Un regreso cargado de aplausos

Ni los organizadores más optimistas creían que volvería a ser el fenómeno que fue por unos cuantos años. Mucho menos hubieran creído si alguien les decía que iba a ser uno de los elegidos del verano.

Sin embargo, rompió todos los pronósticos y fue, porque esencialmente volvió a ser el de antes, pausado, cauto y sobre todo buen exponente del género.

Lo más lindo, lo que más me gustó, fue que volvió también con el folclore bajo el brazo, porque estaba un poco alejado del género que lo llevó a la fama.

Se trata de Luciano Pereyra, a quien comparo en algunos aspectos con Abel Pintos, salvando enormes diferencias en lo que hacen y en cómo lo hacen. Pero tienen mucho en común, el apego con su público, su entrega en los escenarios y la simpleza. Creo son los valores que sobresalen, a los que hay que sumar lógicamente los profesionales. Abel también dejó el folclore a un costado y se volcó a su propio estilo, ese que le hace tener tantos éxitos sin pausas.

En el caso de Luciano Pereyra se ve a un exponente más maduro, que se animó a dejar zambas, canciones y chacareras y graba melodías muy diferentes. Pero supo distinguir dentro de su mismo público, el de los festivales y el de los discos. y no son los mismos, uno es muy del folclore, otro muy del amor y las canciones.

La pasó mal, estuvo complicado con su salud, pero volvió a ser el de antes. Luciano Pereyra llenó cada una de sus presentaciones del verano, recibió aplausos multiplicados en Cosquín y repitió éxitos por todo el país.

Esta sí que fue la historia linda del verano, porque la fortaleza, las ganas y su calidad como persona y profesional lo instalaron de nuevo en un terreno que estaba vacío.

Desde el 13 de enero cuando se presentó en el festival de Santa María de Punilla, este exponente de hoy 35 años no paró de sumar éxitos que ya conocía, pero que había dejado de lado por cuestiones de salud.

Bienvenido a los escenarios y salud por su regreso.