Abuso de autoridad contra una maestra en un control policial en Neuquén

Lo denunció la docente, la policía dice que trató de atropellar a un efectivo. Ocurrió el sábado a la mañana y ella aún busca recuperar su automóvil con mercadería que había comprado.

El sábado poco antes del mediodía Giselle Kler volvía a su casa luego de retirar dinero y hacer algunas compras en el negocio más próximo cuando se topó con un control de la policía de Neuquén. Le pidieron un permiso para circular que no es necesario en esos casos, y pese a que trató de hacerse entender por los uniformados -todos varones-, le quitaron por la fuerza las llaves del auto, luego una oficial mujer la esposó y la tiró boca abajo en la caja de una camioneta, sin posibilidades de ponerse un barbijo. En el atropello no faltaron las frases machistas del estilo «qué cara de histérica que tenés» o «con ese carácter, no sé cómo les das clases a tus alumnos».

Gisella es docente en la escuela 280 y tiene un hijo de 4 años. Hasta hoy al mediodía no sabe dónde está su auto ni la mercadería que compró el sábado a la mañana y que le fue secuestrada sin orden por la policía.

La versión de la Policía de Neuquén es muy distinta. La comisaria inspectora Mónica Torrres dijo que la docente circulaba con su vehículo a elevada velocidad por calle San Martín y el control la detuvo para pedirle documentos. Ella fue remisa para exhibirlos, adujo estar apurada y quiso continuar su marcha. En ese afán, casi atropella a un policía.

Lo que relató Giselle es que el operativo la detuvo el sábado a las 11 de la mañana a tres cuadras de su casa, en San Martín y Rodhe. Circulaba en su auto y con barbijo. «Me pidieron un permiso para circular, respondí que no tenía y que no necesitaba ese permiso para ir al cajero y mercado de la zona. El oficial insistió en que tenía que tener tal permiso y me pidió que le muestre  la documentación del vehículo. Le mostré lo que me pidió y volvió a insistir con el permiso. Le respondí que evidentemente él no tenía bien la información al respecto del protocolo y por esto le solicite que me dejara ir a mi casa que estaba a tres cuadras».

Los problemas acababan de empezar. Ese policía llamó a otro, vestido de negro y al que Giselle identifica como el que más abusó de su poder. Ninguno tenía placa identificatoria con el nombre.

Ese agente le informó que le iban a secuestrar el auto. Metió medio cuerpo en el interior del vehículo «y por encima mío, tocando mi cuerpo se metió, arrancó la llave del tambor de encendido del auto (el cual estaba en marcha) y las revoleo arriba del techo del auto».

Giselle intentó recuperar las llaves, la rodearon otros policías -todos varones- y ella pidió que se identifique el jefe del operativo. Un oficial Benítez, de la comisaría 16, dijo que estaba a cargo.

Llegó otro móvil policial con personal femenino, la esposaron y la subieron boca abajo en la caja de una camioneta. En el auto de la docente quedó toda la mercadería que había comprado y demás pertenencias personales.

«Necesito aclarar que todo este accionar sucedió sin que yo tenga mi barbijo puesto» y que «la caja de esa camioneta era un asco. A esto se  suma  que al lado de mi cara tenía la bota de la oficial oliendo a cuero. De esta manera arrancaron arando la camioneta como si llevaran en la caja del patrullero a un narcotraficante», relató Giselle.

En la comisaría siguió el maltrato. Recién le sacaron las esposas cuando dijo que era docente, y la amenazaron todo el tiempo con encerrarla en un calabozo.

Un policía le sacó una foto: «es para que quede registrado en qué estado entras», le dijo.

Otro policía, «el bueno», le dijo que no iría a un calabozo, que la dejarían en libertad. Pero antes la hizo firmar un acta por triplicado en la que la acusan de resistencia a la autoridad y de violación a la cuarentena.

La comisaria inspectora Torres, en cambio, dijo que la docente sólo deberá responder por la violación a la cuarentena, ya que estaba haciendo compras muy lejos de su casa. «No se le exigió ningún papel para circular, no es cierto. Sí es verdad que fue esposada, es el procedimiento habitual para resguardo del personal, y su vehículo fue secuestrado siguiendo el protocolo».

Después de ser obligada a reconocer su culpabilidad en algo que no había hecho, Giselle intentó recuperar su automóvil. Un comisario de la 16 la atendió en tono amable pero sarcástico, le dijo que tenía cara de histérica y se ofreció a llevarla el lunes hasta el lugar donde estaba su automóvil.

Machismo, maltrato, abuso de poder, por todas esas situaciones pasó Giselle a partir de que un grupo de policías sin identificación le exigió un papel que no es necesario para ir a hacer comprar a un mercado de proximidad.


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