«Todos sabían lo que pasaba en La Escuelita»

Dos médicos que hicieron la conscripción tardíamente, al haber terminado la carrera, declararon ayer en la audiencia de la segunda semana del juicio oral y público que se realiza en Bahía Blanca para determinar el destino de los desaparecidos en la jurisdicción del V Cuerpo de Ejército. Ellos fueron obligados a participar de operativos y acciones represivas para atender a los militares ante eventuales heridas. Hoy prosiguen las audiencias.

BAHIA BLANCA (Enviada Especial).- «Todo el mundo sabía lo que pasaba en 'La Escuelita'», declaró ayer el médico Alberto Taranto, en referencia al centro clandestino de detención que funcionó durante la dictadura en el predio del V Cuerpo del Ejército.

Taranto, de 46 años, fue reclutado por el Ejército al término de sus estudios universitarios y cumplió la conscripción como aspirante a oficial de reserva en el hospital militar de Bahía Blanca después del golpe militar de 1976.

El médico ginecólogo fue el tercer testigo citado ayer por la Cámara Federal de esta localidad en el proceso judicial en el que se busca establecer el destino de los desaparecidos que permanecieron cautivos bajo la jurisdicción del Ejército en esta zona.

Aseguró que a pocos meses de llegar al lugar -mayo o junio, recordó-, fue sancionado por quien dirigía el hospital, el coronel Mariné, por negarse a asistir a una embarazada en la «Escuelita». «Les dije que estaba para hacer atención médica y que no me iba a prestar para una asistencia clandestina», aseguró.

En castigo por la rebeldía le dieron cinco días consecutivos de guardia, y se lo puso «a disposición» directa de la compañía operacional del mayor Ibarra.

Antes atestiguó el también médico Daniel Osvaldo Fonti, quien aclaró que «Ibarra era el mayor que estaba a cargo del Regimiento de Montaña 3 (RIM3) y aunque no pertenecía al V Cuerpo del Ejército, estaba en el predio a cargo del grupo antisubversivo». Fonti también cumplía la conscripción al término de las prórrogas de estudio.

Tanto Fonti como Taranto describieron que en las cercanías del V Cuerpo, a unos dos kilómetros, había una casa «como un puesto de campo, rodeado de tamariscos y eucaliptos con ventanas grandes, un bañito afuera y un depósito de agua al que llamaban 'La Escuelita'». Agregó que se podía llegar «por adentro» del predio, o por afuera, a través del camino a la Carrindanga, después de atravesar una tranquera.

Ambos ex conscriptos aseguraron que el médico militar Jorge Guillermo Streich «se vanagloriaba de lo que hacía, de ir a 'La Escuelita'» a hacer la atención médica del lugar. La atención sanitaria también la llevaba a cabo el subteniente Adalberto Bonini, enfermero del hospital militar, quien está citado para que declare mañana en las audiencias.

Ambos testigos aseguraron haber sido obligados a participar de «operativos» de allanamientos y de acciones en presuntos enfrentamientos en Bahía Blanca.

Sin embargo, aclararon que su misión era la de asistir a los militares ante la eventualidad de que resultaran heridos, por lo que eran mantenidos en Unimogs a más de una cuadra del lugar donde se llevaba a cabo la acción militar.

Mientras Taranto cumplió funciones en el Hospital Militar, Fonti lo hizo en el cuerpo de sanidad, que funcionaba dentro del predio del Ejército.

Ambos se alojaron en los primeros meses en una 'casa de huéspedes' que funcionaba en dependencias militares, donde compartieron la estancia con oficiales «de baja graduación en tránsito, que no eran de Bahía, como los subtenientes Julián Corres, Casela, Méndez y López».

Los testimonios de los médicos, a quienes se les requirió reiteradamente descripciones físicas respecto a estos militares y de las actividades que cumplían en el lugar, podrían establecer la identidad de quienes tuvieron la responsabilidad de la atención e inclusive tortura y desaparición de las personas que fueron cautivas en el campo de concentración clandestino.

Ambos mencionaron que Corres, quien también fue citado a declarar en las audiencias de este juicio a mediados de diciembre, «hacía tareas de inteligencia, y nunca vestía de militar».

Aseguraron que solía llevar medicinas de la farmacia del hospital militar hacia «la Escuelita», en diferentes autos que, según Taranto «eran los vehículos de los secuestrados».

Fonti recordó que una vez le preguntó al subteniente Corres por un automóvil que conducía y que él conocía que era de una persona de Bahía Blanca, que había sido secuestrada. Corres le dijo que no preguntara más, pero le confirmó que era de alguien que tenían «chupado» y que después «escapó». Era de Rubén Héctor Sampini, quien figura como desaparecido.

Shirley Herreros


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