A dos años del femicidio, “No estamos todas, nos falta Patricia Parra”

El 10 de octubre de 2018 fue asesinada por su expareja Eduardo Valenzuela en el barrio Colonia Fátima de Cervantes. Dos de sus hijas y una vecina del barrio la recuerdan. Una ausencia que es siempre presencia y que marca el día a día en el barrio.  

“Nunca imaginé en mi vida que iba a vivir algo así pero sí, no estamos todas, falta mamá”, dice Magdalena Rosa al recordar a su madre Patricia Parra quien el 10 de octubre de 2018 fue asesinada por su expareja, Eduardo Valenzuela, en el barrio Colonia Fátima de Cervantes.  Ella tiene 30 años y trabaja en el comedor que funciona en el centro comunitario, a la entrada del barrio. En una de las paredes del exterior hay un mural que se ve desde la ruta, donde las palabras gritan en blanco y negro: “No estamos todas, nos falta Patricia Parra”. La semana pasada participó junto a sus compañeras de una actividad. De espaldas al muro, se sacó fotos con su pañuelo rosa y la subió a las redes para reclamar por la declaración de la emergencia nacional en violencia de género. Pero Magdalena no mira el mural porque no puede.  

“Trato de no mirarlo mucho porque sé que es mi mamá y no puedo prestarle mucha atención porque me trae todos los recuerdos encima, me duele todavía. Siento como si hubiese sido ayer, todavía no lo puedo superar. Tampoco puedo ir a la casa, no puedo pasar ni por la calle porque siento que me va a salir a hablar y no, no está”, cuenta.  

Recuerda a su mamá haciendo comida, cocinando para la gente que estaba construyendo las viviendas y que la mayoría del barrio la conocía. “Mi mamá aguantó mucho”, piensa, “porque decía que nosotras éramos chicas y qué iba a hace ella sola con cinco hijos. Entonces ella fue aguantando y no. No hay que aguantar. Hay mil maneras de salir adelante con hijos sola, no aguanten a un hombre, los hijos se crían igual con padres que no están juntos”.  

A las mujeres que están viviendo una situación de violencia les aconseja que se animen a hacer un reclamo o a pedir ayuda. “Nosotros la asesoramos, que no se calle más, que hable. Alguien las va a escuchar y les va a ayudar. Si el hombre te golpea una vez no lo perdones, si lo hace una vez lo hace siempre. Si vos perdonas, al tiempo lo vuelve a hacer y te vuelve a pedir perdón. Es mentira”.  

Magdalena Rosa Valenzuela Parra trabaja en el comedor del barrio Colonia Fátima, a pocas cuadras de donde vivía su madre. Foto Emiliana Cantera.

Magdalena sigue dolida, siente que es algo muy difícil de sobrellevar y cree que se hizo justicia: “salió muy rápido la condena y no lo dejaron en libertad como en muchos casos donde no se hace justicia y hay un montón de mujeres que terminan muertas”.  

A sus dos hijas les dice que tienen que hablar siempre y que nadie tiene derecho a lastimarlas. “La más chica, de 5, vio todo lo que pasó con su abuela y no quiere saber nada con su abuelo, dice que es malo. Yo trato de ser fuerte como para demostrarle que vamos a salir adelante y que vamos a estar bien. Trato de darle mucho cariño para que no recuerde, pero cada tanto recuerda cosas. Me trae una flor y me dice ‘tomá mamá, para que no extrañes tanto a la abuela’». 

Mientras Magdalena habla se acerca María Huaychiqueo y se queda a un costado. Ella tiene 56 años y antes vivía en el barrio a dos casas de la de Patricia. Ahora se mudó a Mainqué pero una vez por semana vuelve para trabajar en el comedor. “La recuerdo como una mujer como yo”, dice, “siempre se portó bien conmigo. No éramos muy de estar en conversaciones, pero nuestro saludo siempre fue especial. ¿Cómo andas Patricia?, le decía yo. ¿Cómo andas María?, respondía ella”. 

“Patricia me dejó un vacío, como cuando sacas un árbol y no queda ni la sombra”, dijo María Huaychiqueo, vecina.

“Desde el momento en que su marido le arrancó la vida, yo siento un vacío en esa cuadra, no sé si todos los vecinos sienten lo mismo, pero yo lo siento”, expresa. “Se cumplen dos años de su muerte y yo la llevo dentro de mi alma y mi corazón como mujer. Ese día yo estaba en el centro comunitario y fue como un balde agua fría”, se acuerda.  

María participó de las movilizaciones por Patricia en reclamo de Justicia: “Anduve en marchas y mi voz en alto pedía Justicia. Ella era mujer como soy yo. Soy María pero no quiero ser una Patricia más en esta vida. Quiero ser libre, quiero que me respeten y yo respetar a los demás”. “Patricia me dejó un vacío, como cuando sacas un árbol y no queda ni la sombra”, sintetizó.  

A pocas cuadras del mural, está la casa de Patricia donde vive con su familia otra de sus hijas Analía Elsa, de 28 años. “Van a ser dos años que ella no está con nosotros y el dolor te queda. Yo estoy acá cuidándole la casa, es lo que quedó de mi mamá y lo que viví con ella”, recuerda. 

