Se viene el festejo del Último Primer Día: por qué genera preocupación de docentes y familias de Río Negro

Los jóvenes se preparan para celebrar en la madrugada previa al inicio de clases. Desde el Ministerio de Educación de Río Negro, plantean no prohibir sino acompañar.

Seis cursos de quinto año de Bariloche de dos colegios privados se organizaron para contratar un salón para la madrugada anterior al inicio de clases. Eran tantos chicos que el alquiler les costó apenas 1.500 pesos a cada uno. Cada curso se organizó para pintar los remerones que usarían esa noche y eligió, a su vez, dos o tres delegados para buscar precios de bebidas y hacer las compras. Todo está listo.

El Último Primer Día (UPD), organizado por los alumnos del último año del secundario, se impuso diez años atrás. No se sabe exactamente a dónde surgió, pero los festejos se viralizaron tan rápido que comenzó a ser adoptado en diferentes provincias del país.

Los estudiantes de quinto y sexto año se preparan para recibir su último año de cursada con una fiesta -en un lugar cerrado al aire libre- y luego, concurren directamente a clases. Todos juntos. Sin dormir.

El consumo de bebidas alcohólicas y las condiciones en que algunos chicos llegaban a los colegios generó alarma en el Ministerio de Educación y en las comunidades educativas que optaron por asimilar los festejos y prepararse para este tipo de eventos.

«Sabemos que no podemos impedirlos, pero no acordamos con este tipo de celebraciones«, admitió la rectora de un colegio secundario al comienzo de una reunión de padres. Y de inmediato alertó: «No permitiremos el ingreso de los chicos que estén bajo el efecto de cualquier sustancia. Si vemos que, durante la mañana, los chicos se duerman, los llamaremos para que los vengan a buscar«.

Último Primer Día Cuidado, el protocolo del Ministerio de Educación de Río Negro


El Ministerio de Educación de Río Negro puso en marcha un protocolo llamado Último Primer Día Cuidado. «Sabemos de la importancia para los adolescentes de transitar ultimo año de escuela secundaria y este es un festejo que sucede desde hace años en la provincia. Como adultos responsables, debemos acompañar. No prohibir. Y vemos esto como una oportunidad de trabajar en acciones preventivas», sintetizó Jimena Serra, referente de la Dirección General de Educación de Río Negro.

Recalcó la necesidad de trabajar «corresponsablemente» en la prevención y en la promoción de los cuidados. Por eso, agregó, «desde el año pasado, el UPD forma parte de la agenda del Ministerio».

«Les preguntamos a los estudiantes cómo son los festejos, porque si no conocemos, difícilmente podamos acompañar. En Viedma, por ejemplo, se juntan en una casa y luego, van a la costanera donde articulamos con otros organismos para generar un espacio seguro«, indicó Serra.

Aseguró que se enviaron «orientaciones para trabajar en cada territorio» destinadas a los equipos de los supervisores, equipos técnicos, directivos, docentes, estudiantes y familiares. «Buscamos involucrar a todos los actores de la comunidad educativa para generar espacios seguros y cuidados. Con estos festejos, buscamos reducir el riesgo«, expresó y destacó los acuerdos con las familias y estudiantes: «Hay escuelas que decidieron recibirlos con un desayuno y un festejo dentro de la institución».

Lo que se sugiere a las escuelas, insistió la funcionaria, es no negar que el festejo sucede. «Es importante el hito de ingresar al secundario por última vez y no se trata de prohibir sino entender el festejo y llegar a un acuerdo con las familias, preparar las instituciones para recibirlos generando un espacio de cuidado de los estudiantes. Es cierto que genera preocupación el tema de los consumos. Pero eso se aborda pedagógicamente durante todo el año«, aseguró.

El supervisor de Nivel Medio, Ricardo Fernández, consideró que «la escuela por sí sola no puede abordar algo que no forma parte de las actividades escolares«.

«Para los jóvenes, el UPD expresa un sentido de pertenencia y tiene que ver con materializar el cariño con sus compañero. Generalmente es al aire libre, pero las consecuencias del impacto es cuando los chicos ingresan al colegio ya que se han presentado situaciones en las que los jóvenes ponen en riesgo su integridad psicofísica», planteó.

El docente se refirió al consumo de alcohol y estupefacientes: «Cuando ingresan, están desafiando la normativa escolar. Ahí la escuela pone en marcha el protocolo en el marco del Consejo de Convivencia y si se transgredieron normas de convivencia hay una sanción que no es punitiva. Es reparatoria», puntualizó.

Diferenció el consumo circunstancial en el UPD del consumo sostenido que requiere otro tipo de abordaje por parte de los equipos técnicos y de salud. «La finalidad no es limitar la festividad sino crearle un contexto seguro y consciente, promoviendo la articulación con las familias y la escuela», dijo.

Mencionó que hay estrategias que las escuelas ponen en marcha: algunas tienen previsto recibir a los chicos con un desayuno o habilitar un espacio de diálogo, poniendo el foco en «si los estudiantes han consumido alcohol y no pueden permanecer dentro de colegio».

Padres a favor y en contra del UPD


Mariana recibió en su casa a los compañeros de su hija para que pinten los remerones que usarán la madrugada del festejo.

