Sequía y generación eléctrica: postales del agua que falta en los embalses

La arena volcánica domina ahora el paisaje en la confluencia de los ríos Limay y Traful, a la verda de la ruta 237. Hay grandes bancos de arena, fruto de la fuerte bajante.

El déficit hídrico de los últimos años provocó numerosas alteraciones en el paisaje cordillerano, pero pocas son tan impactantes como la bajante en los embalses de las presas, que volvió a dejar al descubierto grandes bancos de arena y tramos de ríos que durante años habían quedado absorbidos por los lagos artificiales.

Es lo que ocurre por ejemplo en la confluencia del Collón Cura con el Limay y también en el punto donde el Limay recibe las aguas del río Traful, ambos atravesados por la ruta nacional 237.

Miles de viajeros pasaron por allí durante todo el verano y fue común verlos detenerse para observar el fenómeno, comparar con otras épocas, sacar fotos y preguntarse cuándo volverá todo a la normalidad.

El dueño de la hostería Grutas de la Virgen, ubicada en Confluencia Traful, Sebastián Menant, dijo que el fenómeno tiene que ver con “una sequía lleva por lo menos 20 años”, y que alteró las prácticas recreativas, al punto de que los pescadores o navegantes ya no pueden bajar botes, por la escasa profundidad del Limay. A cambio la confluencia se transformó en un concurrido balneario.

A la vera de la ruta nacional 237, el río Limay corre con escaso nivel de agua. Hay sectores que se puede cruzar a pie. Foto: Marcelo Martinez

Esto último, dijo Menant, fue aprovechado por cientos de personas en los días de más calor, que pasan el día allí con sus reposeras y equipos de mate, claro que “que hacen sus necesidades en cualquier lado y muchos no se llevan la basura”.

El hotelero consideró que Parques Nacionales debería controlar esos nuevos usos, “pero hay muy poco cuidado”.

El panorama que se observa desde el puente de la confluencia es descorazonante, porque el río Traful es apenas un estrecho hilo de agua que se puede cruzar a pie sin mayor dificultad y el Limay también está lejos de correr ancho e impetuoso, como cuando baja hinchado por los deshielos. Ambos se desplazan por sus cauces milenarios con lugar de sobra, en medio de una gran planicie alterada por la acumulación de arena volcánica, donde prosperan también algunos sauces.

Turistas y lugareños coinciden en que da “tristeza” ver así la confluencia, donde para mayor desolación la estación de servicios del Automóvil Club, que funcionó allí durante décadas, permanece cerrada.

Hays ectores del río Traful que se puede cruzar a pie. Foto: Marcelo Martinez

Menant dijo que la caída crónica en el promedio de precipitaciones les generó problemas serios en la hostería, que se aprovisiona con agua de vertientes. “Por suerte nos pudimos anticipar, porque a mí me gusta todo lo que es bioconstrucción y ya venía siguiendo el tema -explicó-. Me llamó la atención que en los años de deshielo flaco el caudal de la vertiente en octubre ya era tan débil como el que después tenemos en enero. Por eso tuvimos que armar piletones de tierra y plástico y eso nos permite retener el agua cuando hay, para poder racionarla. Sin esa previsión la habríamos pasado mal”.

Hace unos días Andrea García y Ricardo Braidotti, una pareja de neuquinos que viajan seguido a la cordillera, decidieron parar al mediodía a documentar la bajante en Confluencia Traful porque no daban crédito a lo que veían. “Yo creo que es histórico, nunca estuvo tan bajo”, aseguró Andrea.

Dijeron que en El Chocón también les pareció “tremenda” la reducción del lago. Suelen recorrerlo en una pequeña lancha y comprobaron la existencia de bancos de arena donde nunca los habían visto. “En el anfiteatro del Limay (más cerca de Bariloche) también es un desastre la poca agua que hay, es triste verlo así”, agregó la mujer.

Ricardo opinó que “la recuperación, si es que llega, va a ser lenta. Tiene que llover y nevar mucho, no creo que alcance con una temporada”.

Buen parte de la magia del Valle Encantado se perdió por la sequía. Esta es la postal hoy del puente de Confluencia. Foto: Marcelo Martinez

El dueño de la hostería de Confluencia dijo que lo que ocurre “sin dudas es preocupante”, porque él y otros prestadores turísticos viven básicamente “del paisaje”.

Aseguró que a la larga la pesca también resulta afectada porque “la trucha necesita agua fría y oxigenada”, y este año los ríos estuvieron “más templados que nunca”. También enfrentan problemas las pisciculturas comerciales ubicadas en el embalse Alicurá, porque en esas condiciones los peces crecen más lento, dijo Menant.

