A los 64 y sin visión, desafiará al Ironman de Bariloche

Sergio Vázquez quedó ciego a los 18, debido a una enfermedad. No se desanimó, fue encarando distintos deportes y terminó superando importantes pruebas. El triatlón 70.3 será durísimo: 1,9 km de natación, 50 km de bici y 21 de trote. Pero se siente preparado.

A los 64 y sin visión, desafiará al Ironman de Bariloche

“No quiero fallar en nada. Se que no le voy a ganar a nadie pero me conformo con llegar”. Sergio tiene 64 años y sufre de ceguera pero no entiende de límites. Ni siquiera el triatlón Ironman 70.3, una competencia tan extrema como legendaria, puede doblegarlo.

La cita es en marzo en Bariloche e incluye un trazado de 1,9 kilómetro a nado por el lago Moreno, 50 kilómetros en bicicleta por Circuito Chico y 21 kilómetros de carrera por el centro de la ciudad.

El entrenamiento ya arrancó.

Desde los 20 años, Sergio trabaja en el Centro Atómico Bariloche y ya está a un paso de jubilarse. A los 18, sufrió una enfermedad que marcaría su vida para siempre. Un cuadro de hidatidosis lo terminó dejando ciego. En ese momento, no había oftalmólogos en Bariloche, la operación se dilató y el cuadro se fue agravando.

“Siempre jugué al fútbol, corrí, hice bicicleta hasta que quedé ciego. Tuve que aprender sistema braille y me fui apartando. Pero poco a poco, empecé a caminar con mi hija Natacha por todo el barrio. Cada tanto, me decía: ¿salimos a correr? o ¿andamos en bici? Conseguimos una bicicleta doble –con dos asientos y cuatro pedales– y también aprendí a nadar”, relató el hombre de Maquinchao que no pierde su sonrisa ni por un instante.

Poco a poco, los entrenamientos fueron intensificándose. Al principio, corría en asfalto por lugares más bien tranquilos. Pero sus conocidos fueron instándolo a participar en carreras y a medida que fue tomando coraje, Sergio se inclinó por las competiciones de montaña y llegó a participar en Cuatro Refugios y el Cruce Columbia de Los Andes, una carrera de aventura de 3 días.

“Todo esto arrancó cuando mis hijos se fueron a estudiar a Buenos Aires. La casa quedó medio vacía, nos sentimos solos. Nos pegó el síndrome del nido vacío. Por eso, empezamos a frecuentar el club a donde iban los chicos”, manifestó Sergio.

Este hombre entrena todos los días, excepto los domingos que aprovecha a descansar.

“Vi que me gustaba y que lo podía hacer. Hoy, tengo hasta 10 triatlones por año pero mi seguridad depende mucho de los compañeros que te guían. Por eso, también le pongo voluntad”, aseguró satisfecho.

Reconoció que cada tanto, en algún trote, se produce algún tropiezo que termina preocupando a sus acompañantes. “Si me quedara sentado en un sillón, no me pasaría nada. Pero me gusta salir y me la tengo que bancar”, reconoció.

Cada nuevo desafío de Sergio no sería posible sin el apoyo incondicional de su familia. Mirta, con quien está casado desde hace 40 años, lo lleva y lo acompaña a donde sea; mientras que Natacha, su hija, lo escolta cada tanto con la bicicleta. Su otro hijo, Matías, y sus cuatro nietos lo alientan a asumir cada reto.

El vínculo con Florencia Gorchs, su entrenadora y guía, también es muy fuerte.

Se conocieron en una carrera en San Martín de los Andes seis años atrás. En esa ocasión, la mujer corrió 21 kilómetros con los ojos vendados, junto a un guía, para saber lo que sentía una persona ciega en esa situación.

Sergio y Natacha no dudaron en esperarla y aunque no se conocían, se fundieron en un abrazo. “Ese gesto me encantó”, confesó.

Cada prueba del Ironman ya está definida para Sergio.

“En la prueba de natación, me voy a recostar sobre el andarivel de 900 metros y Flor irá a un costado para que no me vaya ni muy adentro ni muy afuera. Con Natacha voy a hacer el recorrido en bici (ella maneja y mete los cambios pero tenemos que pedalear los dos). Y con Flor, vamos a correr con la ayuda de una soguita corta”, detalló el hombre, ejemplo de optimismo y audacia.

“Me gusta esto de saber que el físico se puede trasladar de un lado a otro estando preparado”.

“Cometí un error cuando hice los 4 Refugios porque había cruzado Los Andes 20 días antes. Tenía cansancio mental más que nada. Es estresante escuchar: ‘Sergio, a la derecha, levantá el pie, ahora a la izquierda’. No quería saber más nada”.

“La ceguera es una cosa embromada, pero con el tiempo se curan las heridas. Tenés dos caminos: le ponés fichas o te quedás ahí. Por alguna razón me tocó y tengo que convivir con esto”.

Sergio Vázquez

Datos

“Me gusta esto de saber que el físico se puede trasladar de un lado a otro estando preparado”.
“Cometí un error cuando hice los 4 Refugios porque había cruzado Los Andes 20 días antes. Tenía cansancio mental más que nada. Es estresante escuchar: ‘Sergio, a la derecha, levantá el pie, ahora a la izquierda’. No quería saber más nada”.
“La ceguera es una cosa embromada, pero con el tiempo se curan las heridas. Tenés dos caminos: le ponés fichas o te quedás ahí. Por alguna razón me tocó y tengo que convivir con esto”.

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