Los trenes, una pasión con tradición familiar

Hijo, nieto y bisnietos de ferroviarios, este hombre con alma de niño hace funcionar, en el quincho de su casa, un complejo de vías con formaciones como las que circulaban en los años 40.

Historias únicas : Horacio Asborno

Horacio Asborno proviene de una tradicional familia ferroviaria. De niño jugó con la primera formación de ferromodelismo que le regalaron sus padres, pero sin demasiada devoción. Unos once años atrás, volvió a descubrir su pasión. Desde el diseño en escala de un complejo de vías, adaptar o construir convoyes como para jugar en forma periódica en su quincho particular.

“Mi bisabuelo, que se radicó en Bragado hacia 1880, trabajó en el ferrocarril del Oeste, mi abuelo fue maquinista y mi viejo se desempeñó como ingeniero con los ingleses”, cuenta como para ilustrar de dónde le surge el afecto por los trenes.

Los estudios y el trabajo lo llevaron por distintas vías. Sin embargo en enero del 2007, con la ayuda y colaboración de su hermano Marcelo, se decidió a armar la maqueta y darle forma al proyecto “Estación Patriarca”. Esta señalización colocada en el acceso, que distrae a los visitantes, hace referencia a la calle capitalina donde se encuentran las instalaciones.

Al principio parecían demasiadas vías y material. A medida de que se fueron distribuyendo sobre el extenso tablero, el tendido fue tomando forma. En forma inmediata vio la necesidad de continuar con la búsqueda de más material de la marca Märklin.

Entre las pequeñas máquinas se encuentra una codiciada del ferromodelismo: la “cocodrilo”. Se trata de una pieza en escala construida sobre la locomotora eléctrica para trenes de mercancías de la serie Be 6/8 II, de origen suizo, y que con su característico color verde abeto estuvo en funcionamiento hasta principios de la década del 80.

También suele tirar de una formación en el pequeño complejo una Baldwin diésel eléctrica que emula al ferrocarril Santa Fe que corre por suelo norteamericano.

El tendido ferroviario, con optimización de espacios, cuenta con un diagrama de la vida real reducido a escala. Consiste en una “zona urbanizada” con edificios de departamentos, un galpón donde se guardan las máquinas con bandeja giratoria en la entrada, una zona de “vías muertas” para vagones de carga y pasajeros, autos en la calle, barreras de paso a nivel y hasta un tanque grúa que apretando un botón funciona a la perfección.

Como esto “no tiene límites”, en opinión del ferromodelista, se incorporó un nuevo circuito periférico con circulación de ida y vuelta en el recorrido. Siendo fiel al lema “nada se pierde, todo se transforma”, el último tramo se construyó en forma elevada con madera balsa de los “palitos helados”. Al momento de mover las palancas, cinco formaciones corren en forma simultánea, ya que el sistema fue previamente mantenido y aceitado por Asborno, en sus ratos libres.

Cuando contaba con siete años y sus padres le obsequiaron el primer juego Märklin, lo usaba, pero con el correr de los años llegó a la conclusión de que “no es un juguete para chicos sino para grandes”. Todas las semanas, tiene su momento de recreación poniendo en marcha todo el complejo, que es una copia exacta de los trenes que circularon hasta fines de los 40.

Se cae de maduro la pregunta: “¿ Qué le produce jugar con esto?”. Apunta a la “satisfacción”. Esta complacencia obedece a que “hice algo que no existía, y a lo que luego se le dio movimiento”.

Añade en ese sentido que representa “algo que cuando era chico no lo podía desarrollar y, después de tener dormida (esta pasión), ahora como adulto sí lo puedo hacer porque tengo tiempo, espacio y pude conseguir material”.

Con un familiar compartió el pináculo de este entretenimiento. Fue cuando su allegado le colocó una pequeña cámara de video en una de las formaciones mientras los trenes corrían para un lado y otro. Luego, al ver la grabación, parecía un escenario que se monta en las películas.


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