Aún hay un camino largo para lograr la igualdad

Redacción

Por Redacción

Asa Regner *


Es necesario hacer frente a las normas sociales y barreras culturales persistentes que fortalecen la noción equivocada de que las mujeres no somos aptas para liderar.


Este año el Día Internacional de la Mujer, al igual que todas las grandes conmemoraciones mundiales, estuvo marcado por la devastadora pandemia del Covid-19. El tema que diversas organizaciones hemos planteado para 2021 es “Mujeres en liderazgo: hacia un futuro igualitario en un mundo post-Covid-19”, el cual es un recordatorio del catastrófico impacto de la actual crisis: incontables pérdidas humanas, una recesión económica asoladora e incertidumbre global. Pero al mismo tiempo es un tributo a la extraordinaria contribución de las mujeres para mantener a nuestras sociedades de pie, en medio de una crisis sin parangón en la memoria reciente.

Las mujeres han sido la primera línea de defensa contra el coronavirus. Esto, sin embargo, no ha significado para ellas mayor poder de decisión a la hora de definir y planificar la respuesta a la pandemia, ni mucho menos un merecido incremento en sus ingresos (los cuales, por el contrario, se han visto mermados en una proporción mucho mayor a la de los hombres). Una vez más, el liderazgo de las mujeres ha sido relegado como un tema secundario. Y en esta coyuntura, se hace más oportuno que nunca abordar este problema.

Cuando participé como delegada en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en 1995, las mujeres ocupábamos poco más de 10% de los escaños parlamentarios. La comunidad internacional reconoció entonces, al adoptar la Plataforma de Acción de Beijing, que la participación igualitaria de mujeres y hombres en la toma de decisiones refleja la composición de la sociedad y fortalece la democracia. Pero 25 años después, aún estamos muy lejos de la representación paritaria que nos trazamos como meta, pese a que hoy hay más mujeres que hombres con educación superior.

Aun cuando se registran avances alentadores -el más reciente, la primera mujer vicepresidenta y un número récord de mujeres en un gabinete en Estados Unidos- apenas 22 países (de un total de 193) están liderados por una mujer y las mujeres ocupan solamente 25% de los escaños parlamentarios. De mantenerse el ritmo actual, necesitaríamos 130 años para alcanzar la paridad de género en las jefaturas de Estado, algo que ni siquiera nuestros nietos verán.

La voluntad política para revertir este cuadro es un primer paso indispensable. Pero debe venir acompañada de acciones, incluyendo el fortalecimiento y la efectiva implementación de leyes que regulen el cumplimiento de cuotas en todos los ámbitos: desde los procesos electorales hasta las juntas directivas del sector privado. También se necesitan más nombramientos de mujeres en los poderes Ejecutivos nacionales: apenas 14 países tienen gabinetes paritarios. Y finalmente, es condición sine qua non el compromiso de los partidos y de los hombres que hacen política para cambiar la cultura y las prácticas discriminatorias que impiden y obstaculizan a las mujeres postularse, ser elegidas y desempeñar cargos públicos.

Más allá de las trabas reglamentarias, es necesario hacer frente a las normas sociales y barreras culturales -persistentes en todo el mundo y reforzadas en muchos casos por los medios de comunicación y la industria del entretenimiento- que fortalecen la noción equivocada de que las mujeres no somos aptas para liderar. Esto tiene su manifestación más extrema en la violencia que hemos enfrentado muchas mujeres que hacemos vida pública y política, incluyendo acoso, intimidación, y agresiones por medio de plataformas virtuales, que coartan nuestro ejercicio del poder y pretenden silenciar nuestras voces.

Esto, en primer lugar, vulnera nuestro derecho fundamental a formar parte del gobierno, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero también cercena el derecho de las sociedades a beneficiarse de la capacidad, la sabiduría y el talento de la mitad de su población. La efectiva y contundente respuesta a la pandemia liderada por mujeres gobernantes en todo el mundo, sea en Alemania, Noruega, Dinamarca o Nueva Zelanda, es evidencia de ello.

Además de la actual pandemia, es innegable que todos y cada uno de los graves y urgentes desafíos globales que enfrentamos, desde el cambio climático, hasta la seguridad alimentaria y la erosión de la democracia, exigen un reparto igualitario del poder y la toma de decisiones. Cuando más mujeres participan en la vida pública y en la formulación de políticas, se coloca mayor énfasis y se asignan más recursos a prioridades sociales, ambientales y a la atención de los grupos más excluidos y marginalizados.

Toda crisis genera una oportunidad. Desde ya, la comunidad internacional está abocada a “reconstruir mejor” y dar forma al mundo que queremos tener una vez superada la pandemia. Debemos asegurar que, en ese futuro, mujeres y hombres finalmente compartan el poder y la toma de decisiones en pie de igualdad para beneficio de las sociedades en su conjunto.

* Directora ejecutiva adjunta de ONU Mujeres y exministra de Género de Suecia (2014-2018).


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