Vergüenzas

Dirigentes sindicales como nunca en la mira de la Justicia, con uno de ellos ya tras las rejas; aumento del desempleo, con ricos más ricos y pobres más pobres; ejércitos de desposeídos haciendo fila por un puñado de billetes para poner algo más que agua en la olla.

También unas monedas más para los jubilados mientras el grueso del dinero que ellos y los aún activos aportaron durante añares va a parar a emprendimientos que no les reportarán beneficios y escándalos en elecciones sindicales sospechadas de fraude.

Varias de ellas parecen noticias viejas y es verdad, lo han sido alguna vez. Pero lo grave es que siguen siendo titulares pese al paso de los años, en un país lacerado, avejentado, que anda apenas por los bordes de un camino por el que se desplazan más cómodamente y con mejores augurios otras naciones que han atravesado históricamente dramas similares.

El de los medicamentos presuntamente adulterados, un caso imperdonable si se confirma que además de los posibles negociados hubo riesgos y consecuencias fatales para vidas humanas es, aunque suene a horrible paradoja, la esperanza de que se destapen otras ollas de las cuales comienza a salir un olor nauseabundo como casi nunca antes.

La investigación amaga con convertirse en una espiral ascendente que ya, al menos en las sospechas, está salpicando a estamentos altos. Es que no se trata solamente de los remedios supuestamente falsos. También empieza a descorrerse el velo de posibles fraudes con esos productos y prestaciones de salud donde, además de las personas, está en juego el dinero que aportan constantemente trabajadores y empresas.

Ya de por sí esta cuestión provocó un hecho de cuyos antecedentes casi no se tiene memoria: la detención de un dirigente sindical -en esta ocasión el bancario Juan Zanola- enrolado en la categoría peso pesado desde hace varias décadas.

Ahora las miradas judiciales apuntan a quien en los últimos tiempos fue su sostén: el líder de los camioneros y titular de la CGT, Hugo Moyano. Las obras sociales del gremio de Moyano -así como las de otros sindicatos- están bajo la lupa de los tribunales, donde se quiere determinar si también allí se produjeron anomalías.

Hay datos que a priori rozan al principal socio del gobierno. Es que, además de extender sus tentáculos a todos los sectores donde hubiera poder, Moyano se preocupó especialmente por tener injerencia en el área de la salud. Así lo hizo, por ejemplo, en la APE (Administración de Programas Especiales).

En principio la estrategia de ampliar sus dominios a esos sectores obedeció a la intención de mantener controlado al resto de los gremios, que por necesidades económicas y financieras de sus obras sociales no pueden prescindir de los beneficios que puedan obtener de esos organismos cuando llega el reparto de fondos a sus entes de salud.

Pero hubo un momento en que las jugadas de Moyano tuvieron un impensado obstáculo, y fue cuando un hombre que era de su riñón, Juan Rinaldi, a quien había colocado en la estratégica APE, se alió con la entonces ministra de Salud Graciela Ocaña. La contrariedad de Moyano fue monumental y, una vez que Ocaña y Rinaldi quedaron afuera, hizo movimientos exentos de cualquier delicadeza para recuperar ese territorio.

Lo consiguió, es cierto, pero ahora apareció esta circunstancia de la investigación de operaciones presuntamente ilegales con algo tan serio como los medicamentos y la telaraña de la pesquisa está envolviéndolo también a él. De todas maneras, sigue incólume la alianza del dirigente con el gobierno kirchnerista y, más aún, este caso los obliga a reforzar esos lazos, ya que hay ex funcionarios involucrados y el tema de los aportes a la campaña presidencial en el 2007 se menciona también en medio del maremoto.

Sin embargo, empiezan a proliferar los dirigentes que, al menos en estas cuestiones, escapan como de la peste de los terrenos complicados. Si ya varios venían de punta con Moyano, indudablemente ampliarán su distancia con este tema en las primeras planas, aunque no podrán -ni deberán- eludir las explicaciones que requiera la Justicia.

Pero si al sindicalismo los días no les están siendo gratos, tampoco lo son para otros sectores de la sociedad, especialmente los más desprotegidos.

El desempleo y el subempleo volvieron a mostrar un crecimiento, igual que la brecha entre los que más tienen y los que poseen menos. En otras palabras, la desocupación sigue afectando a los asalariados mientras los ricos son desde los últimos meses más ricos y los pobres siguen en los abismos.

Encima, retornaron los escándalos -que también supieron hacer historia- de los presuntos fraudes sindicales. Un par de meses atrás fue en el gremio del propio Zanola, donde la oposición denunció irregularidades en los comicios en que se oficializó la reelección del dirigente ahora preso. Y ahora hay problemas en el sindicato de las azafatas y comisarios de a bordo, donde al cabo de cuestionados comicios pretende continuar en el poder la conducción oficialista que responde a la kirchnerista embajadora en Venezuela Alicia Castro.

No obstante, en medio de este panorama aparecieron destellos que generan expectativa sobre un renacer de la institucionalidad y, en consecuencia, de las esperanzas de gran parte de la sociedad. La Corte -con su contundente respuesta a la diatriba de Moyano contra los jueces- y el nuevo Congreso dieron señales de intentar la restauración de la independencia plena de los poderes.

Ese principio republicano, una vez reconquistado, conlleva automáticamente a la multiplicación de las posibilidades de que se proyecten positivamente los deseos y las necesidades de la comunidad, hoy enlodados y postergados por vergüenzas actuales pero también añejas.


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