Tres grandes tres

“Conociendo al gobernador, fórmula que gana no se cambia”, sostuvo un ministro que se quedó con las ganas.

NEUQUÉN

HÉCTOR MAURIÑO vasco@rionegro.com.ar

Con el envión que le da el triunfo rotundo sobre Pereyra, un Sapag agrandado se larga a doblar la apuesta. Adelantará las internas del MPN a noviembre o diciembre, como forma de empalmarlas con las que acaba de ganar. De esta forma aprovecha que su tropa está movilizada y, de paso, les resta posibilidades a sus desprevenidos competidores, que tendrán poco tiempo para organizarse. Después –ya lo insinuó– adelantará también la elección general, cuestión de dejar igualmente con las ganas a los competidores de afuera. Va por todo. La capacidad del sagaz hijo de don Elías para recomponerse y dar batalla está estrechamente ligada a su aptitud para aceptar las derrotas. Si no se hubiera resignado a perder la re-re –que era su plan A, B, C, el único, bah– y no hubiera encajado el cachetazo que le dio Pereyra el año pasado, todavía se estaría lamentando. En cambio, eligió descartar lo que venía mal y potenciar sus posibilidades. Si no puede seguir, al menos le queda ser el gran elector. Más tarde verá si vuelve en el 2019 o se contenta con manejar los hilos desde afuera. En esta concepción de cómo se maneja el ‘boliche’ una sola cosa no se puede hacer: confiar en cualquier socio. Ya ocurrió con Sobisch: los Sapag le ‘prestaron’ la provincia y –admiten los interesados– no la quería ‘devolver’. Este mal a evitar, todo lo indica, es el verdadero “nunca más” de la familia gobernante. Hay también otros grandes electores en la provincia de Neuquén. Que lo diga Pereyra, un modesto –pero exitoso, caramba– miembro de la clase trabajadora que en el 2013 se pagó una campaña fastuosa. Ni qué decir de Sobisch, que hasta fue capaz de sacar de la galera los incontables morlacos que hacen falta para pujar nada menos que por la presidencia de la Nación. Tal vez hasta cierto punto sea elector Quiroga, que con ayuda del gobierno nacional se animó en el 2007 a ir por el premio mayor del pago chico. Pero, que se sepa, en la provincia nadie más tiene un chanchito tan bien alimentado y alienta tanta sed de poder como para hacerlo tronar por un capricho así. Ahora, los cuatro grandes dan muestras de que tienen ganas, de ser o de usar el dedo, según los casos. En esta oportunidad vamos a referirnos a los tres del MPN. “Tres grandes tres”, como dicen los carteles que anuncian las corridas de toros. Veamos. “Conociendo al gobernador, fórmula que gana fórmula que no se cambia”, reflexionó con cierto amargor un ministro que se quedó con las ganas. Es verdad: la semana que culmina era un secreto a voces en los mentideros oficiales que “el candidato” será Gutiérrez, ministro, tercera generación de emepenistas y recientemente encumbrado en la presidencia del partido. Para que se cumpla el adagio del autor de la sabia sentencia, el segundo tendría que ser Figueroa, otro emepenista hijo y nieto, ambicioso él, actual intendente de Chos Malal y recientemente elevado al segundo cargo en la ‘nomenklatura’ partidaria. Pero esto último no estaba tan seguro este fin de semana. Se barajaban otras posibilidades, como por ejemplo la hermana del gobernador, Alma “Chani” Sapag, con menos antecedentes en la provincia pero con buena experiencia política en ámbitos bonaerenses. También, en fin, se escuchaban otros nombres: Alicia Comelli, Zulma Reina, etcétera, etcétera. En todo caso pronto se sabrá. Sapag ya lo dijo: “Primero la fecha, después la plataforma y luego la fórmula”. Mañana se reúne la Junta de Gobierno para anunciar el magno evento, que se produciría el 30 de noviembre o el 14 de diciembre, ahorita nomás. Veamos el caso de Sobisch. El exgobernador y expresidente del partido provincial tiene unas ganas y una voluntad así de grandes y, aunque resulte difícil de mensurar, nadie le puede negar que conserva cierto predicamento, sobre todo dentro de su partido. Pero todo indica que su tiempo ya pasó y que la gente en general (a veces tan ‘ingrata’ ella) ya ha dado vuelta la página de lo que fue su larga y áspera etapa. Con todo, si sus posibilidades no son cuantiosas Sobisch guarda, en cambio, amplia capacidad de hacer daño. El petrosenador Pereyra está, a su turno, tratando de digerir un ladrillo. Se equivocó de verdad con el minué que le planteó Sapag: “que voy”; “que no voy”; “que no vamos ninguno de los dos”… ¡paf! El gremialista se comió el amague y lo que parecía un picadito amistoso terminó en desastre, producto del uso desproporcionado de armas de destrucción masiva (léase aparato del Estado) por parte de su adversario. ¿Se contentará el abnegado obrero del oro negro con este final poco decoroso? ¿Intentará una revancha sin cuartel? ¿U optará por un acuerdo razonable, que selle con abrazo fraterno este pequeño, casi trivial entredicho, entre dos entrañables compañeros? Por lo pronto, desde que perdió la interna el “Caballo” dijo dos cosas totalmente opuestas: primero que no va por la gobernación y, casi inmediatamente después, que va. Eso sí, las dos veces con tono conciliador, como para dejar abierta la puerta a la posibilidad de que alguien razonable (y Sapag se precia de serlo) pueda encontrar un, digamos, arreglo conveniente para los dos. ¿Y si no, qué puede pasar? En principio, a Sapag le gusta dividir por tres. Por dos, ya es otra cosa. No vaya a ser que el petrolero y el gráfico se junten. ¿Y si al “Caballo” le bastara con esa amenaza para hacer subir sus acciones? Como suele decir el gobernador, que es además abogado, con una sonrisa entre dientes: “Siempre es mejor un mal arreglo que un buen pleito”.


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