Un movimiento desorientado

Mientras no consiga dotarse de propuestas progresistas pero realizables, el Frepaso no podrá recuperarse de los golpes recibidos.

Puede entenderse la frustración que sienten tantos militantes del Frepaso. Creyeron que su agrupación brindaría a la Argentina el movimiento de centro izquierda, libre de las taras del peronismo y del radicalismo, que le ha hecho falta desde que Juan Domingo Perón se erigió en caudillo incuestionable de la clase trabajadora nacional. Sin embargo, después de un comienzo promisorio que le permitió superar a la UCR en las elecciones presidenciales de 1995, el Frepaso se ha visto convertido en el socio menor de un gobierno radical encabezado por un político de perfil sumamente conservador. Para colmo, no sólo es una cuestión de la necesidad objetiva de aplicar políticas económicas antes vilipendiadas por «neoliberales», sino también del escaso interés del gobierno del cual el Frepaso forma parte por luchar en serio contra la corrupción, realidad que dio lugar a la renuncia a la vicepresidencia de Carlos «Chacho» Alvarez. Y, como si todo esto ya no fuera más que suficiente, el desempeño de Graciela Fernández Meijide como ministra de Acción Social ha resultado ser decepcionante.

Pero si bien a esta altura casi todos los frepasistas comprenden que les convendría alejarse cuanto antes del gobierno del presidente Fernando de la Rúa, no lo hacen por temor a las consecuencias de un portazo masivo. Sin la pata frepasista, De la Rúa no tendría más alternativa que apoyarse en sectores peronistas presuntamente afines: si bien Domingo Cavallo sería el mejor aliado desde el punto de vista de los «mercados» y, quizás, de una proporción importante de la ciudadanía, el ex superministro aún no posee el poder político que le permitiría sustituir al Frepaso. En otras palabras, si el Frepaso rompiera formalmente con la UCR, el más beneficiado en el corto plazo sería con toda probabilidad Carlos Ruckauf, un derechista de vocación democrática incierta, y otros peronistas como José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann. Asimismo, la desmoralización que les supondría a los frepasistas el fracaso patente de su participación en el gobierno podría significar la fragmentación definitiva de su movimiento.

El panorama frente al Frepaso sería menos sombrío si contara con un «proyecto» global claro pero, desgraciadamente para sus militantes, formular uno que sea apropiado para la Argentina que efectivamente existe en el mundo tal como es no resulta del todo fácil. He aquí la causa principal del extraño drama personal que está protagonizando Alvarez. Si bien el ex vicepresidente ha logrado señalar con cierta precisión las deficiencias de la cultura política argentina – la cual, en su opinión, tiene los días contados -, todavía no ha logrado explicar de manera convincente lo que podría hacerse a fin de asegurar que su eventual hundimiento no desencadenara una situación de caos inmanejable. Aún menos fructíferos, si cabe, están resultando los esfuerzos de Alvarez y otro frepasistas por formular una política económica para la Argentina que sea a la vez de centro izquierda y viable.

Es que, como entienden muy bien los frepasistas más lúcidos, cualquier programa económico destinado a reducir en un lapso razonable la brecha que separa a los más ricos de los millones de pobres e indigentes podría desatar una crisis financiera enorme que perjudicaría más que nada a los presuntos beneficiarios. Asimismo, un intento auténtico de reformar el sector público para permitir que las inversiones sociales realmente ayudaran a los más necesitados sería resistido por todos los medios por los gremios estatales. En verdad, son tan profundas las dificultades que es comprensible que muchos militantes frepasistas hayan caído en la tentación de entregarse a la «indignación», dedicándose a protestar contra la injusticia sin procurar pensar en soluciones concretas que tendrían alguna posibilidad de producir los resultados deseados. Si bien Alvarez y otros dirigentes son conscientes de este peligro, aún no han logrado superarlo. Sin embargo, mientras no consigan dotarse de un conjunto de propuestas que sean a un tiempo progresistas y realizables, el Frepaso no podrá recuperarse de los golpes recibidos desde que el triunfo electoral de la Alianza le enseñó que a menudo las responsabilidades del poder poseen un gusto sumamente amargo.


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