¿Cuánto falta para que la Patagonia sea una potencia vitivinícola? Responde Michel Rolland

“Yo como” entrevistó a uno de los enólogos más influyentes del mundo en su visita a Neuquén.

¿Cuánto falta para que la Patagonia sea una potencia vitivinícola? Responde Michel Rolland

“Yo como” entrevistó a uno de los enólogos más influyentes del mundo en su visita a Neuquén.

Michel Rolland, uno de los enólogos más influyentes del mundo, en su paso por Neuquén habla sobre el merlot, las nuevas camadas de enólogos y los pequeños productores. Criolla y vino naranja vs malbec. Un poco de todo en un ping pong interesantísimo con un tipo que sabe mucho.

Asesora a bodega Del Fin Del Mundo desde sus inicios. Vio nacer y crecer el vino que hoy se está tomando. Dio la vuelta al mundo asesorando bodegas durante toda su vida, varias vueltas, varios mundos. Hizo vinos en 21 países, no se cuantos pasaportes, no se cuantas millas, decir mucho o todo es poco.

El malbec en Argentina tomó un fuerte sentido en proyectos en los que Rolland participaba.

Polémico, divertido, nos encontramos una fría mañana de la pasada semana en Neuquén antes de que embarcara a Mendoza.

– Si el malbec no se diera tan bien en Argentina, ¿dónde estaríamos a la hora de producir vinos?

– En la vida hay dos cosas: trabajar mucho y hacer las cosas bien. Después hay que tener un poco de suerte. Creo que para Argentina el malbec es una suerte; no tengo la menor idea de lo que sería Argentina sin malbec. Se pueden producir vinos buenos por fuera del malbec pero Argentina tiene la suerte de tener malbec, hay que seguir en ese sentido, también desarrollando cabernet sauvignon, cabernet franc o bonarda o no sé que, pero tiene el malbec bien puesto y bien fuerte, entonces hay que seguir.

– ¿De la última cosecha en Neuquén a nivel varietal el protagonista sigue siendo malbec?

– Sí, sin duda. La vida es un promedio, hace 30 años que vengo a Argentina, hace 18 años que tengo mi propio emprendimiento y entonces si yo miro atrás, cosa que no hago habitualmente porque siempre miro hacia delante, el malbec en todo caso está siempre primero.

– ¿En qué ha cambiado el vino argentino en las últimas décadas?

– Digo siempre en broma que el cambio del vino argentino en 30 años es el equivalente a un siglo en los aviones. Es un poco fuerte, pero es un poco así. Cuando llegué a Argentina decía siempre que no encontraba a mi gusto vino bueno, el gusto es el gusto, es el más importante, la gente a la que le gustaba el vino de hace 30 años no tenía el gusto internacional. Desde entonces todo cambió porque Argentina no exportaba, ahora exporta; no tenía imagen en el mundo, ahora tiene imagen. Todo ha cambiado en el buen sentido. Era un vino diferente, demasiada producción, los vinos estaban livianos, no había color; al revés, el malbec de vez en cuando estaba demasiado negro. Siempre es un lado y el otro, siempre hay que buscar el promedio. De vino muy liviano, sin consistencia pasamos a algo un poco rústico: hubo que buscar fineza entre los dos. Hoy sabemos hacer vinos más finos pero eso necesita tiempo.

– ¿Burdeos siempre ha sido una referencia para usted?

– Sí, porque nací y aprendí en Burdeos pero trabajando afuera. Hice vino en 21 países en total. Vi varias cosas haciendo vino afuera de Burdeos. Hay que adaptarse a la zona. Cuando estamos en San Patricio del Chañar estamos en Pomerol, es otra cosa. Lo mismo si hacemos cabernet sauvignon. Entonces hay que adaptarse un poco a la zona y trato de adaptarme.

– ¿Los críticos de vinos y sus puntajes de alguna manera tienen el tiempo contado?

– Lo he dicho ya. Pienso que cada uno tiene su gusto, el vino que te gusta es el buen vino. ¿Por qué uno que es escritor o catador debe tener la referencia absoluta? Eso no importa. Pienso que la gente está buscando siempre. Hemos tenido Parker, hemos tenido varios otros, pero creo que el futuro va a ser un conocimiento personal, más que una referencia a alguien más. La gente puede probar, si te gusta se acabó la historia, no hay que decir es un 94, 91, o 97. Me gustaría que la gente sea suficientemente adulta para tomar su propia decisión.

– ¿Hoy el consumidor tiene más herramientas que antes para dictaminar un juicio?

– Está Google. Podemos buscar. Hay una invasión de información ¿y qué podemos hacer con eso? ¿A algunos le gusta a otros los agobia? Donde esta la verdad está tu gusto.

– ¿Cuánto falta para que la Patagonia se transforme en la segunda región productora de vino a nivel calidad si es que aún no lo es?