Analía Elsa Valenzuela Parra vive con su familia en la casa que era de Patricia. Foto Emiliana Cantera.

 “Ella me enseñó a ser madre y le doy gracias porque me apoyó y salimos adelante. Yo no sabía lo que era cambiar un pañal cuando a los 15 fui mamá. Esos lindos recuerdos jamás se olvidan”, asegura.  

Cuenta que su hija recuerda frecuentemente a la abuela por los panes calentitos y las tortas, porque siempre que llegaban a visitarla, las esperaba con algo rico. “Se extraña la abuela”, le dice, “pero siempre está, está con Dios y desde allá arriba nos va a cuidar”. Su hijo más chico tiene 2 años y está embarazada. Cuando pregunten por su abuela les va a contar “lo fuerte y lo linda que fue”.  

Analía Elsa junto a su hijo más pequeño. Foto Emiliana Cantera.

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El fallo, un punto de inflexión


Marcelo Hertzriken Velasco, abogado de la querella en el juicio, consideró que el fallo marcó un precedente en cuestiones de género no sólo a nivel provincial sino también nacional. “Es emblemático porque toda la causa está impregnada de perspectiva de género. El Tribunal de Impugnación ordenó que en adelante desde la Fiscalía se caratule como tentativa de femicidio o femicidio todo hecho de muerte violenta contra una mujer”, explicó. 

Advirtió que existieron dos intervenciones judiciales previas al hecho que fueron importantes pero que no se tomaron en cuenta: una denuncia penal por amenaza con arma y una actuación de la Comisaría de Cervantes por ley de violencia familiar en la cual se dispuso la exclusión del hogar. “Durante el procedimiento Valenzuela amenazó con volver, que se la iba a cobrar, que esto no iba a quedar así. Nadie tomó nota de esa circunstancia. No más de 40 días después, Valenzuela cumplió con su amenaza”, señaló. 

Audiencia por juicio del femicidio de Patricia Parra. Foto: Cesar Izza

“Nunca hubo custodia sobre Patricia Parra. El Poder Judicial y la Policía funcionan como compartimentos estancos. La mayoría de los femicidios en todo el país son con intervenciones judiciales previas por lo que creo que amerita no seguir creando organismos sino utilizar los que están” para un mejor seguimiento y coordinación, consideró el abogado. 

En la línea cronológica de Patricia hay 28 años de mala vida pero con vida. Cuando pone en conocimiento su situación de violencia, se lo excluye al agresor del hogar pero ella no llega a vivir más de un mes. Está claro que es una intervención del Poder Judicial que es iatrogénica, que causó más perjuicio que remedio, y por la cual no va a responder nadie”, apuntó. 

Exhortó a agudizar el ingenio y utilizar los recursos que ya se tienen, algunos muy calificados. “Funciona todo como partimentos estancos. Durante días horas meses, hay una persona que tras haber vivido una situación crónica de violencia y por haber ejercido un derecho está expuesta a un riesgo no tutelado”, concluyó. 

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El caso


• Patricia tenía 56 años y había nacido en Chile. De un primer matrimonio tuvo cuatro hijos y luego otros cuatro con su expareja Eduardo Valenzuela.

 • Tras 29 años en pareja, Patricia lo había denunciado por violencia familiar y había conseguido una restricción de acercamiento. Él la había amenazado: “Voy a volver, pero voy a volver a matarte”.   

• Ella militaba en la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y luchó por un plan de viviendas en el barrio. Por eso nunca había querido abandonar su casa, porque le había costado mucho.  

• Participaba en los grupos de mujeres y en las marchas de “Ni una menos”. Días antes de viajar al Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew, Valenzuela la mató.  

La casa de Patricia en el barrio Colonia Fátima de Cervantes. Foto Emiliana Cantera

El 10 de octubre de 2018 al mediodía, Valenzuela se presentó en la casa de Patricia. La golpeó, la atacó con un arma blanca que tenía en el auto y escapó. Una niña de cuatro años, nieta de ambos, presenció los hechos. 

• Según testimonios, una vecina quiso ayudar cuando detectó la situación. Llamó al destacamento policial pero no la atendieron. 

• El mismo día del femicidio, Valenzuela fue encontrado en una chacra cercana. “Ya está, me las mandé”, dijo cuando lo detuvieron. Quedó detenido en prisión preventiva.

El 25 de marzo de 2019 empezó el juicio.

«Matame así descanso de una vez», decía Patricia Parra ante la violencia de su ex, contaron sus hijas en el proceso. También, que su madre “escondía los cuchillos” de la cocina, por miedo a que su esposo los utilizara para agredirla. 

El 17 de mayo de 2019 Valenzuela fue condenado a prisión perpetua por “homicidio triplemente calificado, por haber existido con la víctima una relación de pareja, por haber actuado con ensañamiento, y por haber ocurrido en el marco de violencia de género, esto en concurso real con desobediencia a una prohibición de acercamiento, y amenazas agravadas con arma”. 

• Meses después, el Tribunal de Impugnación confirmó por unanimidad la condena.  

Detalle del mural de Patricia Parra. Una ausencia que es siempre presencia y marca el día a día en el barrio.  Foto Emiliana Cantera.

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