Tras las elecciones quedarán desafíos económicos enormes

La campaña electoral está tomando cada vez más protagonismo, especialmente desde que Cristina Fernández de Kirchner resolvió realizar una jugada audaz poniéndose como candidata a vicepresidente, pero lo real es que a la Argentina le quedan varios años duros desde el punto de vista económico.

Si bien recién en estos últimos 45 días se empiezan a observar algunas correcciones en los grandes desequilibrios macroeconómicos que arrastra el país desde hace muchos años, el trabajo que queda por hacer en la economía local excede en tiempo el mandato de la próxima administración.

La Argentina, que viene sistemáticamente con una decadencia de décadas, se podría decir que una caída constante en los últimos 70 años, necesita ir haciendo cambios muy profundos.

Esos cambios está claro que no se podrán concretar de manera rápida, ya que el populismo guste o no domina la escena política argentina desde hace más de medio siglo.

Difícilmente se pueda encarrilar el país hacia un crecimiento sostenido si no hay una continuidad en reglas esenciales para la salud económica como es solvencia fiscal, tipo de cambio competitivo, carga tributaria más equilibrada y una inflación que en poco tiempo vaya hacia un dígito, conformando una economía y un país en general más previsible, con el fin de captar inversiones que puedan traducirse en mayor nivel de empleo, remuneración y desarrollo.

Difícilmente se pueda encarrilar el país hacia un crecimiento sostenido si no hay una continuidad en reglas esenciales para la salud económica como es solvencia fiscal, tipo de cambio competitivo, carga tributaria equilibrada y una inflación que en poco tiempo vaya hacia un dígito,

Esto mismo, que está reducido en un párrafo de seis líneas, pareciera el ABC de cualquier política económica, pero en la Argentina hasta el momento nunca pudo perdurar.

Justamente, quizás haya una conducta de la propia sociedad que hace que el desafío de implementar cambios y cortar “algunos privilegios” que han tenido al final del túnel resultados nefastos para nuestra economía, que hace que la gente busque las soluciones inmediatas “a través de planes mágicos”.

Argentina ha tenido muchos programas económicos mágicos. Desde los Planes Quinquenales, pasando por el plan Gelbard, el Rodrigazo, la tablita cambiaria de la dictadura, los planes Austral, Primavera, Bunge y Born, Bonex, la Convertibilidad y la normalización a partir de 2003 que terminó en una otra crisis.

Son demasiados planes, idas y vueltas, ir en una dirección, después en otra, tratando de llegar al desarrollo esquivando en definitiva las reformas necesarias de un país que quedó muy atado “al progreso ficticio” de lo que propuso el populismo.

Difícilmente se pueda trazar un país más estable y previsible si el próximo gobierno no encara serias reformas fiscal, laboral, del Estado y de la Coparticipación.

No hay manera de generar condiciones de estabilidad y desarrollo si no se trabaja sobre la base de asegurar el equilibrio presupuestario con baja emisión monetaria, tipo de cambio competitivo administrado, con una carga fiscal más equitativa entre los distintos sectores de la sociedad.

Esto tan simple y difícil de realizar en nuestro país no es más que los objetivos que han llevado adelante naciones que hoy están estabilizadas y en crecimiento, tanto en Latinoamérica como en otras regiones del mundo.

El margen de maniobra para esquivar esos objetivos es cada vez menor, la Argentina ya no se puede dar el lujo de seguir desperdiciando años y oportunidades buscando las soluciones mágicas.

En definitiva, es como la medicina: si el país no encara los tratamientos en forma profunda, la enfermedad crecerá día a día y los remedios ya no la podrán curar.


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