«Las generaciones van cambiando y son nuevas formas de festejar. A veces, hay excesos, pero lo ideal sería que los chicos festejen tranquilos y que sea alegría sin sufrirlo al otro día. Todos fuimos adolescentes y está bueno disfrutar. Sin excesos», reconoció esta barilochense.

Consideró que tanto los padres como los docentes deberían mantener un diálogo con los chicos sobre «los riesgos de beber de más». «No digo que no tomen. Un poco sí, pero sin llegar al punto en que se sientan mal o que no puedan controlarse o mantenerse en pie. Son feas las consecuencias después. Y desde el colegio deberían hacer lo mismo sin mirar para el costado: educar y acompañar», manifestó.

Susana, otra madre de un estudiante de quinto año, dijo no estar de acuerdo con la celebración. «Pero, bueno, soy una persona de 56 años. Soy retrógrada para los niños. De todas maneras, creo que no hay manera de evitarlo. Ya nos han dicho de la escuela que si los chicos no están bien, los tendremos que retirar», contó.

«Yo creo que mi hijo se va a comportar como corresponde, más allá de que tome un poco seguramente. Yo propondría un último primer día un sábado, pero bueno ya no sería un UPD», acotó y se largó a reír.

Marcia, en cambio, calificó la iniciativa como «re divertida». «Me hubiera gustado hacerlo en mi época. Me parece que, como último año, tienen que compartir y divertirse, más aún con las pocas posibilidades que tienen de salir en Bariloche que no hay lugares para la edad de ellos«, señaló.

La mujer consideró que la fiesta «quedará grabada en la memoria del grupo para siempre». «Preocupa, entre los padres, el tema del alcohol como un descontrol. Preocupa el estado en que lleguen al colegio, pero uno les da un voto de confianza. Depende mucho de la crianza en la casa«, evaluó.

Sugirió charlar antes «sobre los cuidados, el consumo de alcohol y, «concientizar en la necesidad de ser responsables de ellos mismos, de cuidarse. Todos tuvimos esa edad y son vivencias que tienen que tener».

La opinión de los jóvenes sobre los festejos del UPD


Sol Ailín contó que, con su curso, empezaron a organizar el UPD a comienzos de febrero. La ansiedad era inmensa. Decidieron coordinar el festejo con los otros tres cursos del mismo colegio y sumar a otros dos cursos de otro establecimiento donde «hay muchos conocidos».

«Empezamos buscando salón que fue lo más complicado porque ninguno nos aceptaba. Después, empezamos a organizar el DJ, la seguridad y todas esas cosas», señaló.

«¿Qué significa para mi el UPD? «Unirme con mis compañeros en el último año. No los vas a ver más de esa manera y es como empezar el cierre de la secundaria«, definió la joven de 17 años.

Respecto a la preocupación que genera el consumo de alcohol, Sol Ailín consideró que «no deberían preocuparse tanto, pero entiendo que quieren que sus hijos lleguen en buen estado al colegio y no se sientan mal. Pero la idea es pasarla lo mejor posible, sin sentirse mal».

«Lo que estaría bueno es que desde el colegio hablen más con los alumnos sobre lo que puede provocar el consumo de alcohol», sugirió.

«Lo que se aprende toda la vida no se pierde en una noche»


El psicólogo Ariel Torres, especialista en salud mental de niños y adolescentes en Bariloche, opinó que «hay varias aristas desde la cual hay que mirar al fenómeno UPD».

«Desde los adolescentes, es un acontecimiento más (junto a otros en esta edad), cargado de fantasía e idealización, tal como sucede por ejemplo en Buenos Aires respecto al ‘viaje de egresados a Bariloche’. Evolutivamente, es un hito más que permite comprender que una etapa se está terminando y que lo que viene es distinto. No sé si mejor o peor, pero es distinto, más aún para los que no solo ingresan a una institución nueva, sino también a una ciudad y a un estilo de vida desconocido hasta el momento», sostuvo.

Respecto a las familias, valoró, «en ocasiones constituye una verdadera preocupación y pone en jaque los límites y el vínculo de confianza con los hijos, qué se puede y qué no, qué puedo permitir como adulto, qué enseño con mi aprobación, tal vez otros no se cuestionan nada de esto».

También mencionó el plano sociocultural: «Es una actividad que se instala en la sociedad como algo ‘establecido’, que ‘se tiene que hacer’ y todos deben aceptar. Lo cierto es que como adultos debemos entender que nuestro vínculo trasciende un evento, lo que se aprende toda la vida no se pierde en una noche y que el modo en que nosotros procesamos esa realidad que se ha instalado en los adolescentes, seguramente condicionará nuestra decisiones. Desdramatizar creo que es fundamental pero también cuidar a los chicos y minimizar los riesgos es necesario».


Seis cursos de quinto año de Bariloche de dos colegios privados se organizaron para contratar un salón para la madrugada anterior al inicio de clases. Eran tantos chicos que el alquiler les costó apenas 1.500 pesos a cada uno. Cada curso se organizó para pintar los remerones que usarían esa noche y eligió, a su vez, dos o tres delegados para buscar precios de bebidas y hacer las compras. Todo está listo.

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