Ya hemos vuelto a nuestra peor versión


Algunas voces de esa larga cadena de responsabilidades hablaron de la presunta obstinación cultural de los más viejos en ser atendidos por personas en los bancos. Una excusa canalla.


Demasiado pronto se desalinearon los astros para el presidente Alberto Fernández. El gobierno atraviesa el momento más difícil desde la detección del primer caso de coronavirus en el país, del que acaba de cumplirse un mes. La pandemia progresa, escala largamente el millar de casos, aunque con la fundada sospecha de que son en realidad “muchísimos más” -en palabras del ministro de Salud- que los registrados debido a la falta de testeos masivos (la Argentina es uno de los países con menos pruebas en el mundo). El número de muertos ha crecido al mismo tiempo hasta cerca del medio centenar. La única certeza por el momento es que el virus circula libremente entre personas y objetos: los casos de contagio comunitario representan cerca del 10% de total registrado y otro tanto están en trámite de investigación, lo que quiere decir que también lo serán.


El desafío que atraviesa ahora Fernández radica en cómo relajar la cuarentena para atenuar el duro impacto en la economía y en una comunidad empobrecida y exhausta.


Para los especialistas, aunque el virus empieza a mostrar ya una cara más oscura, está teniendo un desarrollo controlado según los parámetros de prevención. Aquí hay otra convicción: si bien falta información por la escasez de pruebas, las medidas precoces de aislamiento social han sido determinantes para retardar la expansión. Pasadas ya dos semanas desde el comienzo de la cuarentena, los médicos dicen que tendremos más estimaciones sobre su comportamiento.

Las iniciativas tempranas del gobierno respecto del coronavirus han sido producto de una decisión clave de Fernández: la conformación de un comité de expertos que le proporciona información para la toma de decisiones. Ellos son los autores intelectuales del confinamiento dispuesto por el presidente para evitar un colapso en el sistema de salud.

El desafío por el que está atravesando ahora Fernández radica en cómo relajar la cuarentena para atenuar esta vez el duro impacto en la economía y en una comunidad empobrecida y exhausta. Los efectos serán devastadores: el bimestre marzo-abril podría mostrar un desplome interanual de la actividad superior al 10%, según una estimación de la consultora Abeceb.

Cómo abrir paulatinamente es un reto al que se está enfrentando buena parte de la economía global. En la Argentina se suma el de hacer llegar la asistencia a los sectores más postergados. Para esta instancia el presidente sin embargo cambió el patrón con el que venía manejando la crisis: concentró las decisiones en un equipo diseñado según un sistema de loteo, cuyo principal objetivo era renegociar la deuda y que ya ha mostrado sus serias limitaciones en cuanto a reactivar la economía aún antes de la pandemia. El primer ensayo fue la reapertura de los bancos para el pago a jubilados y beneficiarios de planes sociales. Derivó en un desastre organizativo que puso en riesgo la salud del sector de más sensible a la propagación de la pandemia. No conocemos sus consecuencias.

Las imágenes de los jubilados haciendo largas horas de colas en torno a las sucursales fueron una muestra inexplicable de imprevisión y desidia. Algunas voces de la larga cadena de responsabilidades -gobierno-bancos-gremio- hablaron de la presunta obstinación de los más viejos en ser atendidos por personas. Una excusa canalla. Lo que reflejaban esos rostros era angustia y urgencia.

El presidente apuró una convocatoria de la CGT y de la UIA, con los que se reunió en Olivos. Los líderes gremiales habían sido llamados para equilibrar la balanza después de los elogios del presidente a Hugo Moyano, el sindicalista más poderoso de país, clave en la logística del transporte en la crisis y también uno de los dirigentes con peor imagen en la opinión pública. Los empresarios, para enmendar las acusaciones que les había cruzado el presidente cuando los llamó “miserables”. Una mesa tripartita evaluará cómo flexibilizar algunas actividades después de Semana Santa.

Después de unas primeras señales alentadoras sobre el modo en que se decidió enfrentar un enemigo misterioso e inasible, la Argentina ha vuelto a dar muestras de su incapacidad para encarar desafíos complejos. Hemos vuelto a nuestra peor versión.


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