Un año del femicidio de Cielo: memoria, justicia y la vida en el centro

Hoy se cumple el primer aniversario del asesinato que conmocionó a Plottier. Debido a la pandemia los actos para homenajearla serán virtuales. El recuerdo de sus amigos y de las profesoras del CPEM 8.

“Cielo: Te voy a extrañar mejor amiga, siempre vas a estar en nuestros corazones”. Firma Jona punto B. Escrito sobre la pared blanca, un tanto maltrecha, el mensaje en letras negras se lee desde la vereda. Está al lado de la puerta de entrada del CPEM 8, de Plottier.

Jonathan Beltrán tiene 23 años y muchas fotos con Cielo López, que comparte en su cuenta de Facebook o en sus estados de Whatshapp. Se conocieron en el colegio. Ella cursaba segundo y él se egresó el año pasado. “Estuve tratando de seguir adelante, no es lo mismo sin ella”, cuenta por teléfono. Más tarde manda un mensaje, porque dice, necesita agregar “más cosas sobre mi mejor amiga”. “Pasó un año y me hace mucha falta en todo: verla, abrazarla, verla sonreír, tomar mates, ir a la plaza, salir juntos, nunca me olvidaré los mejores momentos juntos”, completa.

La frase que escribió Jonathan en el CPEM 8. Foto Florencia Salto.

De acuerdo al relato de los hechos elaborado por la fiscalía, el viernes 13 de septiembre de 2019 Alfredo Escobar, de 29 años, abusó sexualmente de Cielo, de 18, en su casa. La asesinó, destrozó su cuerpo y lo arrojó al río Limay, que está a una distancia de entre ocho y nueve kilómetros aproximadamente de la vivienda, a la altura del paraje China Muerta. Sus restos fueron encontrados dos días después por pescadores. Hoy, esa zona de espigones está cubierta por la crecida -con un caudal que llegó en julio a los 1.200 metros cúbicos por segundo- y las ramas de los árboles se zambullen en el agua.

En la reja del CPEM 8 hay un pañuelo rosa atado que dice Cielo, un vestigio que ha sobrevivido a la pandemia. Ella asistía al turno noche y había ido a la escuela antes de encontrarse con Escobar. En ese mismo lugar, el 16 de septiembre de 2019, se encendieron velas y se pegaron carteles con leyendas como «Qué el dolor y el miedo se conviertan en lucha. Justicia por Cielo», luego de una de las marchas más importante de la historia de la ciudad. Allí no solo estuvo Jonathan, sino también Alejandra Marín Carrasco y Estela Britos, dos de las profesoras del establecimiento.

Un pañuelo atado a la reja con su nombre es una de las huellas visibles que hay en su escuela. Foto Florencia Salto.

En realidad ya se habían convocado en la plaza San Martín, el día anterior, el domingo, cuando se confirmó la identidad. Muchos de sus estudiantes habían sido llevados a declarar en la comisaría. “Yo hice un cartelito y salí, no entraba en… es hoy que todavía me duele muchísimo, porque lo que menos pensaba era que habían encontrado a Cielo. Nos juntamos en la plaza, empezó a llegar gente, algunos eran compañeros y después comenzó a llegar la comunidad, empezó a movilizarse la comunidad y nos fuimos caminando hacia la comisaría”, señala Estela, a través de Zoom.

Afirma: “nosotros los adultos estábamos muy mal, nos juntábamos y era llorar, no podíamos ni hablar, necesitábamos un lugar donde encontrarnos porque esto de la culpa: ¿qué no hicimos? Nos costó mucho sacarnos la culpa. Los adolescentes, vos veías las caritas, las respuestas, los silencios, verlos dibujar las letras, dibujar las caras. El turno noche se fue sumando muy de a poco para hacer la actividad, como que fue más doloroso lo que pasó con Cielo para ellos. El volver fue lento”.

El secundario recibe a chicos y chicas que han sido expulsadas de otras escuelas medias. “Nosotros tenemos alumnos de todo Plottier, ya sea barrio Unión, barrio Esperanza no tenemos un radio, nosotros acaparamos a todos. Normalmente son chicos que ya vienen vapuleados de todo su trayecto escolar, vienen con muy poca autoestima, pocas ganas a veces, como última esperanza, encontrás poco acompañamiento familiar. Es todo un trabajo que se hace en la escuela en relación a eso”, asegura Alejandra.

