Todo lo que sucede para crear una canción

La historia de un adolescente que forma una banda de rock con amigos es el tema central del libro “Ella cantaba (en tono menor)”, del escritor Antonio Santa Ana.

En la novela juvenil “Ella cantaba (en tono menor)”, el escritor Antonio Santa Ana narra el transcurrir de la vida de Pablo, un adolescente que forma una banda de rock con amigos, pasea por la ciudad, experimenta el primer amor, consolida la relación con su padre y logra componer una canción, quizás la llave para salir al mundo. “La novela se trata de cómo hacer una canción, de todo lo que se transita para poder escribirla, que es tan difícil –cuenta Santa Ana en una entrevista desde Mar de las Pampas–. Quería contar ese instante donde la experiencia se frena, ese momento en que uno dice: ‘A partir de acá debería ser otro’. Es un pequeño clic. Ésta es una historia alrededor de ese instante”, dice. Pablo está terminando el secundario cuando forma la banda de rock La Cofradía (en honor a la de la Flor Solar) con Diego y Francisco. Entonces conoce a Guadalupe, que –recién llegada de México– lo cautiva y da un giro a sus decisiones vitales. Narrada en tercera persona, excepto los capítulos dedicados a los diarios íntimos de la pareja central, esta novela iniciática transita con ritmo entre aletargado y vertiginoso los días del protagonista, sus miedos, sus idas y vueltas, las incertidumbres, desacuerdos y charlas con sus amigos y, finalmente, la inconstante pero profunda conexión con su padre, Ernesto. “Quería un personaje que no tuviera las cosas tan claras. En la literatura juvenil se da mucho que el narrador o protagonista es más listo que el resto y se trabaja con la identificación del lector. Quería que esa identificación sea más por las dudas que por las certezas”, explica el escritor. “Ella cantaba…” (Norma) es la tercera reescritura de la novela. “Fue mutando y trabajé mucho la construcción de los personajes. Quería que un chiste que hace alguno en la página 100 tuviera que ver con el tipo que presenté en la 20”, dice Santa Ana (Buenos Aires, 1963), que además es editor y autor de “Nunca seré un superhéroe” y “Los ojos del perro siberiano”, libro que vendió 400.000 ejemplares en toda Latinoamérica. Tom Waits, Nick Cave, Chet Baker, Calamaro, Miguel Cantilo, Almendra, Charly García, Caetano Veloso y Los Redondos son sólo algunas de las tantas referencias musicales que atraviesan la obra, también impregnada de guiños y hechos contemporáneos como las cenizas volcánicas en el sur, la muerte de Spinetta (“requería una mención”, dice el autor) y la de Néstor Kirchner y la marcha de todos los 24 de marzo. “Estas referencias culturales pueden ser mías pero también les son propias a los personajes. Trato de trabajar con materiales que no les sean afines a los jóvenes, no me gusta que en la literatura juvenil se huela ese gesto de que el escritor trata de hacerse amigo del lector. Me parece condescendiente”, sostiene Santa Ana. Los personajes secundarios son muy potentes en la vida de Pablo. Diego, su mejor amigo, tiene convicciones fuertes, es sobrino de un desaparecido y miembro del centro de estudiantes, un joven preocupado por la realidad. Francisco, en cambio, roza lo pedante. Llegó desde El Bolsón, ama las aves y los espacios verdes, le gusta caminar por los barrios de la ciudad y leer de todo y en el fondo sueña con ser como el trompetista Chet Baker versión 2012. La contrafigura femenina es Guadalupe, quien vivió en México luego de la crisis del 2001 y hace pocos meses se instaló en Buenos Aires, arrastrada por su madre recién separada que intenta rearmar su vida. La chica siente un destino de extranjera eterna y su voz en tono menor es un imán para Diego. “La intención –define Santa Ana– es que los pibes sean un poco raros, que sean más personajes literarios que reales. Que tengan algo de frikis, que vivan fuera de la horma. Son como adolescentes anacrónicos”. En cuanto a la relación padre-hijo, el escritor señala que si bien en el género juvenil hay estereotipos de padres crueles o padres cómplices, en este caso construyó “uno más humano” que lidia con su propia soledad y con la incomunicación entre ambos. “El padre se siente más cómodo cuando el hijo va a verlo con amigos que a solas. El hijo también. Es una linda relación y me gusta mucho cómo se desarrolla”. Esta novela aparece como un universo verosímil para adolescentes, pero con guiños de cierta adultez. Es una historia que conmueve, emociona, divierte y es contemporánea, porque “los chicos piensan contemporáneamente, caminan la ciudad, opinan de política”, subraya Santa Ana. El autor, padre de dos hijos de 14 y 20 años, es un observador de la adolescencia actual: “Tienen más herramientas de las que saben usar. Ahora hay más información, son más precoces, están más apurados por ser adultos y, a la vez, son más frágiles. Están muy desesperados por comerse el mundo, debutar sexualmente y beber alcohol. Tienen muchas armas, pero todavía no las saben usar y no sé si está bien. La juventud ya no es una etapa, es una virtud”. En comparación con su propia vida, Santa Ana recuerda: “Mi adolescencia fue entre 1976 y 1982, años complejos y con muchos miedos. Llegar a ser adulto era mucho más duro en ese momento y mientras era adolescente quería ser grande. Quería trabajar, tener mi plata. Tal vez mi literatura venga de pensar que cuando era adolescente en realidad quería ser adulto”. (Télam)


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