«¿Vos te creés que Di Zeo se escapó con sábanas?»

"Río Negro" charló con barras de Boca y River.

«Para el 9 de noviembre se termina todo. En el superclásico vuelven las banderas y los bombos ¿Por qué? El Rafa (Di Zeo) no puede caer preso. Si habla, van todos en cana». La frase de Cristian, barrabrava de Boca, suena a sentencia. Estuvo en la cárcel hasta hace dos meses por robar. Le pide a «Rio Negro» que se preserve su identidad, por seguridad y porque, a los 40 años, quiere dejar de lado «estas cosas oscuras y empezar a estudiar periodismo».

La causa por la violencia que lleva el juez Mariano Bergés avanzó más de lo que muchos pensaban. Salieron a la luz manejos turbios. Pero muchos dudan hasta dónde llegará el magistrado.

«La relación de los barras con los dirigentes viene de años. Cuando llegaron los que están ahora, nosotros ya estábamos», cuenta «Nani», un ex barra de River que dejó las canchas a principios del Apertura y que hoy, de traje y corbata, trabaja en una oficina. «En la época de (Alfredo) Davicce y (David) Pintado nos dijeron que no nos daban más cabida por la muerte de un hincha de Independiente. Les pinchamos las ruedas de los autos y los amenazamos hasta que les hicimos averiguaciones personales a cada uno. Davicce tenía un porcentaje en el pase de Palermo a Boca, Pintado empresas a nombre del yerno, habían hecho firmar a jugadores que traían del interior por cifras descomunales, como al muerto de Chacana. El contrato decía 500 mil dólares y le pagaban 150 mil», relata el ex barra. «Estaban más sucios que nadie. Después aflojaron».

Esta es una de las tantas historias que cuentan los hinchas más pesados. «El que te dice que no tiene relación con la barra te miente», dice, en exclusiva al «Rio Negro» el integrante de la agrupación «Por un Boca mejor», Horacio «Cholo» Palmieri, nombrado en la causa.

El barra arrepentido Carlos 'Paleta' Amenedo señaló a Palmieri como nexo entre Santiago 'El Gitano' Lancry, líder de La 12, y el radical Enrique «Coti» Nosiglia. Lancry, empleado del Gobierno de la Ciudad, fue detenido por orden de Bergés. Nosiglia le entregó un escrito al juez negando cualquier vínculo con el enfrentamiento entre Boca y Chacarita, pero no explicó nada de su supuesta relación con Lancry. «Si 'Paleta' sabe algo tendría que comprobarlo. Lo conozco, vive a tres cuadras de casa. Militaba, se fue al grupo opuesto del 'Coti'… pero son todas boludeces de la política y del radicalismo», dice el atribulado «Cholo» Palmieri con los ojos rojizos. «Que sea amigo de Lancry no significa que lo relacione con Nosiglia ¿Te pensás que Coti me necesitaría a mí en el medio? Nexo de qué puedo ser yo, si Lancry labura en política hace 30 años y es militante del radicalismo», se enoja Palmieri, quien tiene planeado viajar a las Canarias por negocios y posiblemente radicarse allí los próximos años.

Según trascendió, los más comprometidos con la causa so Armando Capriotti, Luis Barrionuevo y Roberto Digón. «¿Digón solo? Yo no creo que él sea el único», opina Pablo Abbatángelo, titular de la agrupacion opositora «La Bombonera». «Es lógico que lo llamen a Macri porque Digón solo no puede hacer nada. Depende de los de arriba. Acá hay cuatro dirigentes complicados, además de empleados que sólo obedecen», dice, en reserva, un integrante de la Comisión Directiva .

«Amigos míos fueron a San Pablo a ver la Libertadores con empresas oficiales que les decían que les daban la entrada. Cuando llegaron, no las tenían. Fueron a la reventa y esperaban escuchar gente hablando en portugués. Pero no. Lo hacían en español, con una camiseta azul y amarilla, y un talonario en la mano ¿Quién se lo dio? ¿Los dirigentes del San Pablo?», sugiere –irónico- Abbatángelo.

Si se sabe tanto, ¿por qué está dando vueltas el rumor de que la causa quedará en la nada? «Si yo hablo, ¿quién me garantiza seguridad a mí y a mi familia?», apunta un ex dirigente de Boca. Algunos interpretan que a pesar de que se conocieron negocios, nombres y arreglos parece que las pruebas no son suficientes para dejar tras las rejas a los responsables de este tumor. «Podés cortar todo si metés en cana a los líderes. Pero los chabones arrastran a todos. Tienen los celulares de los dirigentes y saben dónde viven», dice «Nani».

