Ailen, la roquense que es detective de fallas en tanques petroleros

Ailen Mendiberri manipula una máquina de 250 kilos en cisternas de 50 metros de diámetro para buscar fugas, fisuras y corrosiones.

javier avena

javena@rionegro.com.ar

Por estas horas, Ailen Mendiberri está dentro de un tanque de 50 metros de diámetro en Dock Sud, en un Polo Petroquímico también llamado Villa Inflamable por su peligro potencial y por el recuerdo de aquel barco que explotó en 1984, cuando los bomberos se desesperaron para evitar que las llamas alcanzaron los depósitos de combustible a cuatro kilómetros de la Casa Rosada.

Allí, en ese predio de unas 220 hectáreas del otro lado del puente que une Avellaneda con el sur de la ciudad de Buenos Aires, circulan alrededor de 400 camiones por día bajo cables que transportan 132 mil voltios, cientos de cisternas albergan más de siete millones de litros de petróleo y los buques atracan en la dársena para cargar o descargar bajo la custodia de la Prefectura Naval Argentina, fuerza que montó un operativo de seguridad durante la Guerra de las Malvinas ante la sospecha de que comandos británicos podrían intentar sabotear ese conglomerado vital donde una mínima falla puede detonar una catástrofe de proporciones incalculables.

“Tuve que ir a formarme a Londres, es una pena que no se pueda estudiar esto acá”, Ailen Mendiberri

¿Que hace una chica de 25 años adentro de un tanque en ese polvorín? Busca fallas, fugas y corrosiones al comando de una máquina de 250 kilos que detecta con precisión milimétrica cualquier anormalidad oculta en la base, el espesor de las paredes envolventes y el techo. Mientras avanza con esa pesquisa, monta una estructura 3D en su laptop para volcar la información que después entregará a la empresa que la contrató para que pueda reparar el recipiente gigante.

“Utilizamos equipos ingleses de última generación”, explica. Y cuenta que ya se acostumbró a la sorpresa que genera en los clientes cuando se presenta junto a hombres con 30 años de experiencia en la industria y les preguntan quién va a entrar al tanque. “Cuando digo que soy yo, me miran y no lo pueden creer. Después me pongo el mameluco, paso por la boca de entrada y empiezo a recorrer la superficie con la máquina. Hay que hacer fuerza. Y ya me empiezan a miran de otra manera”.

–Una mujer en un mundo de hombres…

–Sí… Al principio me sentía rara. Por ejemplo a la hora de cambiarme, porque la mayoría de las veces solo hay vestuario de hombres. Después me acostumbré. Hay mujeres, pero en general están en la administración.

¿Cuál es la primera sensación al entrar a un tanque?

–El olor. Es fuerte. Muy fuerte. La primera vez me puse perfume, el mejor que tenía. No sirvió de nada. Te queda el olor impregnado y cuesta sacarlo.

Al mameluco suma máscara, casco, zapatos de seguridad, lentes de protección y el pelo rubio atado. Ailen ha trabajado en Mendoza, en Santa Fe, en Comodoro Rivadavia en el mismo lugar que su abuelo, en Plaza Huincul con temperaturas bajo cero, en Barranqueras (Chaco) con más de 40 grados, en Chile y pronto viajará a Brasil, recomendada por los ingleses. En el país, la mayor parte de sus reportes fueron para YPF, aunque también lo ha hecho para otras compañías.

Con la fuerza de piernas que le da el crossfit y la gimnasia acrobática, banca los movimientos que debe hacer sin poder acostarse, porque no hay nada más tóxico que el piso de una cisterna: “Tengo que trabajar en cuclillas o inclinada… según el lugar. Y cada año hago un chequeo médico completo, auditivo, de visión y de olfato, porque hay riesgo de perderlo”.

Tercera generación de petroleros, cuenta que no la influyeron el abuelo y el padre, que eligió sola su destino. ¿Por qué? “Por la combinación de adrenalina y tecnología. Me gusta eso”.

En el polo petroquímico de Dock Sud (Buenos Aires), ayer. Sentada junto al tanque, monta en un plano 3D el resultado de su monitoreo. Detrás, la boca de entrada.

Otra imagen en Dock Sud, al comando de una de las máquinas que detectan las fallas.

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