Palimpsestos: Borges y los sueños II

Columna semanal

Palimpsestos: Borges y los sueños II

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Borges consideraba a los sueños como un género literario más y en muchos de sus poemas y cuentos podemos rastrear la presencia de los sueños y su importancia en la construcción de un personaje o en el desarrollo de la trama. “Las ruinas circulares” es uno de sus cuentos más célebres. En él campea la teoría oriental, luego pitagórica, de que la historia del mundo se repite y su derrotero es siempre circular y no lineal como creemos. Y se enlaza con otra idea muy cara al escritor, la del encadenamiento infinito, en este caso el de los sueños. El protagonista tiene un propósito que parece extravagante al inicio: “Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad”. Después de varios intentos fracasados de este cuasi dios del dormir, logra crear un hombre a quien cuida como si fuese un hijo y lo aposenta en la realidad. El fuego un día consume los alrededores del templo y el hombre se da cuenta de que no tiene escapatoria. Sin embargo el fuego no lo quema. “Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo”.

Mucho más sutil y hesitativo es el papel del sueño en el cuento “El Sur”. Juan Dahlmann, el protagonista sufre una herida en la cabeza que deriva en una convalecencia en un sanatorio en un estado de duermevela y poca lucidez. El relato tiene una variante, si lo que sigue, esa fatalidad de llegar a un boliche en las orillas del mundo civilizado y la barbarie y esa pelea absurda que está por llevar adelante, facón en mano, (y en la que seguramente encontrará la muerte), es un sueño provocado por la fiebre en ese sanatorio o bien, Juan Dahlmann efectivamente está viviendo esa pesadilla inevitable en la realidad. En ese final está toda la ambivalencia del sueño para elevar al cuento en una verdadera obra maestra: “ Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado. Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura”.


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