El hincha de Boca, Cristian, agrega: «En la comisaría, antes de los partidos, se decide si va a haber pelea o no. Se pacta una plata –unos 10 mil pesos- por una zona liberada. Siempre fuera de la jurisdicción del comisario para que no tenga quilombos. Eso después les sirve para inflar los operativos».

«Rafa tiene una foto con Menem, ¿te pensás que lo van a tocar?», agrega Cristian, que culmina con una revelación: «No puede caer ¿O te crees que se escapó con sábanas por la ventana? Lo que sí, con este quilombo, los pibes se despiden de la cancha».

 

Juan Ignacio Pereyra (ABA)

«¿Te imaginás un juego en dónde manejás a una barra, vas de local y visitante a todas las canchas, te enfrentás con otras barras, te emborrachás, le robás a la gente, destruís bares y combatís con la policía?». La posibilidad te lo ofrece «Hooligans, Storm over Europe, El Juego de los barrabravas» y lo podés conseguir por Internet, en el sitio de Mercado Libre, por apenas 5,99 dólares. El «juego» (así al menos lo llama la oferta) propone «convertirse en la barra brava más conocida y con más aguante, destrozar todo en busca de la notoriedad, suministrar drogas, alcohol, robarle a la gente y pegarle a la policía».

El «Juego de los barrabravas», ya bajo conocimiento de Javier Castrilli para ser denunciado ante la justicia, es originario de Inglaterra, donde ya fue prohibido. Aquí, se lo presenta como un capítulo más de la «cultura del aguante». La misma cultura que ha llevado a un callejón sin salida al fútbol argentino. El «aguante» pretende significar que los barras son hoy por hoy los únicos dispuestos a ofrecer hasta su vida por los colores. Mientras dirigentes, técnicos y jugadores sólo buscan dinero, fama o poder, ellos son los únicos que hacen el «aguante» a los colores. La camiseta de los barras no vende su pecho a la publicidad. Y su tribuna es pues el único espacio no contaminado. Un lugar sagrado. La última trinchera.

Suena casi conmovedor. Y así inclusive se lo creen muchos fanáticos realmente dispuestos a dar la vida por su equipo, acaso creídos de que la oferta de Mercado Libre no es un «juego», sino que es la verdad. Pero ya todos sabemos que los barras también venden jugadores, entradas y droga, que ser barra es un negocio y que hasta las banderas que cuelgan en esa tribuna sagrada, en esa trinchera incontaminada, son «trapos» que, muchas veces, suelen cotizarse al mejor postor. Lo va dejando cada vez más claro la audaz investigación del juez Bergés. Por eso, percibiendo la derrota, el barra envía mensajes a través de la prensa advirtiendo que está dispuesto a vender cara la caída. «Si caigo yo, caen todos», avisa, por ejemplo, uno de los líderes de «La 12», Rafael Di Zeo, todavía prófugo de la justicia. Y cerca suyo sugieren un dato: que un ministro del actual gabinete nacional utilizó los servicios del «Rafa» hace unos meses para quebrar un acto en la textil Bruckman, reclamada por sus trabajadores.

¿Avanzará la justicia hasta el «caiga quien caiga»? Porque las formas acaso sean distintas, pero el Boca de Mauricio Macri, en realidad, parece haberle dado a su barra las mismas prebendas que le dio a sus fanáticos el Chacarita de Luis Barrionuevo. Si hasta el propio dirigente de Boca, Roberto Digón, declaró ahora ante el juez Bergés que la barra de su club estuvo presente en reuniones de Comisión Directiva e ingresaba a la Bombonera por dos molinetes truchos, que fueron liberados por el propio club en la Puerta 14, con conocimiento inclusive de la policía. El debate que parece avecinarse ahora es si los dirigentes (los de Boca o los del club que fuere) actuaron de ese modo porque fueron víctimas extorsionadas o porque simplemente fueron cómplices de los violentos, miembros de la asociación ilícita que investiga el juez Bergés. Es curioso, la chispa que inició todo (Boca-Chacarita) fue por una refriega de las tantas que se registran en un estadio, un incidente sin siquiera heridos graves y, para peor, sospechado de ser una trampa política por su cercanía con las elecciones en la Capital. Pero la chispa se está convirtiendo en un incendio enorme. Porque por fin están investigando no sólo al chancho. Sino también a quien le da de comer.

    Ezequiel Fernández Moores


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