Twitter es la mente colectiva de la época
Dentro de muy poco tiempo gran parte de nuestro cuerpo estará constituido por prótesis y órganos trasplantados. Órganos que, además, serán fabricados en impresoras 3D a partir de nuestro propio ADN, evitando de esta manera el rechazo biológico. Pero el cambio más radical no viene por el lado de las transformaciones físicas, sino por nuestra experiencia cotidiana: vivimos más tiempo en el mundo virtual (interactuando con pantallas) que en el de los átomos. Y eso nos está transformando en unidades de información semejantes a neuronas interconectadas en un gran “cerebro” planetario. Hoy, aun en forma primitiva, ese “cerebro” colectivo y global es Twitter. Twitter es el actual estado máximo del pensamiento, del conocimiento, de la información y de la transmisión de datos del planeta. Es la usina de generación y las redes de transmisión a la vez. Fuera de Twitter hoy sólo está el desierto. Hace décadas, bastante antes de la masificación de internet, Marshall McLuhan predijo que “al colocar nuestros cuerpos físicos en el centro de nuestros sistemas nerviosos –que ahora están ampliados con la ayuda de los nuevos medios electrónicos– comenzamos a vivir una dinámica por medio de la cual todas las tecnologías anteriores –que eran meras extensiones de nuestro cuerpo, desde las herramientas de la Edad de Piedra hasta las ciudades actuales, pasando por el libro o la televisión– podrán traducirse en sistemas de información”. Internet primero, como medio y soporte, y Twitter hoy, como usina generadora y cadena de transmisión, están llevando la idea de cuerpo ampliado que McLuhan previó hace décadas a una nueva dimensión. Hoy las tecnologías de la información no amplían solamente nuestros cuerpos (como la rueda, que dio poder a las piernas, o el hacha, al brazo o la televisión, a los ojos), sino que nos interconectan con los demás para constituir entre todos un organismo masivo de alcance planetario. Ahora formamos parte del cerebro mundial al que todos estamos conectados y con el que todos interactuamos. Semejantes a neuronas en plena sinapsis, los humanos del siglo XXI somos, a la vez, individuos y miembros de un cuerpo que nos engloba. Todas nuestras prácticas han cambiado. Ya no leemos, sino que ahora conectamos fragmentos. Estos fragmentos son digitales, porque lo no digital no se conecta. Las redes sociales son los lugares de esta nueva vida contemporánea. La comunicación de algo, el sentido que les damos a las cosas, la producción de arte o el entretenimiento actual son impensables sin la intervención en las redes. Facebook es hoy el territorio más poblado del planeta. Entre los diez territorios más poblados, sólo tres son no virtuales: China, India y Estados Unidos. El resto vive en la web. En un mundo semejante, la base cultural es la práctica constante de la colaboración: no hay productos puros, originales, artesanales ni de “autor”. Hoy ser es donarse a la circulación. Twitter es el cerebro colectivo de esta época porque es el lugar en el que más claramente se expresa la nueva forma de existencia. No es una mera red social, sino una lógica, una ética, una estética y el campo de exploración de la cultura contemporánea. Es, además, una experiencia que transforma a los que participan en ella intensamente: da un nuevo formato a su vieja práctica intelectual (a partir de Twitter se está comenzando a pensar de otra manera). Cambia la forma de leer, de ver, de sentir e incluso de estar en el mundo. La poderosa intensidad de Twitter surge de principios muy simples. En primer lugar, la asimetría (no hay amigos, como en Facebook), que hace que cada persona elija a quién leer como antes se elegía una biblioteca u hoy se elige una playlist en Spotify. En segundo lugar, la limitación espacial de Twitter (los 140 caracteres) obliga al usuario a ser concreto, a aprender a centrarse en lo esencial y descubrirle nuevas posibilidades a la brevedad. En tercer lugar están la engañosa simplicidad basada en la estética minimalista, el universo casi exclusivamente gráfico y la abrumadora velocidad con la que se mueve el Timeline. Twitter sólo funciona en toda su potencia si se es capaz de colaborar y vivir en un diálogo multidimensional. Por eso, a pesar de tener ya más de 300 millones de usuarios, no es una red para cualquiera: es el territorio de la vanguardia cultural. Es un campo de experimentación intelectual en el que se construye constantemente el futuro. (*) Crítico cultural
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Daniel Molina – @rayovirtual
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