Vieques y Panamá, unidas por una amenaza silenciosa

La presencia de EE.UU. marcó a una y a otra.Preocupa la alta incidencia de leucemia y cáncer. La sociedad civil logró decisiones demoradas.

Vieques es una pequeña isla de Puerto Rico, casi un peñón que sobresale del Mar Caribe, hacia el este.

Allí habitan las 9.000 personas que resistieron al éxodo generado por el miedo a la contaminación, al militarismo y a la alteración del medio ambiente.

Es que en esa isla, Estados Unidos tiene tres bases militares que, en conjunto, componen el más grande complejo militar que ese país tiene fuera de su propio territorio.

Allí se realizan las maniobras militares de entrenamiento mar-tierra, aire-tierra y tierra-tierra con misiles de cabezas nucleares.

Hasta hace unos años, habían sido vanos los reclamos de las organizaciones ecologistas que apuntan a la preservación de la vida de los manatíes y otros animales que se ven afectados por las explosiones.

Pero el tema cobró mayor impacto cuando se comenzó a detectar un incremento de los casos de leucemia y cáncer en habitantes de Vieques, tanto puertorriqueños como militares norteamericanos radicados en las bases.

Entonces fue cuando muchos ojos se dirigieron hacia Panamá, y la penosa experiencia vivida por ese país desde comienzos de los 90, justo cuando comenzaba a celebrar la pronta recuperación del Canal Interoceánico y su Zona Circundante (Ver aparte).

«Un niño maltratado»

Esta semana, el presidente de Estados Unidos, George Bush, ordenó a la Marina de Guerra que a más tardar en mayo de 2003 cese los entrenamientos militares en la isla de Vieques. Pero el tema dista de estar resuelto con esa decisión.

«Cuando a un niño se le maltrata un día, y luego muchos días, y más tarde todos los días, nadie se pregunta cuándo debe terminar ese maltrato, como quien le pone fecha a un negocio, sino que se desea, en lo profundo, que tales abusos terminen de inmediato. Aún así, hay quienes le piden a Vieques lo que no le pedirían a un niño maltratatado», dijo a «Río Negro» Luis Fernando Coss, periodista y analista político de Puerto Rico, quien recientemente recabó información en Panamá acerca de las consecuencias del uso indiscriminado que los Estados Unidos hicieron de un territorio ajeno a su país pero perteneciente, en fin, a toda la Humanidad.

La amenaza silenciosa

Paradójicamente, la tan ansiada Zona del Canal guardaba para Panamá una amenaza silenciosa.

Un tiempo antes de que Estados Unidos devolviera el área, las miles de familias de norteamericanos que allí habitaban fueron regresando a sus lugares de origen. Las esposas de los militares siguieron comunicadas entre sí, para mantener la amistad que habían cultivado durante años.

Con el tiempo, fueron enterándose de que sus maridos morían jóvenes, en una proporción poco habitual, y las causas eran siempre las mismas: leucemia, linfomas u otro tipo de cáncer.

Comenzaron a relacionar esas muertes con un tema que no conocían o cuya peligrosidad no les había advertido nadie: el «agente naranja» había sido utilizado para deforestar grandes áreas en la Zona del Canal, como recurso para hacer retroceder la selva y evitar males como la malaria y el paludismo, propios de zonas anegadas y boscosas. Pero sus letales efectos no «discriminaron» por nacionalidad, color ni edad.

Hoy, la argentina Marta Miranda preside la Fundación «Amigo», que brinda residencia, ayuda económica y psicológica a familias de niños panameños que padecen leucemia y cáncer.

Lo hace desde hace ocho años, cuando su amiga Leslie, quien también integra la Fundación, supo que su pequeño hijo padecía esa enfermedad.

Hoy, ambas celebran la recuperación gradual del pequeño, pero siguen trabajando para los cientos de pobres que se atienden en el Hospital de Niños ubicado frente a la Bahía de Panamá.

Tienen detectados a 300 niños con leucemia y cáncer en el pequeño país, de apenas 2.800.000 habitantes. En la fiesta de Navidad del año 2000 reunieron a 200 de ellos, que rieron y jugaron a ser «chicos normales» en «El Rugido», un «toldo» usado habitualmente para bailes populares.

No hay estadísticas confiables que permitan saber si la incidencia del cáncer infantil es mayor en Panamá que en otros sitios, y sus razones. Pero la Fundación y el Hospital de Niños estiman que cada año se producen 150 nuevos casos, un tercio de los cuales son leucemias, y el resto linfomas y otros tumores sólidos. El 60 por ciento pertenece a familias que no tienen acceso a la seguridad social.

Sólo saben con certeza que la mayoría de sus protegidos proviene del área en la cual las compañías bananeras deforestaron grandes extensiones para sistematizar sus cultivos, o de la capital, ubicada frente a la Zona del Canal.

Exito de la sociedad civil

La falta de estadísticas confiables orientadas a determinar la incidencia del cáncer y la leucemia en Panamá no aparece como una carencia casual. Más bien, parece una decisión política, que se emparenta con los diferentes modos de reacción manifestados frente al problema por parte de diferentes estamentos de la sociedad.

Tanto en Puerto Rico como en Panamá, existe un sector de la población local que ha crecido económicamente en forma muy notable gracias a la prestación de servicios o la provisión de bienes a empresas norteamericanas. Su influencia política se traduce en una franja importante en todos los partidos políticos de ambos países.

En uno y otro, han sido organizaciones intermedias y grupos integrantes de la sociedad civil los que han alertado sobre los peligros ambientales y para la salud de la población, mientras desde el Estado se mantenía una actitud de crítica o de pasivo silencio.

Hoy, al menos en Puerto Rico, las cosas parecen estar cambiando, ya que la nueva gobernadora Sila María Calderón, ha presionado fuertemente al proponer una consulta popular para el 29 de julio que incluya la alternativa de que la Marina norteamericana cese sus maniobras en forma inmediata.

Una discusión de fondo

Puerto Rico fue territorio estadounidense desde la invasión de 1898, y desde hace medio siglo es un Estado Libre Asociado. Ese estatus le da la posibilidad de integrar su gabinete de gobierno, pero depende del Congreso y de la Constitución de Estados Unidos. «Puerto Rico, socio asociado en sociedad», escribió el poeta cubano Nicolás Guillén en un poema en el cual lamentaba la dependencia de su vecino.

En ese marco, la discusión por Vieques y el cese de los entrenamientos militares tiene un fuerte condimento político, ya que Estados Unidos teme que la falta de respuestas a un tema tan sensible genere una reacción difícil de detener y fuerce un movimiento independentista en la isla.

Es por eso que el presidente Bush anunció su decisión aun habiendo iniciado ya su gira por Europa, donde otros temas lo ocupan, y con la finalidad de evitar enojar más a la comunidad hispana. «También se ha querido evitar sentar el precedente de consultar a una comunidad local sobre el futuro de una base militar» dijo a EFE días atrás una fuente republicana.

Para el analista Luis Fernando Coss, las cosas distan de estar resueltas, y reclama por ello mayor firmeza a la prensa de su país, ya que considera que no es ajena a que haya pasado tanto tiempo antes de una solución.

«A la prensa le toca velar por lo justo… De la Justicia se encargan los tribunales. De lo contrario, se acomoda uno con el poder de turno, llámese gobierno, poder económico o gusto popular».

Alicia Miller


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