Según señaló, la bajante del embalse Alicurá se precipitó en pocos días a partir de fin de año. “En esa fecha estaba al tope -dijo Menant-, pero empezaron a generar a toda velocidad, por la demanda eléctrica del verano, y se vació rápido, porque el agua que entra es muy poca”.

El hotelero vive desde hace 40 años en el lugar y confirmó -al igual que las tablas que lleva la AIC- que la bajante actual no es la más pronunciada de la que tenga registro. “Después del volcán, en 2012, también hubo una muy grande”, aseguró.

Señaló como otra “novedad” que genera contratiempos, la aparición de grandes médanos de arena, que han emergido por el retroceso del lago y que “en los días de viento cubren la banquina y parte de la ruta”. Él mismo ya alertó hace unos días a Vialidad Nacional para que limpien la cinta asfáltica porque “es peligroso”.

Miriam Salazar, su hija Diana y varios nietos volvían días atrás desde San Martín de los Andes a Bariloche (donde viven) y también pararon en Confluencia Traful asombradas por la escasez de agua. “Es impactante, y en Collón Cura es peor”, dijo Miriam. A su juicio “hace falta mucha lluvia y tiene que venir un buen invierno” para cambiar la tendencia.

La arena es la protagonista de este verano en la zona de la Confluencia de los ríos Limay y Traful. Foto: Marcelo Martinez

La sequía es prolongada pero no alcanza niveles récord


La sequía en toda la región es muy pronunciada, pero no alanza niveles récord, según indican los especialistas, que sí admiten como inusual su prolongación en el tiempo.

El secretario de Operación y Fiscalización de la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC), Julio Porrino, dijo que “la memoria a veces engaña”. Agregó que si bien el panorama puede resultar impactante, los ríos y embalses “han estado igual o más bajos en el pasado reciente”.

Dijo por ejemplo que hubo una bajante crítica en 1998 y 1999, cuando El Chocón llegó a estar “cinco metros por debajo del nivel actual”.

Las trampas de los criaderos de truchas en el curso del río Limay, en la zona de Confluencia. Foto: Marcelo Martinez

Señaló que el monitoreo de la AIC es permanente y que tienen documentado que hubo otras sequías fuertes, pero “esta es seguramente la más duradera”.

Porrino estimó a partir de los datos y las proyecciones a mano que “los ríos van a seguir teniendo comportamientos cíclicos, con algunas crecientes violentas, tal vez el año que viene o el siguiente, pero con tendencia lenta y progresiva a la disminución. Especialmente en la cuenca del Neuquén, que depende más que otras de la acumulación de nieve y cada año nieva menos”.

La presa Alicurá, cuyo embalse inunda la confluencia Traful, registraba esta semana una altura de 6.96,7 metros sobre el nivel del mar (msnm), cuando el mínimo normal es de 700,5 y el “nivel mínimo extraordinario” es de 692. El ingreso de agua a ese lago es de apenas 76,5 metros cúbicos por segundo y la erogación ahora permanece cerrada.

En Piedra del Águila el nivel actual es de 576,93 msnm, todavía 12 metros por encima del mínimo extraordinario. El caudal entrante es de solo 47 m3/s y el erogado de 179 m3/s.

En El Chocón ingresaba 194 m3/s y el total erogado era de 425 m3/s. En esa presa, cuyo lago es el más grande del sistema, los niveles normales “máximo y mínimo” son de 379,59 msnm y 370,88.
El actual se mantiene todavía por encima del mínimo y esta semana era de 371,75 msnm.
El déficit es marcado.


Sobran informes pero no políticas


El titular de la hostería que se levanta sobre un mirador natural junto al río Traful dijo que tiene afición por las estadísticas y suele seguir en detalle los fenómenos climáticos, antes de dar fe de que “la sequía viene de más de 20 años y pareciera que se va a seguir extendiendo”.

A lo lejos, junto a la ruta, la hostería de la confluencia es testigo de la sequía. Foto: Marcelo Martinez

Dijo que esos datos “ya estaban en los años 90, porque el Estado encargó un estudio y ya daba que las precipitaciones venían muy por debajo de la media, y eso se iba a acentuar. Pero no se tomaron medidas, por ejemplo ante el mayor riesgo de incendios”.

Según Menant, la escasez de agua afecta también a los pobladores de Cuyín Manzano y otros parajes de la zona que viven de la ganadería en pequeña escala y que podrían haber recibido ayuda con tiempo para armar aguadas, generar pasturas y enfrentar mejor la crisis. “Uno se pregunta para qué generan estudios si después no van a hacer nada”, afirmó.


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