¿Y si el fracking contamina?

Invierto la pregunta que sirvió de título a la nota que este diario publicó el 11 del corriente en esta sección, del ingeniero, doctor y diputado provincial Luis Felipe Sapag. Considero que éste es el interrogante responsable que se deben plantear las autoridades ante un fenómeno nuevo en la región y que viene con antecedentes, por lo menos controvertidos, de su aplicación en otras partes del mundo. El firmante banaliza su posición con el cierre de su nota. La discusión sobre cuestiones ambientales, en las que sí o sí se involucra la vida en todas y cualquiera de sus manifestaciones, no es asimilable a los chimentos de la farándula o a las informaciones de los juegos rentados, mal llamados deportes. Dése cuenta, legislador, de que lo que estamos tratando es muy serio; es mucho más que la rentabilidad extraordinaria de un negocio o la cuerda a la que apela el gobierno, de todos los niveles, para escapar de la crisis energética que supo conseguir o el abultado y supuesto ingreso de divisas a la Provincia para paliar los déficits en todo sentido que deja el modo de administrar de su partido y de miembros de su familia. Es ésta una cuestión trascendente, porque los efectos de las medidas de hoy repercutirán en varias generaciones por venir. Entonces debemos jerarquizar el debate, sin chicanas ni descalificaciones. Nunca digo que los que defienden a Chevron son pagados por esa empresa. Analizo y discuto sus argumentos desde una posición diferente y legítima. En primer lugar, debo decir que a toda experiencia hay que darle un contexto. Vivimos en la Argentina, un país descontrolado donde los mecanismos de fiscalización constituyen, en la mayoría de los casos, una cobertura para que los controlados hagan lo que más les beneficie. En ese marco, debemos analizar el futuro comportamiento de las petroleras. Muchas de ellas llegan desde sus países de origen y de otros con antecedentes serios, pero en la Argentina se desmadran. ¿Por qué? “Porque estas empresas hacen lo que en los países donde trabajan les permiten hacer”. Esto me lo dijo en los años 90 un miembro del Parlamento europeo, de origen francés, cuando vino a la zona por las consecuencias humanas de la contaminación de la zona de Añelo donde estuvo involucrada una empresa de aquellas raíces. El fracking ya está instalado en Neuquén. Se lo hizo subrepticiamente, sin marco legal, sin licencia social, sin estudios de impacto ambiental. Sostienen algunos, entre ellos el propio diputado firmante, que hay 300 pozos y todos se ufanan de que no han existido “eventos indeseables”. Debe ser así, pero los “eventos indeseables” no se observan en forma inmediata. Ya sería desastroso el sistema si así fuera. Es una cuestión de tiempo tener verificaciones certeras y válidas. Seguimos escuchando conceptos optimistas que a fuerza de repetirse en todos los medios y en numerosos espacios pagos se convierten en una publicidad con un fuerte déficit de elementos veraces. Entonces, cuando se paga para convencer, permítanme dudar del sentido del mensaje. Se habla de que este tipo de explotaciones puede ser el fundamento de un crecimiento económico, social y cultural. Es éste otro enfoque central para el debate serio y amplio. ¿Qué tipo de crecimiento trae la actividad petrolera? ¿Qué tipo de trama social genera? ¿Qué pautas culturales alimenta? Respondo sintéticamente, desde mi óptica: el crecimiento se focaliza en el área de servicios, con empresas sin arraigo y con procesos aluvionales, pueblos que crecen y se apagan como fósforos y agresiones sobre fuentes de agua y tierra fértil; desde lo social, genera fuertes desigualdades, con todas las ramificaciones negativas de ese estado (precios de mercaderías y servicios a nivel “petrolero”, consumismo, atracción de actividades indeseadas, etcétera, además de resentimientos en los sectores, sobre todo juveniles, que no pueden alcanzar ese reino que siempre estará destinado a unos pocos). De ahí en más se entrelazan y alimentan las pautas culturales sobre las cuales, al menos hoy, prefiero no abrir juicios de valor. Pero hay más situaciones que debemos incluir en el debate: ¿cómo influyen estos grupos empresarios en la calidad institucional de las jurisdicciones donde se asientan? Influyen mucho y mal. Estas empresas tienen una enorme capacidad de lobby. Posen entrenamiento de “premier league” para ganar la simpatía de los funcionarios de turno, para apoyar candidatos a los ejecutivos y parlamentarios y tener gente propia en los gobiernos que les interesan. El costo que les pueden demandar estos apoyos lo recuperan en horas de trabajo bajo sus normas y la voluntad complaciente de los favorecidos que se transforman rápidamente en favorecedores. San Juan y La Rioja son paradigmas a observar. Son gobiernos “mineros”. En el mundo hay también casos emblemáticos de gobiernos impuestos por petroleras; Nigeria, por ejemplo. No son hipótesis ni son necesarios métodos científicos que respalden o refuten lo anterior. ¿Nosotros seremos la excepción? Hoy la primera batalla la han ganado las petroleras y sus apoyaturas políticas. ¿Ganó la sociedad? El debate debe proseguir, porque lo que está en juego es –como dije antes– trascendente. Pero dejo otra certeza: si mañana el fracking contamina, ya será tarde, no podremos volver a atrás, porque los daños ambientales no tienen reversión. Es falso que se remedien sin secuelas. Por eso la actitud responsable es prevenir, experimentar, verificar y luego, con resultados comprobables, avanzar o no. Y si aquella hipótesis ocurriera, los hechos seguramente no formarán parte de los programas de chimentos de la farándula. (*) Presidente CC-ARI Neuquén

RICARDO VILLAR (*)


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