Un creador místico y misterioso

OPINIÓN

Guillermo Muñoz (*)

Los personajes de “Malas tierras” huyen de lo que hasta ese momento conocen como civilización, a pesar que han dejado una estela de muertos por el camino. Al igual que ellos, los protagonistas de “Días de gloria” esconden su identidad marital, pero una lluvia de langostas –como maldición arrojada desde el cielo– les recordará el color del pecado, mientras los jóvenes soldados de “La delgada línea roja” son extirpados del exótico paraíso polinésico hacia el purgatorio infernal de una guerra que busca reconstruir- o deconstruir- la civilización perdida. Como si deseara fusionarse en cuerpo y alma con los protagonistas de sus filmes, el cineasta Terrence Mallick desde hace varias décadas -y porque una cláusula en sus contratos lo permite- no aparece en actos públicos, fotos o entrevistas, decisión que lo posiciona, si bien no como el último, al menos como el más místico de los realizadores outsiders que han poblado el cine norteamericano. Las escasas imágenes que de él se conocen lo muestran como una combinación entre el cineasta Sam Peckinpah, el cantante country Willie Nelson y un hippie arrancado de la cinta “Máscara” de Peter Bogadonovich, pero la radicalidad de esta decisión –que no deja de ser atractiva para la industria y ciertos críticos que alucinan con gritos de rebeldía– pareciera, en el fondo, obligar a los espectadores a no distraerse en excusas foráneas de lo que muestran las propias imágenes de sus filmes. “Yo soy lo que son mis películas” pareciera decir Mallick y en esto se asemeja al padre que interpreta Brad Pitt en “El árbol de la vida”, quién cree ser lo que enseña, lo que ha vivido, pero que, finalmente, reconoce que las respuestas no están en el aquí ni el ahora. Mallick es con sus películas el padre cruel y misericordioso que fecunda a su descendencia con el mayor de los amores y la poesía posible, asiste al parto, le enseña sus primeros pasos y vocales, pero que finalmente los abandona al mundo (“te entrego a mi hijo” dice la madre al final del filme) para que, quienes tengan la fortuna de encontrarse con ellos –sus hijos, sus filmes– concluyan si estos fueron buena semilla sobre la Tierra. (*) Periodista, docente universitario y crítico especializado en cine

Una de la pocas imágenes conocidas de Malick, detrás de la cámara.


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