– Estamos todos corriendo, queremos la cosa ya y no queremos esperar. El vino es otra cosa. ¿Conocés la broma de la gente de Burdeos? “El mundo del vino es un mundo formidable, lo que cuesta son los cien primeros años”. Empezamos hace 15 años, acabamos de hacer una vertical de Special Blend de Fin del Mundo desde 2002 para acá y el vino está perfecto, hay muy buenos. El 2010 es una cosecha increíble. Grandes vinos no se hacen todos los años. Tenemos la oportunidad de hacer 2010 otra vez, pero necesitaremos tiempo. Esa añada tuvo un clima bueno desde el principio, poco viento, poco calor, un balance fenómeno de condiciones climáticas y eso ayuda mucho a terminar con buena uva. No hay buenos enólogos, hay buenas uvas.

– ¿De qué manera se rescata el merlot del sitio donde quedo relegado?

– Los americanos mataron el merlot de manera muy simple. Cuando comencé a ir a EE.UU. en los 80, había lo que llamamos la merlotmanía, la gente quería hablar de merlot, tomar merlot, leer merlot. Como siempre había dinero todo el mundo elaboró merlot e hicieron cualquier porquería. No es fácil hacer un buen merlot. Mataron al consumidor, tenemos que volver y cuesta, pero se está volviendo.

Nací debajo de una planta de merlot y crecí con merlot y hablando de merlot por mi abuelo y padre y nunca se preguntaron si había otra cosa. El merlot fue mi cultura. Luego fui viendo otra cosa. Viajé y aprendí a hacerlo en otra zona, es una variedad que no es muy adaptable como el cabernet sauvignon. El merlot puede ser muy complicada y como la zona de Mendoza es más complicada, aquí es una excelente zona. En esta zona se pueden hacer los mejores merlots del país. En Mendoza hay que hacerlo en altura. Gualtallary o Vista flores. Hoy se puede hacer muy bueno.

– ¿Hacia dónde van las nuevas generaciones en relación al consumo de vino?

– Creo que hay que ver como los jóvenes pueden aprovechar el vino y tomar un poco más de vino que otras bebidas que no tienen sentido a mi juicio porque soy un viejito digo esto (risas) , desgraciadamente. Hay que captar la atención de los consumidores. A todo el mundo le gusta la historia, las catas, como se hace el vino, hay muchos jóvenes que están apasionados.

Más que el gusto de un vino hay que captar la atención de ellos para que piensen que el vino es un poquito más cultura que tomar vodka a las tres de la mañana con amigos que puede ser simpático pero no es cultura es una manera de vivir , el vino puede ser cultura. Tenemos que poner más presión para que sea eso.

– A nivel mundial, ¿cuál es el verdadero mercado del vino, el que mueve la aguja?

– Hay un mercado fenómeno en el mundo que es EE.UU. sin duda. Esta creciendo China también, pero sin conocimiento particular, muy a ritmo de China. Plantaron una cantidad de viñedos enorme sin saber si estaban en buenas zonas. China tiene una fuerza que nunca para ni nunca va a parar. Pero el mercado esta en todos lados, cambia un poco con Francia, España, Italia que fueron lo más importantes en época de consumo, de producción lo siguen siendo, ha bajado el consumo, no el consumo mundial, el consumo de algunos mercados estrellas. Eso es buen signo pero tenemos que tener en cuenta lo que la gente quiere y todo eso es importante por el futuro. Lo bueno es que en el lapso de 30 años desaparecieron los vinos malos.

– ¿El resurgimiento de tantos pequeños productores en la actualidad qué le aportan al vino argentino?

– Es una necesidad absoluta. Antes para una gran empresa mover de un nivel de vinos a otro nivel de vinos más alto era muy complicado. Hoy un poco menos. Los pequeños pueden hacer grandes cosas que tal vez los de enorme volumen no podrían o les seria muy complejo. Los mejores malbec eran de producciones chicas. La pequeña producción ayuda a entender que se puede hacer otra cosa y mejorar lo que estamos haciendo. Eso es una necesidad absoluta.

– ¿Qué opina del resurgimiento de la uva criolla y de las apariciones de vino naranja en el mercado nacional?

– Creo que muchas veces cuando estamos pensando innovar se buscan cosas tontas. Y la criolla, he probado criolla bien hecha, pero no vamos a pensar que puede ser un futuro, no pienso que hoy puede ser un placer, antes era intomable, hoy tomable.

Aún no tiene suficiente para ser un gran vino, entonces son pequeñas cosas que vienen del lado de un negocio bastante fuerte y hay algunos que hacen cosas con mucha más acidez, bueno, ¿por qué no? Es parte de una evolución normal.

– ¿En qué se diferencian las nuevas generaciones de enólogos a las anteriores?

– Todos se necesitan, las generaciones anteriores han tenido un rol importantísimo en una época que era totalmente diferente. Imagináte a Ángel Mendoza hace 30 años y el rol de Daniel Pi hoy . La gente le preguntaba a Ángel hace 30 años con lo que le esta preguntando a Daniel hoy. Creo que las generaciones siguen y los nuevos se nutren de lo que hicieron y van haciendo los otros.

Hoy, Argentina tiene una muy buena escuela de enólogos y la nueva generación Daniel Pi, Walter Bressia, Pelleriti y atrás de ellos con 10-15 años menos están llegando una camada increíble que seguirá avanzando y progresando.

Pelleriti ha necesitado a los viejitos como yo y ahora está ensañando a las nuevas camadas y la cadena va a seguir avanzando. Hoy Argentina tiene una excelente escuela de enólogos.


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