Ambas cuentan que en el colegio siempre se trabajó Educación Sexual Integral (ESI), y que luego se profundizó en esta tarea a partir del femicidio de la joven, recuperando entre otras, la historia de Ivana Rosales, que sobrevivió a un intento de femicidio en 2002 y murió por las secuelas que le dejó aquella agresión. El miércoles pasado se sancionó en la Legislatura de Neuquén la “Ley Cielo”, una iniciativa que presentó su familia, para que estudiantes y docentes de todos los niveles educativos reciban capacitación obligatoria en violencia de género y ejercicio de las masculinidades. “Lo que faltan son recursos, horas, porque no es que no haya personas capacitadas”, repite Alejandra.

Antes de que se cumpliera el primer aniversario, el poder Judicial le puso fecha al inicio del juicio por jurados: 26 de octubre (ver aparte).

Hoy se compartirá un video con una canción preparada para ella, y así evitar las congregaciones de personas en una ciudad con transmisión comunitaria de coronavirus. Ya quedó listo el mural realizado en el gimnasio municipal de Plottier, obra de Andrés Zerneri y Geraldine Schroeder, con sus poderosos ojos color miel. Si los femicidios continúan y son posibles en sociedades que desprecian a las jóvenes hasta descartarlas, los rituales son parte de las transformaciones para poner su vida y sus proyectos en el centro.

“Lo coqueta, y su sonrisa. Jamás la ibas a ver desaliñada, su boca, delineada y pintada a perfección. El último día que entró a la escuela, yo era una de las ogras que se pone en la puerta y las va anotando como para ponerle media falta, pero jamás lo hacemos, la idea no era ponerle media falta, sino decirle: “che, trata de llegar temprano, nos estamos ocupando de vos”. Ella llegó un poco más tarde. Le digo: “Cielo, ¿de nuevo tarde?”. “Profe, esta carita, esto no puede venir así nomás.” Su sonrisa la tengo grabada en mi retina. Eso recuerdo de ese último día que entró al CPEM 8”, recuerda Estela.

Para Alejandra: “era una niña que se daba a conocer, no pasaba desapercibida, siempre saludaba. Era de pasar y uno darse cuenta. A mí me genera tristeza, me genera mucha angustia, me va a costar ver algo positivo.”

En números

5.52
fue la hora en la que se apagó el celular de Cielo y no volvió a encederse, según la prueba colectada por la fiscalía.

Prendidos a las fake news


Por Guillermo Berto / gberto@rionegro.com.ar

Están quienes dudan de que haya actuado solo. Están quienes dudan sobre el móvil. Por allá se mueven quienes no aprendieron nada y sospechan de la víctima. Están los que fantasean con la imagen del perejil. En todas partes hay grupos sociales permeables a las teorías conspirativas, o con filtros débiles para las noticias falsas, o que simplemente desconfían -por instinto, por historia colectiva- de las historias que construyen las instituciones. Lo mejor que les (nos) puede pasar es que todo se hable en una casa transparente a la luz del día.

Eso ocurrirá, de manera simbólica, con el juicio por jurados que comenzará el 26 de octubre por el femicidio de Laura Brisa Cielo López, la estudiantes de 18 años asesinada hace hoy un año en Plottier.

Seis mujeres y seis hombres vecinos de la provincia, elegidos por sorteo, y no un juez técnico, dirán si Alfredo Escobar es responsable o no del femicidio.

Pero la mirada de esos vecinos y vecinas decidirá también si tiene razón el fiscal cuando afirma que Escobar actuó sin cómplices. Y cuando asegura que él mismo desmembró el cuerpo en el fondo de su casa. Y que los padres no se enteraron.

En las horas posteriores a la desaparición de Laura López, Plottier se llenó de rumores y de noticias falsas, que tomaron un vuelo muy peligroso cuando apareció el cadáver.

Se hicieron juicios sumarios por Whatsapp, se declaró culpables a personas que nada tenía que ver. Hordas enceguecidas quemaron comercios y automóviles. Algunos sabían que estaban propagando veneno, otros lo replicaron descuidados por las consecuencias.

Mientras algunos se lanzaban por ese camino violento, 10.000 mujeres elegían marchar para pedir justicia por Cielo.

A Escobar lo identificaron como sospechoso y lo detuvieron en menos de 3 días. No por chismes de vecinos, ni por cadenas de mensajes en las redes ni por soplones de la policía.

Cayó por la tecnología. La de los teléfonos celulares, las cámaras de vigilancia y las pruebas de ADN.

El homicida más buscado de la provincia no era un serial killer americano, ni un capo narco mexicano como soñaban algunos. Era un tipo común, que conocía a la víctima, criado en el patriarcado. El 90% de los femicidas llena ese casillero. Ahí hay que trabajar.


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