A la poda no la frenan el coronavirus ni el frío

En medio de la parálisis que impuso la pandemia, las chacras no detienen su actividad. La poda genera empleo vital en los sectores que más lo necesitan. Aquí describen sus tareas.

Sandro desde los 14 años trabaja junto a su papá José en la chacra. Foto Juan Thomes.

La pandemia del coronavirus provocó la caída de muchas actividades económicas pero la fruticultura no se detiene. Ahora, con las tareas de la poda, demuestra que sigue siendo el motor de la economía regional.

La temporada comenzó en mayo y marcha a paso firme. El paisaje de los caminos de chacras muestra las ramas de frutales acumuladas a un costado de las hileras.

Las bajas temperaturas y el virus no paran a los trabajadores. La necesidad es lo primero y se hacen de 1.500 pesos por día.

“Hace 10 años aprendí a podar, un capataz me enseñó. No vengo de familia de trabajadores de chacra pero me gusta esta tarea porque es tranquila”, dijo Gabriela Ramírez, que trabaja junto a su esposo Ricardo en unas hectáreas cerca del cruce de las rutas 6 y 22.

Ayer los trabajadores reclamaron por el reconocimiento de la zona desfavorable. Foto Gonzalo Maldonado.

Mientras corre su escalera, Gabriela mira con atención las ramas que va a cortar.

“Hay muchas mujeres que podan. Llevo años trabajando con hombres, la relación es normal, son bastante educados y no he tenido malas experiencias”, señaló.

La mujer de 38 años prefiere usar guantes para no lastimarse las manos y cuenta que desde que comenzó la pandemia ya no comparten el mate entre sus compañeros.

“Antes de la poda trabajo en el galpón de empaque. La lluvia dificulta porque pone resbaloso el terreno. Acá cayeron muchas hojas y eso ayuda”.

Carlos Rodríguez,
podador

“Agradezco seguir teniendo trabajo porque cada vez hay menos. Tampoco quedan muchos podadores. Es que las nuevas generaciones le esquivan. Lo consideran muy sacrificado”, dijo.

El mismo problema se observa durante la temporada de cosecha, pero lo suplen los golondrinas, que llegan de otras provincias.

Gabriela tiene cuatro hijas de 16, 12,10 y 2 años. “Prefiero que estudien. Mientras uno ayuda con los estudios a sus hijos está bueno”, recomendó.

Gabriela es podadora y capataz en una chacra sobre la Ruta 6. Foto Gonzalo Maldonado.

El sábado pasado, cuando nevó, Gabriela grabó a un compañero podando. El objetivo fue que le reconocieran el pago por zona fría.

“Se complica mucho trabajar así, aún no nos traen la ropa del invierno y seguimos reclamado”, manifestó.

Explicó que difundieron el video a través de las redes sociales para que el sector empresario se de cuenta de las condiciones en que trabajan. “Nos faltan camperas, guantes, camisas, pantalón y cuellos térmicos”, dijo.

Pagos

$ 1.500
Lo que cobra un podador por jornada. En estos días de lluvia las tareas se complican y se pueden suspender si el terreno está muy resbaladizo.

Mencionó que si les toca una día de lluvia y se caen de la escalera, no tienen cobertura del seguro.

En cuanto al protocolo no están obligados a trabajar con barbijos, ya que es una actividad en la que se mantiene la distancia social. Sí es indispensable el lavado de manos con jabón.

Padre e hijo podan juntos

José Carriqueo tiene 43 años. Junto a su hijo Sandro, de 19, trabajan de lunes a sábado en una chacra ubicada sobre la calle Viterbori, al norte de la Ruta 22.

A los 15 años aprendió a podar y desde que comenzó la pandemia no ha parado de trabajar, aunque si ha tenido algunas complicaciones.

“A veces hay que tomarse un día para ir a comprar. En el control de la avenida Roca nos paran pero tenemos permiso para circular”, contó.

José aprendió a podar a los 15 años. Foto Juan Thomes.

A las 18, cuando baja el sol, termina su jornada y carga sus herramientas en su camioneta Ford F-100. Solo al medio día hacen una pausa para comer algún sándwich de mortadela con un trozo de pan.

José vive en el barrio Colonia 17 de Octubre, cerca de Alta Barda. El día de la nevada fue con su hijo a la chacra a ver si se podía trabajar pero las plantas estaban completamente cubiertas.

“Se complica mucho nuestro trabajo con el frío, todavía no nos traen la ropa adecuada para el invierno y seguimos reclamándola”.

Gabriela Ramírez, podadora y capataz.

“En la chacra no se paró nunca, se siguió trabajando”, recalcó.

Su hijo Sandro comenzó a trabajar con el a los 7 años y a los 14 ya le seguía el ritmo a su padre. “Tengo una hermana melliza y a ella la llamaron Sandra”, contó sonriendo.

El año pasado terminó la secundaria y en marzo iba a comenzar kinesiología en Cipolletti pero lo postergó por la pandemia.

Sandro no pudo empezar la universidad este año pero siguió trabajando con su padre. Foto Juan Thomes.

Sin embargo, no se quedó con los brazos cruzados y nunca dejó de trabajar.
“Este es el trabajo que me enseñaron, más que gustarme es lo que aprendí y es sacrificado”, expresó.

A la mañana temprano dice que siente el frío, a pesar de que usa borceguíes.

La necesidad es la que motiva

“El pago por la jornada de poda anda en los $1500; igual, lo que se gana depende de cómo está el suelo y la necesidad de cada trabajador”, explicó Carlos, que realiza esta actividad desde los 12 años.

Ahora tiene 49 y aprendió el oficio de su padre, que se jubiló en la chacra. ”Esto lo trae uno desde chico”, expresó.

Carlos remarcó que “es la pura necesidad” la que motiva al hombre a trabajar pese al frío.

La lluvia complica porque el agua deja resbaloso el suelo y la escalera se puede caer. Sin embargo en la chacra en que trabaja hay muchas hojas y no se forma tanto barro. “Se puede podar de abajo”, explicó.

Carlos de lunes a sábado comienza las 8.30 su jornada en una chacra sobre la calle Viterbori. Foto Juan Thomes.

Carlos tiene cinco hijos, dos mujeres y tres varones que van a la universidad.

Antes de la poda trabajaba en un galpón de empaque, “lo hago por tanto, si no trabajo un día lo pierdo”, señaló.

El podador mira los controles policiales que hay sobre la ruta.

“Vamos a salir de este quilombo del coronavirus. Todos tenemos que cuidarnos y aguantar el frío nomas”, concluyó.


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