia en medicina y las variaciones del cuidado crítica. «En minutos -o segundos- ves las consecuencias de un tratamiento. Es una especialidad que requiere tomar decisiones. Me gusta lo vertiginoso«, planteó.
También recalcó que no hay muchos médicos en la especialidad: «Es tan poca la cobertura que, por lo general, médicos de otras especialidades terminan haciendo guardias de terapia intensiva. En las residencias quedan muchos cupos libres porque a nadie le convence: un poco por lo dura de la especialidad y otro poco porque vivís de guardia en guardia y no tiene un buen sueldo».

Pesa que es un contexto difícil para la universidad pública, pero siempre tratan de encontrar la vuelta, dar una mano, ayudar y facilitar y la decana se ha mostrado muy cercana al estudiante desde que asumió»,
Juan Nardini, flamante médico, oriundo de Villa Regina.
Juan destacó que el Austral cuenta con una de las terapias intensivas más grandes del país, con más tecnología, a la que definió como «una terapia humanizada, abierta, en la que los familiares pueden acompañar al paciente las 24 horas«. «Es un proyecto de humanización de cuidados críticos. El jefe de esa terapia fue el embajador de la idea. Intenté entrar, se me dio y no podía desaprovechar esa oportunidad», admitió.
Sin embargo, se reconoció como «fanático de Villa Regina». «Me encantaría volver una vez que finalice mi residencia. Pero ahora estoy focalizado en el hecho de haber recibido mi título: será el día más importante de mi vida hasta ahora, el cierre de muchos años de esfuerzo personal, de estudio, de tener a mi lado a mi familia y amigos aguantando», concluyó.

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