Aprender de los errores

La brusca aceleración de contagios y muertes en el país, incluyendo Río Negro y Neuquén, debiera poner a la población en alerta para encontrar nuevas fórmulas que eviten una escalada, que no sólo colapsa los sistemas de salud, sino arruina también la economía y la vida cotidiana.

Si algo aprendimos de esta pandemia es que las certezas son relativas. Europa, que parecía haber vuelto a la vida normal, sufre rebrotes que alarman a gobiernos y los llevan a nuevas restricciones. Francia decretó el toque de queda nocturno para bajar los contagios y evitar a toda costa una cuarentena generalizada como las de marzo debido a sus “devastadores efectos sociales, económicos y sanitarios”, admitió la comisaria de Salud europea Stella Kyriades.

En nuestro país, mientras parece aliviarse el AMBA, los contagios se esparcen por el interior. Argentina está en quinto lugar mundial en casos reportados: 980.000, y es la nación con más muertes por millón de habitantes en la última semana. Si bien sigue por debajo de la mayoría de los países de la región en muertes en relación con su población (sólo debajo de Paraguay y Uruguay), esto podría variar drásticamente. Sistemas sanitarios como los de Rosario, Neuquén y el Alto Valle rionegrino llegaron a una ocupación de terapias intensivas mayor al 95%. Los pacientes graves ya no tienen lugar.

¿Qué falló? Los expertos señalan: principalmente un bajo nivel de testeo y deficiente rastreo de contactos y aislamiento de pacientes y contactos estrechos. La cuarentena temprana fue efectiva inicialmente para “aplanar la curva” pero se fue relajando “de hecho” sin estrategias claras ni diferenciadas que lograran disminuir la cantidad de casos (que fue generando cansancio y relajamiento en las medidas de cuidado de la población) y la mayor circulación extendió el virus desde el AMBA a jurisdicciones sin casos.

En junio el 75% de los municipios del país no tenía un solo positivo pero hoy la tendencia es al revés: dos tercios ya han registrado contagios. A eso se sumó la falta de labor interdisciplinaria para diseñar medidas y comunicarlas, olvidando que la pandemia no es sólo un hecho de salud; también social y cultural.

Aun hoy no hay estrategias específicas para llegar a los jóvenes, que son quienes más se contagian en forma leve o asintomática, pero son clave en la expansión de los contagios a los mayores, con las tasas más altas de enfermos graves y mortalidad. En su afán por tranquilizar, muchos gobiernos olvidaron transmitir el “miedo útil”, ese que sirve para tomar medidas de cuidado.

Por último, la grieta política, tanto en el oficialismo como en la oposición, contaminó el debate e impidió discutir de manera sensata alternativas y opciones viables a las políticas implementadas, extremó posturas rígidas, estigmatizó e ignoró las evidencias sobre aspectos como el testeo de asintomáticos, las actividades al aire libre o el uso del barbijo. De criticar medidas, algunos sectores pasaron al negacionismo absurdo.

Hoy se llega a un cuadro complejo, con pico de casos y muertes, mayor circulación, incumplimiento de las medidas de prevención entre la población y un personal sanitario agotado.

Con el horizonte de la vacuna lejano, el desafío es hallar estrategias creativas. Aislamientos selectivos, fuertes y temporales allí donde los casos se disparan, mejor testeo y rastreo, aperturas ordenadas y protocolizadas y coordinación entre distritos vecinos son opciones. Y en la sociedad, tomar conciencia de que cada uno es un posible portador del virus y mantener en todo momento las medidas de seguridad: lavado de manos, uso de barbijo tapando boca y nariz, evitar compartir lugares cerrados, minimizar los encuentros sociales.

Hoy es el Día de la Madre y muchos querrían compartir en familia, pero hay que saber que las reuniones sociales son el principal foco de contagios. Si hay encuentros, lo ideal es que sean de pocas personas, al aire libre, con barbijos, desinfección y sin compartir implementos.

No es fácil cambiar hábitos, pero debemos aceptar que el mundo ya no es el mismo. Mirar hacia otro lado y hacer como si el virus no existiera es la peor opción.


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