Camino al socialismo

Diego Lo Tartaro*


El presidente tiene por delante una tarea extremadamente difícil. Dos son los frentes a los que debe atender y dar solución simultáneamente. Uno el coronavirus, que al momento exitosamente está controlando. El otro, que a su vez tiene dos frentes, la negociación con los bonistas extranjeros que prácticamente tiene fecha de vencimiento el viernes próximo. Y paralelamente otro mucho más difícil por lo endémico, antiguo y peligroso: la crisis financiera económica y social en la que estamos sumidos, la parálisis en todas las actividades económicas que está dejando legiones de desocupados y empresas que no pueden hacer frente a los sueldos a pagar a obreros y empleados porque no están trabajando o directamente se encuentran virtualmente ante la quiebra.

Esta inédita y excepcional situación financiera el Estado la está amortiguando con créditos que otorga tanto a los monotributistas, pymes y a grandes empresas para el pago de sueldos y la extensión en el pago en los vencimientos de sus obligaciones impositivas y bancarias.

El gran interrogante es si la cuarentena se prolonga más de lo esperado. El endeudamiento empresario con el Estado será de una magnitud muy difícil de cuantificar, el resultado será que el Estado se convertirá en el mayor acreedor de la gran mayoría de las empresas privadas. Aquí nos aparece otro gran interrogante: ¿si el Estado en un momento dado cesa de financiarlas y pide su devolución?

En esta hipotética suposición y en el caso de la imposibilidad de que la empresa cumpla con este requerimiento, el Estado podría pedir la capitalización de estos créditos, eventualmente entonces estaría en condiciones de tomar el control de las mismas, es decir, iríamos camino a la socialización de las empresas por el camino inverso al que el mundo transitó tantas veces en la historia.

Esta no es una suposición descabellada porque cuando se produce en EE. UU. la crisis por las hipotecas subprime (alto riesgo) y cae Lehman Brothers y la Reserva Federal ofrece dar un crédito compulsivo a los grandes bancos de 800.000 millones de dólares para hacer frente a una eventual corrida bancaria, en esa oportunidad varios de los grandes bancos se niegan porque temen que estos créditos ante un eventual pedido del estado de su devolución y ellos al no poder hacer frente a este requerimiento dos serían las opciones: la quiebra o la capitalización de la deuda en acciones que quedarían en poder del Estado, y esto podría significar la estatización del sistema. Desde luego que esto no sucedió.

Pero en el caso nuestro sí puede ocurrir, porque entre nosotros y los EE. UU. la diferencia que nos separa es abismal. Esta circunstancia le impone al presidente y a nosotros exigir que de inmediato se debe crear un comité de crisis integrado por economistas, representantes del empresariado y del gremialismo para consensuar y fijar políticas de Estado para dar definitiva solución a la emergencia que nuestra economía sufre.

Solamente estamos advirtiendo, ya que “Todos los caminos conducen a Roma”. Cuidado, a no caer en el infantilismo de creer que no hay sectores del gobierno que no lo están pensando, varios factores dan sustento a esta aparente descabellada hipótesis, el contexto internacional y el humor social que vivimos dan verosimilidad a que no resulte tan descabellada.

*Presidente del Instituto Argentino para el Desarrollo de las Economías Regionales (Iader)


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