Ya no existimos como país

Ricardo Bustos
CAPIOVI, MISIONES

Los argentinos, que siempre hemos creído ser campeones morales, mejores en todo, sin tener la capacidad de reconocer por una vez en la vida que somos como la peste porque no es casualidad que no nos quieren en ninguna parte, hemos recibido la peor de las ofensas en nuestro propio rostro. Ya no existimos como país y menos como Nación porque somos una fábrica de hipócritas que solo canta el himno cuando juega el Mundial la Selección. Nos hemos convertido, gracias a la noble dirigencia política, millonaria desde el inicio de la gestión, en una región de América al sur de Bolivia y Paraguay, envuelta por las banderas de Brasil, Uruguay y Chile y que, hasta hoy, nos tienen lástima al saber que éramos sus referentes culturales, industriales y sociales.

¿Teníamos petróleo y gas… o era una mentira para hacernos creer a los ignorantes y sumisos ciudadanos argentinos que éramos una potencia industrial? La realidad nos golpeó el rostro y cuando despertamos, ya era tarde. La mitad de Argentina fue convertida en una gran “Villa Miseria” con hermanos hacinados, sin saber leer o escribir y, por ende, tampoco con capacidad para discernir entre un partido político o un populismo de millonarios dirigentes.

Nada debe asombrarnos. Todos de alguna manera fuimos cómplices. Quienes votaron a los gobiernos populistas, o aquellos que depositamos la confianza en la mal llamada y mentirosa “oposición”, esa que siempre levanta las manos para aprobar proyectos inviables, sólo por conservar su lugar en el Congreso y recibir dádivas de manera repugnante como pago por su complicidad.


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