Sembrar futuro en Challacó, una escuela rural que lucha por seguir enseñando: «Nuestro principal objetivo es que sobreviva»
La escuela 176 no solo es una institución rural, sino que es la única en todo el pueblo. Allí estudian nueve alumnos de los cuales tres egresan este año. La comunidad educativa apuesta a sumar alumnos y sostener una propuesta pedagógica ligada a la naturaleza.
Todos los días, en Challacó, a unos 20 kilómetros de Plaza Huincul, una traffic recorre caminos rurales para buscar a nueve estudiantes y llevarlos a la escuela del pueblo. Allí no solo se forman en Matemática y Lengua: también trabajan en la huerta, cuidan animales y aprenden desde el contacto directo con la naturaleza. Es la Escuela Rural 176, una institución que ofrece una formación educativa y vivencial única y que hoy enfrenta el desafío de seguir abierta, enseñando y sembrando futuro en medio del campo.
La escuela 176 no solo tiene años de historia con su fundación hace 38 años, sino que es la única que hay en todo el pueblo. Al frente de ella está su directora, Paola Godoy, quien desde hace un año y medio encabeza un proyecto educativo que apuesta al medio ambiente, la producción y el arraigo.
El edificio donde hoy funcionan las aulas no siempre fue una escuela: “Acá funcionaba la primera sede de Ingeniería de la Universidad del Comahue y cuando se trasladó a Neuquén la escuela se mudó a donde está ahora”, relata la maestra.
Challacó supo ser un pueblo con movimiento, impulsado por la actividad petrolera. Luego la gente se empezó a ir. “Algunos querían quedarse, pero la vida en el campo es muy dura: acá no hay luz, no hay gas, no hay agua corriente. Es complicado”. Esa emigración hoy se ve en las aulas: “Nuestra proyección lamentablemente es bastante baja porque la mayoría de la gente se ha ido del campo”.
Actualmente acuden nueve alumnos. Funciona como escuela rural multigrado y recibe niños y niñas desde los tres hasta los doce años.
La rutina educativa en el campo comienza temprano: “Muchos chicos viajan desde parajes lejanos y suben a la traffic antes de las 7.30”, cuenta la directora. “Llegan a las ocho, los recibimos con música y la bandera. Hacemos una ronda, charlamos sobre cómo estuvo el día anterior y cómo estamos hoy”, agrega. Luego desayunan y comienzan las actividades curriculares: matemática, lengua y geografía son algunas de las materias que dan las dos “seños” de la institución.
El predio escolar es amplio y ofrece múltiples espacios de juego: cancha de fútbol, básquet, hamacas, bicicletas y triciclos que llegaron a través de donaciones, los principales atractivos del recreo. “Tratamos de mantener todo para que ellos puedan usarlo”, dice Godoy. Después del las materias especiales, llega el turno del trabajo en la huerta y la granja, una de las experiencias más significativas para las infancias. La jornada es simple: de ocho a 12.15, aunque los chicos terminan quedándose más tiempo para almorzar en el comedor.
Este año fueron nueve estudiantes, pero el cierre del ciclo lectivo dejó un dato que preocupa: “Egresaron tres de séptimo grado, así que el año que viene vamos a quedar con muchos menos. Solo tenemos el ingreso de un niño a sala de cuatro”. Frente a ese panorama, la comunidad educativa comenzó a pensar alternativas para evitar el cierre. Una de ellas es transformar la escuela en jornada extendida. “La idea es que entren a las 8 y se vayan a las 16”, señala la directora.
En paralelo, buscan gestiones con el Municipio de Plaza Huincul para garantizar transporte y así “captar estudiantes de la zona de chacras o familias que quieran traer a sus hijos a estudiar desde la ciudad a un lugar totalmente distinto a la urbanidad”. La propuesta es clara: ofrecer otra forma de aprender.
Esa diferencia se construye día a día con un proyecto que integra contenidos curriculares con talleres productivos. “Trabajamos muy duro para reactivar la huerta y la granja”, explica Godoy.
Hoy la escuela tiene patos, gansos, conejos y gallinas, además de una huerta que volvió a dar frutos. “Se plantó zanahoria, lechuga, se cosechó un montón y mucho se utilizó para el comedor. Los mismos chicos cosechan y después lo consumen”, contó.
Algo fundamental es que el aprendizaje no se queda en la escuela: “Esto funciona como agente multiplicador porque ellos son quienes le enseñan a su familia, por ejemplo, a crear su propia huerta”, detalla Godoy. “Intentamos todo el tiempo que los contenidos estén relacionados con estos talleres. Se trabaja interdisciplinariamente”, agrega.
Para el año próximo, esperan que los proyectos se multipliquen. “Queremos implementar un taller de cerámica y un laboratorio tecnológico con una estación meteorológica”, adelanta la directora. La idea es que los chicos aprendan del clima y lo puedan relacionar con la huerta y la granja. “Tenemos miles de proyectos, podría estar toda la mañana contándolos”, dice con entusiasmo.
El objetivo es claro y urgente: “Mantener viva esta escuela”, afirma la maestra con convicción. “Todos sabemos que cuando se van quedando sin alumnos, lo que se hace es cerrar estas escuelas. Nosotros queremos todo lo contrario: revivirla”.
Para ella, el valor de la educación rural es incuestionable. “El niño tiene contacto directo con la naturaleza y relacionarlo con los contenidos curriculares es muy significativo”, asegura. “Hay cosas que aprenden acá que no olvidan nunca más”.
La escuela que lucha por enseñar necesita donaciones
Sostener este proyecto no es sencillo. La escuela no cuenta con partidas específicas para la alimentación de los animales ni para los insumos productivos. Por eso, gran parte del trabajo es autogestionado. «Vendemos huevos para poder comprar la comida de los animales”, cuenta Godoy. También cocinan tortas fritas que venden a trabajadores de las empresas petroleras de la zona. “Con ese dinero invertimos en herramientas y alimento”.
La falta de agua corriente es otro de los grandes desafíos. “Tenemos una cisterna que se llena con camiones, pero necesitamos más reservorios”, explica. Por eso están solicitando donaciones de tambores plásticos y tanques de agua para los animales.
El pedido es más amplio: “Necesitamos todo lo que tenga que ver con insumos para la huerta”, comenta la directora. “El nailon que usamos todos los años se nos rompe y es costoso; las herramientas que usan los chicos también sirven. Todo lo que tenga que ver con insumos para la huerta y la granja, es bienvenido”.
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